miércoles, 29 de diciembre de 2010
lunes, 20 de diciembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
El fenómeno OVNI
El fenómeno OVNI es difícil de evaluar, ya que por lo general no existen registros oficiales de los avistamientos que se producen en todo el mundo. Las denuncias suelen estudiarse someramente, y archivarse. Solo algunos aficionados, periodistas, o escritores profundizan en el tema, pero con un rigor que tarde o temprano hace dudar de la veracidad de los hechos. Los fenómenos OVNI, siempre existieron, entendiendo como tal la aparición de naves extraterrestres, aunque no sea lo más correcto. Pero cuando tuvieron su despegue como fenómeno mundial fue en la segunda mitad del siglo XX.
El primer caso de avistamiento OVNI registrado en los medios de comunicación, se produjo el 24 de Junio de 1947, cuando un joven hombre de negocios llamado Kenneth Arnold, que pilotaba un avión particular, divisó en las proximidades del Monte Rainier en el estado de Washington una formación de nueve objetos voladores relucientes a plena luz del día, durante unos diez minutos. Él fue el primero que acuñó el término de “platillos volantes” y apuntó la posibilidad de que se tratara de naves extraterrestres. A partir de este momento los avistamientos proliferaron de forma que algunos medios de comunicación llegaban a registrar más de 1.500 casos por año.
El morbo del fenómeno, y los progresos en investigaciones de carácter aeroespacial, llevaron a los ciudadanos del mundo a ver cosas extrañas en el cielo que a veces ni siquiera existían. Aviones especiales, satélites en órbitas bajas, globos meteorológicos, bandadas de pájaros, meteoros, auroras boreales, etc. Todo ello desconcertaba a una gente que abría sus mentes a una nueva era espacial. Si nosotros podíamos ir al espacio, ¿Por qué no podrían venir otros seres del espacio hacia nosotros? ¿Por qué íbamos a estar solos en el mundo?
El transcurso del siglo XX se caracteriza cada vez más por un aumento del materialismo, y mientras que antes a los fenómenos celestes extraños se les atribuían explicaciones milagrosas o circunstancias mágicas, ahora se justifican con explicaciones más acordes con los tiempos, donde lo que prima es un culto exacerbado a la tecnología. Además ocurre que cuando se produce un fenómeno extraño atribuido a extraterrestres, no es preciso justificar nada, porque esos seres pueden hacerlo todo. El tema de los extraterrestres se asemeja cada vez más a una nueva religión, se cree en ellos como se cree en un Dios. De hecho algunas religiones dirigen sus esperanzas a salvaciones por culturas superiores llegadas del espacio interestelar.
Aunque como decíamos arriba el fenómeno OVNI es muy difícil de evaluar, atendiendo a muestras estadísticas según Luis Ruiz de Gopegui, podemos clasificarlo en cuatro categorías:
a) Aproximadamente el 60 por ciento de los casos de avistamientos OVNI son sencillamente fraudes con toda clase de intenciones en busca de sensacionalismo barato.
b) El 20 por ciento son fenómenos naturales interpretados erróneamente en el momento del avistamiento pero correctamente interpretados con posterioridad.
c) El otro 20 por ciento son hechos puntuales sobre los que es prácticamente imposible hacer ninguna comprobación por métodos científicos, pues no dejan el más mínimo rastro para su posterior contrastación de resultados.
d) Y solamente el 1 por 1.000 de los casos denunciados son fenómenos ciertamente desconocidos sobre los que por el momento, a pesar de los estudios realizados, no se ha encontrado explicación satisfactoria alguna.
El fenómeno OVNI tuvo su apogeo en los años sesenta, cuando la actividad espacial estaba en pleno apogeo. A partir de este momento fue languideciendo de la misma forma que lo hacían los programas espaciales de la Unión Soviética y Estados Unidos. Hoy en día su interés ha disminuido debido a la falta de pruebas materiales que se aportan en todos los casos, aunque el morbo sigue manteniendo vivo el interés de algunos aficionados a todo tipo de fenómenos paranormales, que se regocijan en el placer que produce el misterio.
El primer caso de avistamiento OVNI registrado en los medios de comunicación, se produjo el 24 de Junio de 1947, cuando un joven hombre de negocios llamado Kenneth Arnold, que pilotaba un avión particular, divisó en las proximidades del Monte Rainier en el estado de Washington una formación de nueve objetos voladores relucientes a plena luz del día, durante unos diez minutos. Él fue el primero que acuñó el término de “platillos volantes” y apuntó la posibilidad de que se tratara de naves extraterrestres. A partir de este momento los avistamientos proliferaron de forma que algunos medios de comunicación llegaban a registrar más de 1.500 casos por año.
El morbo del fenómeno, y los progresos en investigaciones de carácter aeroespacial, llevaron a los ciudadanos del mundo a ver cosas extrañas en el cielo que a veces ni siquiera existían. Aviones especiales, satélites en órbitas bajas, globos meteorológicos, bandadas de pájaros, meteoros, auroras boreales, etc. Todo ello desconcertaba a una gente que abría sus mentes a una nueva era espacial. Si nosotros podíamos ir al espacio, ¿Por qué no podrían venir otros seres del espacio hacia nosotros? ¿Por qué íbamos a estar solos en el mundo?
El transcurso del siglo XX se caracteriza cada vez más por un aumento del materialismo, y mientras que antes a los fenómenos celestes extraños se les atribuían explicaciones milagrosas o circunstancias mágicas, ahora se justifican con explicaciones más acordes con los tiempos, donde lo que prima es un culto exacerbado a la tecnología. Además ocurre que cuando se produce un fenómeno extraño atribuido a extraterrestres, no es preciso justificar nada, porque esos seres pueden hacerlo todo. El tema de los extraterrestres se asemeja cada vez más a una nueva religión, se cree en ellos como se cree en un Dios. De hecho algunas religiones dirigen sus esperanzas a salvaciones por culturas superiores llegadas del espacio interestelar.
Aunque como decíamos arriba el fenómeno OVNI es muy difícil de evaluar, atendiendo a muestras estadísticas según Luis Ruiz de Gopegui, podemos clasificarlo en cuatro categorías:
a) Aproximadamente el 60 por ciento de los casos de avistamientos OVNI son sencillamente fraudes con toda clase de intenciones en busca de sensacionalismo barato.
b) El 20 por ciento son fenómenos naturales interpretados erróneamente en el momento del avistamiento pero correctamente interpretados con posterioridad.
c) El otro 20 por ciento son hechos puntuales sobre los que es prácticamente imposible hacer ninguna comprobación por métodos científicos, pues no dejan el más mínimo rastro para su posterior contrastación de resultados.
d) Y solamente el 1 por 1.000 de los casos denunciados son fenómenos ciertamente desconocidos sobre los que por el momento, a pesar de los estudios realizados, no se ha encontrado explicación satisfactoria alguna.
El fenómeno OVNI tuvo su apogeo en los años sesenta, cuando la actividad espacial estaba en pleno apogeo. A partir de este momento fue languideciendo de la misma forma que lo hacían los programas espaciales de la Unión Soviética y Estados Unidos. Hoy en día su interés ha disminuido debido a la falta de pruebas materiales que se aportan en todos los casos, aunque el morbo sigue manteniendo vivo el interés de algunos aficionados a todo tipo de fenómenos paranormales, que se regocijan en el placer que produce el misterio.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Accidentes chinos.
En 1970 China entraría a formar parte del selecto grupo de países con capacidad espacial, poniendo por primera vez en su historia un satélite en órbita terrestre. Pero su ambicioso programa espacial no terminaría aquí, ya que el 15 de octubre de 2003, Yang Liwei se convertiría en el primer taikonauta de la República Popular China. Convirtiéndose así en el tercer país del mundo con capacidad para hacer vuelos espaciales tripulados.
Y de nuevo la historia se vuelve a repetir. Igual que pasaría con sus colegas comunistas de la Unión Soviética en los años sesenta, en China nos encontramos con el grave problema de la escasa transparencia informativa. Como siempre, se publican los logros pero nunca los fracasos. De todas formas, hoy en día los medios de comunicación han avanzado tanto, que aún así en Occidente nos llega mucha información de las cosas que pasan en China, pero lógicamente manipuladas por el sistema político. Es por eso que muchas de las cifras que daré a continuación, todas ellas oficiales, son de una más que dudosa fiabilidad.
De la misma forma que ocurrió en la Unión Soviética o en Estados Unidos, los accidentes de la exploración espacial no ocurrían generalmente en vuelo, sino en tierra. El primer accidente chino fue conocido en Occidente en el año 1984, donde un joven técnico murió después de una agonía de más de seis años, como consecuencia de la exposición a radiación durante la realización de experimentos para el desarrollo de un satélite geoestacionario. También ese mismo año sería dado a conocer otro accidente, en este caso sin víctimas, ocurrido el 28 de Enero de 1978, al explotar un lanzador que se estaba preparando sobre la misma base de lanzamientos. Las cifras oficiales dadas por el gobierno chino fueron de seis heridos graves, y al menos doce más con heridas y quemaduras de diversa consideración. Se desconocen los detalles del suceso.
En los años noventa el programa de lanzamientos de satélites comerciales chino estaba en pleno apogeo, aunque también es preciso decir que plagado de fallos, lo que hacía subir las primas de seguros encareciendo notablemente los contratos con el extranjero. El 21 de diciembre de 1992, durante el lanzamiento de un satélite de comunicaciones australiano se producía la explosión del lanzador durante el ascenso, aproximadamente un minuto después del lanzamiento. Una investigación posterior determinaría que el problema fue debido a un fallo del satélite que derivó en la explosión del cohete. Debido a la distancia en que se produjo la explosión parece ser que no hubo ningún tipo de víctima.
El segundo accidente mortal se produciría el 2 de Abril de 1994, mientras se trabajaba en la puesta a punto de un satélite meteorológico chino, el Fen Yung 2, en la base de lanzamientos de Xichang. Debido a causas que aún no han sido reveladas, el satélite explotó cobrándose la vida de un técnico y ocasionando 31 heridos.
China cuenta con tres centros de lanzamiento de cohetes: Jiuquan, Taiyuan y Xichang. Como bien se sabe China es un país superpoblado, y el enclave de estos centros está en mayor o menor medida cerca de pequeños poblados, los cuales sufren constantemente la caída del cielo de restos de fuselaje de los lanzadores. El 6 de Enero de 1995 tendría lugar un fallo mucho mas catastrófico, en este caso lo que se trataba de lanzar era el satélite de comunicaciones Apstar 2. El accidente fue muy similar al ocurrido en el año 92. A los 50 segundos del lanzamiento, el cohete explotaba con tan mala fortuna que sus restos caían sobre una aldea próxima a la base de lanzamientos. La cifra oficial de víctimas fue de 6 muertos y 23 heridos, aunque como es lógico se sospecha de la fiabilidad de estas cifras. Las causas del accidente tampoco en este caso están del todo esclarecidas, ya que no hubo acuerdo entre las investigaciones realizadas por la empresa norteamericana Hughes (diseñadora del satélite) y los técnicos chinos, aunque todo apunta a una mala integración del satélite con el lanzador.
El 15 de Febrero de 1996, nuevamente se produciría otra desgracia en la emergente industria aeroespacial china. En este caso se trataba de un lanzamiento comercial, con el objeto de poner en órbita el satélite Intelsat 708, para retransmisiones de televisión para América Latina. Dada la importancia del lanzamiento, este se iba a retransmitir por televisión en directo para toda China. Pocos segundos después del despegue, cuando el cohete aún no había rebasado la torre de lanzamiento, este comenzó a inclinarse, en este momento la retransmisión televisiva se cortaba, y 22 segundos después el cohete estaba completamente invertido y caía sobre una aldea vecina a la base de lanzamiento, envolviéndola en una bola de fuego. La cifra oficial fue de seis muertos y cincuenta y siete heridos, pero fuentes no oficiales opinan que la cifra de víctimas pudo ser muy superior. Al día siguiente un ingeniero israelí que estaba en China para observar el lanzamiento, grababa con su videocámara los restos de la aldea de Xichang, totalmente destruida, como si hubiera sido atacada por un bombardeo.
Las bases de lanzamiento de cohetes tienen un perímetro de seguridad despejado lo suficientemente grande como para evitar estos incidentes, pero se demostró que China no parecía seguir estos criterios. En la actualidad el protocolo a seguir para un lanzamiento es el de evacuar a todos los habitantes de las aldeas cercanas hasta que se hayan concluido los lanzamientos. También últimamente se están desviando la mayoría de los lanzamientos al nuevo centro de Wenchan, en la isla de Hainan al sureste de China y frente al océano Pacífico. En la actualidad la exploración espacial china avanza a pasos agigantados, en este momento la sonda Chang`e-2 explora la Luna con el fin de mandar misiones tripuladas al satélite a principios de los años veinte, y en esa misma década está previsto proceder al alunizaje de taikonautas chinos.
Y de nuevo la historia se vuelve a repetir. Igual que pasaría con sus colegas comunistas de la Unión Soviética en los años sesenta, en China nos encontramos con el grave problema de la escasa transparencia informativa. Como siempre, se publican los logros pero nunca los fracasos. De todas formas, hoy en día los medios de comunicación han avanzado tanto, que aún así en Occidente nos llega mucha información de las cosas que pasan en China, pero lógicamente manipuladas por el sistema político. Es por eso que muchas de las cifras que daré a continuación, todas ellas oficiales, son de una más que dudosa fiabilidad.
De la misma forma que ocurrió en la Unión Soviética o en Estados Unidos, los accidentes de la exploración espacial no ocurrían generalmente en vuelo, sino en tierra. El primer accidente chino fue conocido en Occidente en el año 1984, donde un joven técnico murió después de una agonía de más de seis años, como consecuencia de la exposición a radiación durante la realización de experimentos para el desarrollo de un satélite geoestacionario. También ese mismo año sería dado a conocer otro accidente, en este caso sin víctimas, ocurrido el 28 de Enero de 1978, al explotar un lanzador que se estaba preparando sobre la misma base de lanzamientos. Las cifras oficiales dadas por el gobierno chino fueron de seis heridos graves, y al menos doce más con heridas y quemaduras de diversa consideración. Se desconocen los detalles del suceso.
En los años noventa el programa de lanzamientos de satélites comerciales chino estaba en pleno apogeo, aunque también es preciso decir que plagado de fallos, lo que hacía subir las primas de seguros encareciendo notablemente los contratos con el extranjero. El 21 de diciembre de 1992, durante el lanzamiento de un satélite de comunicaciones australiano se producía la explosión del lanzador durante el ascenso, aproximadamente un minuto después del lanzamiento. Una investigación posterior determinaría que el problema fue debido a un fallo del satélite que derivó en la explosión del cohete. Debido a la distancia en que se produjo la explosión parece ser que no hubo ningún tipo de víctima.
El segundo accidente mortal se produciría el 2 de Abril de 1994, mientras se trabajaba en la puesta a punto de un satélite meteorológico chino, el Fen Yung 2, en la base de lanzamientos de Xichang. Debido a causas que aún no han sido reveladas, el satélite explotó cobrándose la vida de un técnico y ocasionando 31 heridos.
China cuenta con tres centros de lanzamiento de cohetes: Jiuquan, Taiyuan y Xichang. Como bien se sabe China es un país superpoblado, y el enclave de estos centros está en mayor o menor medida cerca de pequeños poblados, los cuales sufren constantemente la caída del cielo de restos de fuselaje de los lanzadores. El 6 de Enero de 1995 tendría lugar un fallo mucho mas catastrófico, en este caso lo que se trataba de lanzar era el satélite de comunicaciones Apstar 2. El accidente fue muy similar al ocurrido en el año 92. A los 50 segundos del lanzamiento, el cohete explotaba con tan mala fortuna que sus restos caían sobre una aldea próxima a la base de lanzamientos. La cifra oficial de víctimas fue de 6 muertos y 23 heridos, aunque como es lógico se sospecha de la fiabilidad de estas cifras. Las causas del accidente tampoco en este caso están del todo esclarecidas, ya que no hubo acuerdo entre las investigaciones realizadas por la empresa norteamericana Hughes (diseñadora del satélite) y los técnicos chinos, aunque todo apunta a una mala integración del satélite con el lanzador.
El 15 de Febrero de 1996, nuevamente se produciría otra desgracia en la emergente industria aeroespacial china. En este caso se trataba de un lanzamiento comercial, con el objeto de poner en órbita el satélite Intelsat 708, para retransmisiones de televisión para América Latina. Dada la importancia del lanzamiento, este se iba a retransmitir por televisión en directo para toda China. Pocos segundos después del despegue, cuando el cohete aún no había rebasado la torre de lanzamiento, este comenzó a inclinarse, en este momento la retransmisión televisiva se cortaba, y 22 segundos después el cohete estaba completamente invertido y caía sobre una aldea vecina a la base de lanzamiento, envolviéndola en una bola de fuego. La cifra oficial fue de seis muertos y cincuenta y siete heridos, pero fuentes no oficiales opinan que la cifra de víctimas pudo ser muy superior. Al día siguiente un ingeniero israelí que estaba en China para observar el lanzamiento, grababa con su videocámara los restos de la aldea de Xichang, totalmente destruida, como si hubiera sido atacada por un bombardeo.
Las bases de lanzamiento de cohetes tienen un perímetro de seguridad despejado lo suficientemente grande como para evitar estos incidentes, pero se demostró que China no parecía seguir estos criterios. En la actualidad el protocolo a seguir para un lanzamiento es el de evacuar a todos los habitantes de las aldeas cercanas hasta que se hayan concluido los lanzamientos. También últimamente se están desviando la mayoría de los lanzamientos al nuevo centro de Wenchan, en la isla de Hainan al sureste de China y frente al océano Pacífico. En la actualidad la exploración espacial china avanza a pasos agigantados, en este momento la sonda Chang`e-2 explora la Luna con el fin de mandar misiones tripuladas al satélite a principios de los años veinte, y en esa misma década está previsto proceder al alunizaje de taikonautas chinos.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Los horrores de Mittelwerk
El último día de la Primera Guerra Mundial para algunos alemanes fue el principio de la Segunda. No fue ni más ni menos que un tiempo de descanso, recuperación económica y rearme para volver a las andadas. Mediante el Tratado de Versalles, a los alemanes se les prohibía la fabricación de cualquier tipo de armamento pesado, sin embargo ellos argumentaban que el Tratado no decía nada sobre los cohetes. Los alemanes vieron en la cohetería una nueva forma innovadora de transporte de bombas, solo que aún necesitaban un tiempo para controlar este nuevo tipo de máquinas.
En 1932 el ejército alemán con la colaboración de un grupo de jóvenes aficionados a los cohetes, cedían las instalaciones de un campo de tiro en las afueras de Berlín para todo tipo de prácticas. Pronto el desarrollo de los cohetes fue tan grande que las alturas que alcanzaban estos suponían un riesgo para las zonas habitadas, por lo que hubo que tomar la determinación de trasladarse a otro lugar. En 1937 se creaba en Peenemünde, frente a la costa del Mar Báltico, una nueva base de lanzamiento de cohetes denominada:”Estación Experimental del Ejército Peenemünde” Al frente de la cual y como director técnico se encontraba el joven de 25 años Wernher Von Braun. La base fue un lugar secreto hasta que en plena contienda, la RAF mediante un vuelo de reconocimiento fotográfico, localizó las instalaciones de lanzamiento de cohetes. En la noche del 17 de Agosto de 1943, los Británicos bombardearían la base alemana, causando grandes destrozos que no llegaron a ser totales debido a un pequeño error de cálculo posicional.
Esta situación llevaría a Hitler a trasladar de nuevo la base de producción de los ya misiles V2 a otra zona, siendo en esta ocasión unas minas abandonadas en las montañas Harz a unos cuatrocientos kilómetros al sudeste de Peenemünde, cerca de la localidad de Nordhausen. Las minas consistían en dos largos túneles paralelos de cerca de dos kilómetros de longitud, y unidos por pasillos a modo de traviesas de tren, los cuales fueron agrandados por mano de obra esclava, suministrada desde el cercano campo de concentración de Dora. La nueva fábrica sería conocida con el nombre de “Mittelwerk”.
Con la ocupación americana de Alemania saldrían a la luz las atrocidades cometidas por los nazis en aquellas instalaciones. En los túneles de Mittelwerk se estima que entraron alrededor de 50.000 prisioneros, y solo salieron con vida la mitad de ellos, eso quiere decir que murieron unas cinco veces más de personas en la fabricación de los V2 que las muertes causadas directamente por este arma. La fase más dura fue la de expansión del sistema de túneles, en la segunda mitad de 1943. El proceso de excavación fue de una dureza inenarrable. Los obreros trabajaban en turnos de doce horas, extrayendo la piedra a pico y pala, arrastrando pesadas vagonetas cargadas de escombros. Sin apenas alimentación y escasas cantidades de agua y sin salir nunca de los túneles. Entre polvo, humedades, durmiendo en el suelo, sin instalaciones sanitarias, donde las enfermedades como el tifus, la disentería, la tuberculosis y la simple inanición acababan frecuentemente con la vida de aquellos que no morían trabajando. Azuzados por los látigos de los “capos”, trabajaban sin descanso, y si alguno se revelaba era rápidamente ahorcado y exhibido su cuerpo colgado durante días a sus compañeros de forma ejemplar.
Posteriormente los cadáveres eran incinerados en los crematorios de Buchenwald, hasta que se construyeron nuevos hornos en Dora.
Otra etapa de extremada dureza fue la evacuación de las instalaciones ante la llegada de las tropas aliadas. Los prisioneros, agotados y famélicos, eran hacinados en trenes y forzados a realizar extenuantes marchas a pie, en las que centenares morían por el camino. Los más débiles o enfermos fueron tiroteados o encerrados en establos y quemados vivos por las SS antes de abandonar las instalaciones. Los que consiguieron sobrevivir terminarían sufriendo toda la vida los efectos sicológicos producidos por la barbarie humana vivida.
Posteriormente los soviéticos bombardearían las puertas de los túneles para cerrarlos, y hoy en día se puede visitar una pequeña parte de la fábrica abierta al público.
En un discurso pronunciado por el General Walter Dornberger, director del complejo de Peenemünde, diría: “Hemos entrado en la era espacial”.
En 1932 el ejército alemán con la colaboración de un grupo de jóvenes aficionados a los cohetes, cedían las instalaciones de un campo de tiro en las afueras de Berlín para todo tipo de prácticas. Pronto el desarrollo de los cohetes fue tan grande que las alturas que alcanzaban estos suponían un riesgo para las zonas habitadas, por lo que hubo que tomar la determinación de trasladarse a otro lugar. En 1937 se creaba en Peenemünde, frente a la costa del Mar Báltico, una nueva base de lanzamiento de cohetes denominada:”Estación Experimental del Ejército Peenemünde” Al frente de la cual y como director técnico se encontraba el joven de 25 años Wernher Von Braun. La base fue un lugar secreto hasta que en plena contienda, la RAF mediante un vuelo de reconocimiento fotográfico, localizó las instalaciones de lanzamiento de cohetes. En la noche del 17 de Agosto de 1943, los Británicos bombardearían la base alemana, causando grandes destrozos que no llegaron a ser totales debido a un pequeño error de cálculo posicional.
Esta situación llevaría a Hitler a trasladar de nuevo la base de producción de los ya misiles V2 a otra zona, siendo en esta ocasión unas minas abandonadas en las montañas Harz a unos cuatrocientos kilómetros al sudeste de Peenemünde, cerca de la localidad de Nordhausen. Las minas consistían en dos largos túneles paralelos de cerca de dos kilómetros de longitud, y unidos por pasillos a modo de traviesas de tren, los cuales fueron agrandados por mano de obra esclava, suministrada desde el cercano campo de concentración de Dora. La nueva fábrica sería conocida con el nombre de “Mittelwerk”.
Con la ocupación americana de Alemania saldrían a la luz las atrocidades cometidas por los nazis en aquellas instalaciones. En los túneles de Mittelwerk se estima que entraron alrededor de 50.000 prisioneros, y solo salieron con vida la mitad de ellos, eso quiere decir que murieron unas cinco veces más de personas en la fabricación de los V2 que las muertes causadas directamente por este arma. La fase más dura fue la de expansión del sistema de túneles, en la segunda mitad de 1943. El proceso de excavación fue de una dureza inenarrable. Los obreros trabajaban en turnos de doce horas, extrayendo la piedra a pico y pala, arrastrando pesadas vagonetas cargadas de escombros. Sin apenas alimentación y escasas cantidades de agua y sin salir nunca de los túneles. Entre polvo, humedades, durmiendo en el suelo, sin instalaciones sanitarias, donde las enfermedades como el tifus, la disentería, la tuberculosis y la simple inanición acababan frecuentemente con la vida de aquellos que no morían trabajando. Azuzados por los látigos de los “capos”, trabajaban sin descanso, y si alguno se revelaba era rápidamente ahorcado y exhibido su cuerpo colgado durante días a sus compañeros de forma ejemplar.
Posteriormente los cadáveres eran incinerados en los crematorios de Buchenwald, hasta que se construyeron nuevos hornos en Dora.
Otra etapa de extremada dureza fue la evacuación de las instalaciones ante la llegada de las tropas aliadas. Los prisioneros, agotados y famélicos, eran hacinados en trenes y forzados a realizar extenuantes marchas a pie, en las que centenares morían por el camino. Los más débiles o enfermos fueron tiroteados o encerrados en establos y quemados vivos por las SS antes de abandonar las instalaciones. Los que consiguieron sobrevivir terminarían sufriendo toda la vida los efectos sicológicos producidos por la barbarie humana vivida.
Posteriormente los soviéticos bombardearían las puertas de los túneles para cerrarlos, y hoy en día se puede visitar una pequeña parte de la fábrica abierta al público.
En un discurso pronunciado por el General Walter Dornberger, director del complejo de Peenemünde, diría: “Hemos entrado en la era espacial”.
martes, 2 de noviembre de 2010
Apolo 8. La misión mas arriesgada.
Si hablamos de las grandes misiones de la exploración espacial todo el mundo se acuerda de Yuri Gagarin, de John Glenn, del Apolo 11, o como no, del Apolo 13 que tuvo los corazones de todo el mundo en un puño durante unos días. Sin embargo nadie se acuerda del Apolo 8, y dentro de mi modesta opinión fue la misión más arriesgada de todas las habidas hasta la fecha, ya que el Apolo 8 abriría el camino hacia la Luna. Hasta este momento teóricamente los soviéticos iban por delante de los americanos en la carrera espacial, siempre todos los éxitos eran a cargo de los primeros, pero ahora serían los estadounidenses los que comenzarían a batir records.
Tras el retraso en el programa espacial americano producido por el accidente del Apolo 1, se produjeron varios lanzamientos de prueba todos exitosos, hasta que llegó el momento de lanzar un vuelo tripulado, el Apolo 7. Éste se limitaría a hacer una serie de prácticas en la órbita terrestre, y su lanzador era una variante menos potente del Saturno V, el Saturno IB. El siguiente vuelo estaba programado para realizar una serie de maniobras con el módulo lunar de descenso también en la órbita terrestre, pero aparece el primer problema, y era que aún no estaba totalmente terminado. Para evitar retrasos, se decidió alterar el orden de los vuelos, ya que la siguiente misión consistiría en orbitar la Luna, y para eso no haría falta el módulo lunar, por lo que fue el Apolo 8 el que se encargaría de esta misión. Pero la misión no dejaba de ser complicada, ya que los astronautas no tenían el tiempo suficiente para un correcto entrenamiento. Para ello se designó a tres de los grandes astronautas americanos: el comandante Frank Borman, el piloto del módulo de mando James Lowell (sustituyendo a Michael Collins debido a una lesión en la espalda y quedando relegado al Apolo 11), y el piloto del módulo lunar Willian Anders.
A pesar de todo, los soviéticos parecían seguir de cerca los pasos de los americanos, ya que los servicios de inteligencia fotografiaban un enorme cohete listo para ser lanzado en la base de Baikonur. Era este el “N 1”, un cohete de similares características al Saturno V, con capacidad para llevar un hombre a la Luna, pero que nunca llegó a hacerlo. De todas formas no se podía perder tiempo, y el 21 de diciembre de 1968 el Apolo 8 era lanzado al espacio con destino la Luna.
En el despegue del Apolo 8 hubo pequeños problemas, fallos en el motor que alargaba los encendidos y la órbita no fue del todo perfecta. Pero poco después se encendía la tercera etapa del Saturno V, iría aumentando la velocidad y ampliando la órbita hasta que suavemente se fue escapando de la atracción terrestre y con rumbo a la Luna. Era la primera vez que un ser humano abandonaba la Tierra en dirección a otro planeta. También era la primera vez que un ser humano alcanzaba una velocidad de 40.000 kilómetros por hora, que es la velocidad de escape de la Tierra. Por el espacio nos movemos realizando órbitas, y era la primera vez que un ser humano abandonaba la órbita terrestre para incorporarse a una órbita solar y después a una lunar.
Y ahora llegaba la fase más complicada de la misión, la llegada a la Luna. Hasta este momento todas las maniobras se habían hecho mediante complicados cálculos matemáticos sobre el papel, y mediante simuladores, pero ahora todo era real y estaba en juego la vida de tres personas, y todo un programa espacial que contaba con muchos detractores. La llegada a la Luna debía de ser muy precisa, un error en la velocidad o en el ángulo de aproximación y los astronautas podían terminar estrellándose contra la Luna o perdidos en el espacio. Tras 61 horas de vuelo, realizaron un nuevo encendido de corrección que frenó la nave para que pudiera ser atraída por el campo gravitatorio de la Luna. A las 69 horas de misión, la nave Apolo entró en la parte posterior del satélite quedando completamente incomunicados con tierra, en este momento se volvieron a encender los motores que dejarían al Apolo en órbita lunar. Esta maniobra era la mas delicada de la misión, de no ser correcta los astronautas no volverían con vida. Por primera vez un ser humano veía en directo la cara oculta de la Luna. Mientras en Houston, los controladores se tomaban un pequeño descanso lleno de tensión. Un reloj en cuenta atrás marcaba el momento en que se deberían de reanudar las comunicaciones, de hacerse antes o después dependía el fracaso de la misión. Cuando el reloj llegó a cero se oyó, de forma matemática, de nuevo a los astronautas que aparecían por el otro lado de la Luna. Todo había sido correcto, y los pasajeros veían también por primera vez aparecer la Tierra sobre el horizonte lunar, realizando una de las fotografías mas espectaculares del siglo XX. De esta manera también se batiría un nuevo record, en este caso de altura ya que se encontraban a unos 380.000 kilómetros de la superficie terrestre. Esta maniobra quizás haya sido la más delicada de toda la exploración espacial hasta la fecha.
A partir de este momento orbitarían la Luna en diez ocasiones y emprenderían de nuevo el camino a casa. James Lowell volvería de nuevo a la Luna, pero tampoco en este segundo vuelo tendría la suerte de posarse sobre ella ya que el famoso accidente del Apolo 13 hizo abortar la misión.
Tras el retraso en el programa espacial americano producido por el accidente del Apolo 1, se produjeron varios lanzamientos de prueba todos exitosos, hasta que llegó el momento de lanzar un vuelo tripulado, el Apolo 7. Éste se limitaría a hacer una serie de prácticas en la órbita terrestre, y su lanzador era una variante menos potente del Saturno V, el Saturno IB. El siguiente vuelo estaba programado para realizar una serie de maniobras con el módulo lunar de descenso también en la órbita terrestre, pero aparece el primer problema, y era que aún no estaba totalmente terminado. Para evitar retrasos, se decidió alterar el orden de los vuelos, ya que la siguiente misión consistiría en orbitar la Luna, y para eso no haría falta el módulo lunar, por lo que fue el Apolo 8 el que se encargaría de esta misión. Pero la misión no dejaba de ser complicada, ya que los astronautas no tenían el tiempo suficiente para un correcto entrenamiento. Para ello se designó a tres de los grandes astronautas americanos: el comandante Frank Borman, el piloto del módulo de mando James Lowell (sustituyendo a Michael Collins debido a una lesión en la espalda y quedando relegado al Apolo 11), y el piloto del módulo lunar Willian Anders.
A pesar de todo, los soviéticos parecían seguir de cerca los pasos de los americanos, ya que los servicios de inteligencia fotografiaban un enorme cohete listo para ser lanzado en la base de Baikonur. Era este el “N 1”, un cohete de similares características al Saturno V, con capacidad para llevar un hombre a la Luna, pero que nunca llegó a hacerlo. De todas formas no se podía perder tiempo, y el 21 de diciembre de 1968 el Apolo 8 era lanzado al espacio con destino la Luna.
En el despegue del Apolo 8 hubo pequeños problemas, fallos en el motor que alargaba los encendidos y la órbita no fue del todo perfecta. Pero poco después se encendía la tercera etapa del Saturno V, iría aumentando la velocidad y ampliando la órbita hasta que suavemente se fue escapando de la atracción terrestre y con rumbo a la Luna. Era la primera vez que un ser humano abandonaba la Tierra en dirección a otro planeta. También era la primera vez que un ser humano alcanzaba una velocidad de 40.000 kilómetros por hora, que es la velocidad de escape de la Tierra. Por el espacio nos movemos realizando órbitas, y era la primera vez que un ser humano abandonaba la órbita terrestre para incorporarse a una órbita solar y después a una lunar.
Y ahora llegaba la fase más complicada de la misión, la llegada a la Luna. Hasta este momento todas las maniobras se habían hecho mediante complicados cálculos matemáticos sobre el papel, y mediante simuladores, pero ahora todo era real y estaba en juego la vida de tres personas, y todo un programa espacial que contaba con muchos detractores. La llegada a la Luna debía de ser muy precisa, un error en la velocidad o en el ángulo de aproximación y los astronautas podían terminar estrellándose contra la Luna o perdidos en el espacio. Tras 61 horas de vuelo, realizaron un nuevo encendido de corrección que frenó la nave para que pudiera ser atraída por el campo gravitatorio de la Luna. A las 69 horas de misión, la nave Apolo entró en la parte posterior del satélite quedando completamente incomunicados con tierra, en este momento se volvieron a encender los motores que dejarían al Apolo en órbita lunar. Esta maniobra era la mas delicada de la misión, de no ser correcta los astronautas no volverían con vida. Por primera vez un ser humano veía en directo la cara oculta de la Luna. Mientras en Houston, los controladores se tomaban un pequeño descanso lleno de tensión. Un reloj en cuenta atrás marcaba el momento en que se deberían de reanudar las comunicaciones, de hacerse antes o después dependía el fracaso de la misión. Cuando el reloj llegó a cero se oyó, de forma matemática, de nuevo a los astronautas que aparecían por el otro lado de la Luna. Todo había sido correcto, y los pasajeros veían también por primera vez aparecer la Tierra sobre el horizonte lunar, realizando una de las fotografías mas espectaculares del siglo XX. De esta manera también se batiría un nuevo record, en este caso de altura ya que se encontraban a unos 380.000 kilómetros de la superficie terrestre. Esta maniobra quizás haya sido la más delicada de toda la exploración espacial hasta la fecha.
A partir de este momento orbitarían la Luna en diez ocasiones y emprenderían de nuevo el camino a casa. James Lowell volvería de nuevo a la Luna, pero tampoco en este segundo vuelo tendría la suerte de posarse sobre ella ya que el famoso accidente del Apolo 13 hizo abortar la misión.
lunes, 25 de octubre de 2010
¿A donde ir cuando la Tierra se muera?
Está perfectamente claro que si la humanidad quiere perpetuarse en el tiempo, llegará el día en que tendrá que ir haciéndose las maletas y marchar de la Tierra. Si antes no nos autodestruimos nosotros mismos, o si algún suceso cósmico lo impide, el Sol consumirá todo su hidrógeno y comenzará una fase que lo llevará a la muerte y la consiguiente desaparición de vida en la Tierra. Los astrónomos pronostican que esto ocurrirá dentro de 5.000 millones de años, pero no hará falta esperar tanto, ya que dentro de unos 1.000 millones de años la temperatura en la Tierra habrá subido tanto que el agua se habrá evaporado y disipado por el espacio, llevándose así cualquier tipo de vida conocido. El gran problema que nos acuciará entonces será adonde ir.
Por el momento, desde el año 1995 sabemos con toda seguridad que existen infinidad de planetas orbitando otras estrellas, el problema que ahora se nos plantea es como llegar a ellos en un breve plazo de tiempo. La estrella más cercana al Sol está aproximadamente a unos 4,5 años luz, pero que una nave espacial llegue a alcanzar esa velocidad aún es impensable. El artefacto mas alejado de nosotros hecho por el hombre y aún bajo control, es una de las naves Voyageur que después de más de 30 años en vuelo se encuentra prácticamente fuera del Sistema Solar. Si redujéramos el Sol al tamaño de un balón de futbol, y lo pusiéramos en Madrid, siguiendo esa misma escala tendríamos que colocar la estrella más cercana a nosotros (Alfa Centauro) aproximadamente en Buenos Aires, y tendríamos siguiendo la misma comparativa que la nave Voyageur aún no habría salido después de más de treinta años de vuelo del casco urbano de Madrid. Esto nos puede dar una idea de la gran problemática que supondrá la invención de nuevos sistemas de transporte.
Otro problema que debemos de tener claro a la hora de sacar nuestro billete es que el planeta elegido sea rocoso, ya que hasta el momento estos se encuentran en minoría, e instalarnos en un planeta gaseoso sería impensable.
También el tamaño sería de suma importancia, ya que en un planeta muy grande, la gravedad no nos permitiría ponernos en pié. En un planeta como Júpiter una persona de peso medio pesaría más de 200 kilogramos, lo que nos impediría cualquier tipo de movilidad. Y no digamos nada del alto nivel de radiación que nos aniquilaría automáticamente.
Este planeta ideal tendríamos que ir a buscarlo dentro de una franja que tienen todas las estrellas que se llama “zona de habitabilidad”. Esta es una estrecha región alrededor de una estrella en la que un planeta podría mantener agua en estado líquido. De igual manera la órbita de este planeta tendría que ser lo menos elíptica posible, ya que de no ser así, este se saldría de la zona de habitabilidad y su agua podría tanto congelarse como evaporarse.
Otro factor a tener en cuenta sería el tamaño de la estrella. Una estrella muy grande no sería muy interesante porque el ciclo vital de estas estrellas es muy corto, y nos encontraríamos con el problema de tener que irnos de allí en breve. Por otro lado, una estrella muy pequeña haría que la zona de habitabilidad estuviera muy cerca de ella, y esto a su vez produciría el efecto llamado “acoplamiento de marea”, por el que un planeta sincroniza el giro sobre su eje con el giro de traslación alrededor de su estrella, haciendo que siempre muestre la misma cara hacia su sol (este efecto lo tenemos entre la Luna y la Tierra), lo cual hará que una zona tenga temperaturas altísimas y otra bajísimas.
Hasta el momento solamente la enana roja Gliese 581 alberga un planeta dentro de la zona de habitabilidad llamado Gliese 581g, situado a unos 20 años luz, y que aparentemente cumple ciertos requisitos que nos puedan dar ciertas esperanzas de poder ser habitable. Pero aún disponemos de mucho tiempo, y aún tendrán que pasar muchas cosas.
Por el momento, desde el año 1995 sabemos con toda seguridad que existen infinidad de planetas orbitando otras estrellas, el problema que ahora se nos plantea es como llegar a ellos en un breve plazo de tiempo. La estrella más cercana al Sol está aproximadamente a unos 4,5 años luz, pero que una nave espacial llegue a alcanzar esa velocidad aún es impensable. El artefacto mas alejado de nosotros hecho por el hombre y aún bajo control, es una de las naves Voyageur que después de más de 30 años en vuelo se encuentra prácticamente fuera del Sistema Solar. Si redujéramos el Sol al tamaño de un balón de futbol, y lo pusiéramos en Madrid, siguiendo esa misma escala tendríamos que colocar la estrella más cercana a nosotros (Alfa Centauro) aproximadamente en Buenos Aires, y tendríamos siguiendo la misma comparativa que la nave Voyageur aún no habría salido después de más de treinta años de vuelo del casco urbano de Madrid. Esto nos puede dar una idea de la gran problemática que supondrá la invención de nuevos sistemas de transporte.
Otro problema que debemos de tener claro a la hora de sacar nuestro billete es que el planeta elegido sea rocoso, ya que hasta el momento estos se encuentran en minoría, e instalarnos en un planeta gaseoso sería impensable.
También el tamaño sería de suma importancia, ya que en un planeta muy grande, la gravedad no nos permitiría ponernos en pié. En un planeta como Júpiter una persona de peso medio pesaría más de 200 kilogramos, lo que nos impediría cualquier tipo de movilidad. Y no digamos nada del alto nivel de radiación que nos aniquilaría automáticamente.
Este planeta ideal tendríamos que ir a buscarlo dentro de una franja que tienen todas las estrellas que se llama “zona de habitabilidad”. Esta es una estrecha región alrededor de una estrella en la que un planeta podría mantener agua en estado líquido. De igual manera la órbita de este planeta tendría que ser lo menos elíptica posible, ya que de no ser así, este se saldría de la zona de habitabilidad y su agua podría tanto congelarse como evaporarse.
Otro factor a tener en cuenta sería el tamaño de la estrella. Una estrella muy grande no sería muy interesante porque el ciclo vital de estas estrellas es muy corto, y nos encontraríamos con el problema de tener que irnos de allí en breve. Por otro lado, una estrella muy pequeña haría que la zona de habitabilidad estuviera muy cerca de ella, y esto a su vez produciría el efecto llamado “acoplamiento de marea”, por el que un planeta sincroniza el giro sobre su eje con el giro de traslación alrededor de su estrella, haciendo que siempre muestre la misma cara hacia su sol (este efecto lo tenemos entre la Luna y la Tierra), lo cual hará que una zona tenga temperaturas altísimas y otra bajísimas.
Hasta el momento solamente la enana roja Gliese 581 alberga un planeta dentro de la zona de habitabilidad llamado Gliese 581g, situado a unos 20 años luz, y que aparentemente cumple ciertos requisitos que nos puedan dar ciertas esperanzas de poder ser habitable. Pero aún disponemos de mucho tiempo, y aún tendrán que pasar muchas cosas.
lunes, 18 de octubre de 2010
Kennedy. Un discurso con truco.
La llamada “Carrera Espacial” no fue solo la lucha que los americanos mantuvieron con los soviéticos en los años sesenta por ser los primeros en llegar a la Luna, sino que además era una carrera contrarreloj. El 25 de Mayo de 1961, el presidente Kennedy ante el Congreso pronunciaba un discurso que se haría famoso por la determinación de poner un hombre en la Luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra. Pero a esta aventura le ponía fecha de caducidad. John F. Kennedy a instancias de sus asesores marcó una fecha con una cierta ambigüedad, y fue: “…antes de que termine la década…”
El reto era muy ambicioso, los norteamericanos solamente habían tocado el espacio sin llegar a orbitar la Tierra, y en pocos años deberían estar en la Luna. Mientras el proyecto Mércuri estaba en pañales, los proyectos Géminis y Apolo ya estaban en la mesa de diseño. El Mércuri fue una toma de contacto con el espacio, y una aclaración de ideas sobre el nuevo medio con que se iban a encontrar. El Géminis supuso una forma de dominar todas las técnicas que serían necesarias para el viaje lunar. Y el Apolo la culminación de todos los trabajos.
Por su parte los soviéticos afrontaban la Carrera con el proyecto Vostok, equivalente al Mércuri, y el Voskhod, muy por debajo de la tecnología Géminis, pero que daría un golpe de efecto propagandístico al enviar por primera vez al espacio una misión con tres cosmonautas, y posteriormente realizar el primer paseo espacial de la historia. Aunque estos teóricamente se encontraban a la cabeza de la Carrera, en la práctica los americanos avanzaban con paso firme y seguro.
Todo marchaba correctamente para los estadounidenses, sin apenas incidentes de importancia y dentro de los tiempos establecidos, cuando el 27 de enero de 1967 se producía un accidente mientras se procedía a realizar una simulación de lanzamiento, el cual se debería de producir un mes más tarde. Lo sucedido fue un incendio producido dentro de una nave Apolo, donde se vieron atrapados sin poder salir los astronautas: Gus Grissom, Edward White y Roger Chafee, los cuales fallecieron en el acto. Este accidente obligaría a una revisión del diseño de la Apolo, con el consiguiente retraso del programa de casi un año.
Aún se estaba a tiempo de cumplir los plazos fijados. Con el fallecimiento de Kolorev, el ingeniero jefe del programa espacial soviético, los comunistas perderían el rumbo y poco a poco quedarían descolgados por la lucha final. Ahora los americanos miraban mas para el reloj que para la Unión Soviética. Y el 16 de Julio de 1969, el Apolo 11 despegaba de Cabo Cañaveral con el objetivo de pisar la Luna. Todo salió como estaba previsto, pero si algo hubiera pasado, la NASA aún tenía el Apolo 12 que estaría en servicio para finales de año.
Pero lo curioso es que Kennedy en su discurso se percató de no dar una fecha exacta. Incluso si hubiera dicho: “antes de que termine la década de los sesenta”, entonces teniendo en cuenta que una década es un plazo de tiempo de diez años(sin determinar cuando empieza ni cuando termina), y que la década de los sesenta comienza cuando la cifra de las decenas del año en cuestión alcanza el dígito “6”, entonces tenemos que la década de los sesenta comienza el 1 de enero de 1960, y termina diez años después, o sea, el 31 de diciembre de 1969. Sin embargo Kennedy se limitó a decir: “antes de que termine esta década”. Por lo tanto, tenemos que remontarnos al comienzo de nuestro calendario, o sea, al 1 de enero del año 1 (el año 0 no existió), y a partir de ahí ir sumando fracciones de tiempo de diez años, por lo que la primera década terminaría el 31 de diciembre del año 10, y la segunda comenzaría el 1 de enero del año 11. Siguiendo el mismo sistema matemático, tenemos que la década en que Kennedy pronunció su discurso correspondía al periodo que iba desde el 1 de enero de 1961 hasta el 31 de diciembre de 1970. Con lo cual está claro que el presidente se guardaba un as en la manga, puesto que la NASA aún dispondría de un año adicional para cumplir las expectativas de Kennedy.
El reto era muy ambicioso, los norteamericanos solamente habían tocado el espacio sin llegar a orbitar la Tierra, y en pocos años deberían estar en la Luna. Mientras el proyecto Mércuri estaba en pañales, los proyectos Géminis y Apolo ya estaban en la mesa de diseño. El Mércuri fue una toma de contacto con el espacio, y una aclaración de ideas sobre el nuevo medio con que se iban a encontrar. El Géminis supuso una forma de dominar todas las técnicas que serían necesarias para el viaje lunar. Y el Apolo la culminación de todos los trabajos.
Por su parte los soviéticos afrontaban la Carrera con el proyecto Vostok, equivalente al Mércuri, y el Voskhod, muy por debajo de la tecnología Géminis, pero que daría un golpe de efecto propagandístico al enviar por primera vez al espacio una misión con tres cosmonautas, y posteriormente realizar el primer paseo espacial de la historia. Aunque estos teóricamente se encontraban a la cabeza de la Carrera, en la práctica los americanos avanzaban con paso firme y seguro.
Todo marchaba correctamente para los estadounidenses, sin apenas incidentes de importancia y dentro de los tiempos establecidos, cuando el 27 de enero de 1967 se producía un accidente mientras se procedía a realizar una simulación de lanzamiento, el cual se debería de producir un mes más tarde. Lo sucedido fue un incendio producido dentro de una nave Apolo, donde se vieron atrapados sin poder salir los astronautas: Gus Grissom, Edward White y Roger Chafee, los cuales fallecieron en el acto. Este accidente obligaría a una revisión del diseño de la Apolo, con el consiguiente retraso del programa de casi un año.
Aún se estaba a tiempo de cumplir los plazos fijados. Con el fallecimiento de Kolorev, el ingeniero jefe del programa espacial soviético, los comunistas perderían el rumbo y poco a poco quedarían descolgados por la lucha final. Ahora los americanos miraban mas para el reloj que para la Unión Soviética. Y el 16 de Julio de 1969, el Apolo 11 despegaba de Cabo Cañaveral con el objetivo de pisar la Luna. Todo salió como estaba previsto, pero si algo hubiera pasado, la NASA aún tenía el Apolo 12 que estaría en servicio para finales de año.
Pero lo curioso es que Kennedy en su discurso se percató de no dar una fecha exacta. Incluso si hubiera dicho: “antes de que termine la década de los sesenta”, entonces teniendo en cuenta que una década es un plazo de tiempo de diez años(sin determinar cuando empieza ni cuando termina), y que la década de los sesenta comienza cuando la cifra de las decenas del año en cuestión alcanza el dígito “6”, entonces tenemos que la década de los sesenta comienza el 1 de enero de 1960, y termina diez años después, o sea, el 31 de diciembre de 1969. Sin embargo Kennedy se limitó a decir: “antes de que termine esta década”. Por lo tanto, tenemos que remontarnos al comienzo de nuestro calendario, o sea, al 1 de enero del año 1 (el año 0 no existió), y a partir de ahí ir sumando fracciones de tiempo de diez años, por lo que la primera década terminaría el 31 de diciembre del año 10, y la segunda comenzaría el 1 de enero del año 11. Siguiendo el mismo sistema matemático, tenemos que la década en que Kennedy pronunció su discurso correspondía al periodo que iba desde el 1 de enero de 1961 hasta el 31 de diciembre de 1970. Con lo cual está claro que el presidente se guardaba un as en la manga, puesto que la NASA aún dispondría de un año adicional para cumplir las expectativas de Kennedy.
lunes, 11 de octubre de 2010
Tsien Hsue-Shen. La idiotez norteamericana
China, junto con Estados Unidos y Rusia, son los únicos países que han puesto un hombre en el espacio. A nivel de lanzadores se encuentra entre los seis grandes, incluyendo a Europa, Japón y la India. Al igual que sus colegas comunistas de la Unión Soviética, el programa espacial chino sigue estando envuelto en un alto grado de secretismo y propaganda institucional, el cual hace que sea muy difícil conocer todos sus entresijos.
De igual manera que los programas soviético y estadounidense fueron liderados por genios como Korolev y Von Braun respectivamente, el programa espacial chino estaría a cargo de Tsien Hsue-Shen.
Tsien Hsue-Shen nació en diciembre de 1911 en Hangzhou, en un país lleno de conflictos políticos que desembocarían en La Revolución y el triunfo de los comunistas de Mao. De familia discretamente acomodada, realizó estudios superiores obteniendo el título de ingeniero mecánico de ferrocarriles en la Universidad de Jiao Tong. Sus excelentes notas le harían acreedor de una beca para ampliar sus estudios en Estados Unidos. En el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts obtuvo el doctorado en Ingeniería Mecánica, y dada su alta capacidad para las matemáticas pasó al Instituto Tecnológico de California, bajo la dirección del legendario ingeniero aeroespacial Theodore von Kármán (uno de los padres de la aerodinámica). Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el ejército norteamericano, alcanzando el grado de coronel. Al finalizar el conflicto, él y Von Kármán fueron los primeros que viajaron a la Alemania derrotada para hacerse con sus especialistas y ponerle las manos encima a la V-2. Entre estos especialistas capturados se encontraba ni más ni menos que Wernher von Braun. Nadie podía sospechar por aquel entonces que el futuro padre del programa espacial chino estaba interrogando y evaluando al futuro padre del programa espacial norteamericano. Con la llegada del macarthismo y su caza de brujas, Tsien (aún ciudadano chino aunque ya había solicitado la nacionalidad americana) comenzó a sentirse acosado en el que ya consideraba su país. En 1950 fue acusado de pertenecer al partido comunista, siendo apartado de su trabajo e impidiéndole seguir investigando. Tsien decidió volver a China, pero fue detenido y puesto bajo arresto domiciliario durante cinco años. En 1955, durante unas conversaciones en Ginebra para intercambio de prisioneros de guerra, China puso como condición para cerrar las negociaciones que permitieran a Tsien volver a su país, accediendo el presidente Eisenhower a la petición. El secretario de la Armada Dan A. Kimball dijo años después: "Fue la cosa más estúpida que este país hizo jamás. Tsien no era más comunista que yo, y le obligamos a marcharse." Una vez en su país y partiendo de cero sería el impulsor de todo el programa espacial chino.
El caso es que uno de los mejores expertos en ingeniería aeroespacial de Estados Unidos y del mundo entero, fue deportado a la China de Mao a cambio de doce prisioneros de la Guerra de Corea. Con él se iban también una inmensa cantidad de conocimientos en su mente privilegiada. Debido a la ceguera, fanatismo, e idiotez norteamericana, nunca ninguna trama de espionaje suministró tanta información sobre cohetería y tecnología aeroespacial avanzada a una potencia extranjera de un solo golpe. Con este gesto los Estados Unidos exportaron prácticamente gratis un programa espacial entero a la República Popular China de Mao.
La historiadora Ellen W. Schrecker sostuvo:”...en este país el macarthismo hizo más daño a la constitución que lo que jamás haya hecho el Partido Comunista Americano”.
De igual manera que los programas soviético y estadounidense fueron liderados por genios como Korolev y Von Braun respectivamente, el programa espacial chino estaría a cargo de Tsien Hsue-Shen.
Tsien Hsue-Shen nació en diciembre de 1911 en Hangzhou, en un país lleno de conflictos políticos que desembocarían en La Revolución y el triunfo de los comunistas de Mao. De familia discretamente acomodada, realizó estudios superiores obteniendo el título de ingeniero mecánico de ferrocarriles en la Universidad de Jiao Tong. Sus excelentes notas le harían acreedor de una beca para ampliar sus estudios en Estados Unidos. En el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts obtuvo el doctorado en Ingeniería Mecánica, y dada su alta capacidad para las matemáticas pasó al Instituto Tecnológico de California, bajo la dirección del legendario ingeniero aeroespacial Theodore von Kármán (uno de los padres de la aerodinámica). Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el ejército norteamericano, alcanzando el grado de coronel. Al finalizar el conflicto, él y Von Kármán fueron los primeros que viajaron a la Alemania derrotada para hacerse con sus especialistas y ponerle las manos encima a la V-2. Entre estos especialistas capturados se encontraba ni más ni menos que Wernher von Braun. Nadie podía sospechar por aquel entonces que el futuro padre del programa espacial chino estaba interrogando y evaluando al futuro padre del programa espacial norteamericano. Con la llegada del macarthismo y su caza de brujas, Tsien (aún ciudadano chino aunque ya había solicitado la nacionalidad americana) comenzó a sentirse acosado en el que ya consideraba su país. En 1950 fue acusado de pertenecer al partido comunista, siendo apartado de su trabajo e impidiéndole seguir investigando. Tsien decidió volver a China, pero fue detenido y puesto bajo arresto domiciliario durante cinco años. En 1955, durante unas conversaciones en Ginebra para intercambio de prisioneros de guerra, China puso como condición para cerrar las negociaciones que permitieran a Tsien volver a su país, accediendo el presidente Eisenhower a la petición. El secretario de la Armada Dan A. Kimball dijo años después: "Fue la cosa más estúpida que este país hizo jamás. Tsien no era más comunista que yo, y le obligamos a marcharse." Una vez en su país y partiendo de cero sería el impulsor de todo el programa espacial chino.
El caso es que uno de los mejores expertos en ingeniería aeroespacial de Estados Unidos y del mundo entero, fue deportado a la China de Mao a cambio de doce prisioneros de la Guerra de Corea. Con él se iban también una inmensa cantidad de conocimientos en su mente privilegiada. Debido a la ceguera, fanatismo, e idiotez norteamericana, nunca ninguna trama de espionaje suministró tanta información sobre cohetería y tecnología aeroespacial avanzada a una potencia extranjera de un solo golpe. Con este gesto los Estados Unidos exportaron prácticamente gratis un programa espacial entero a la República Popular China de Mao.
La historiadora Ellen W. Schrecker sostuvo:”...en este país el macarthismo hizo más daño a la constitución que lo que jamás haya hecho el Partido Comunista Americano”.
lunes, 4 de octubre de 2010
Neil Armstrong
Ni Marco Polo, ni Cristóbal Colón tuvieron que someterse a exigentes pruebas de selección para comenzar sus aventuras. Hoy en día, una actividad de dimensiones equivalentes, como puede ser el envío de un hombre a la Luna, requiere la participación de miles de personas altamente cualificadas. Y en la cúspide de este organigrama se ha de encontrar un auténtico superhombre.
Los astronautas con los que contaba la Nasa en los años sesenta tenían un nivel de preparación tan alto, que cualquiera de ellos estaba perfectamente capacitado para llevar a cabo la primera misión lunar. Las razones por las que se determinó que fuera Neil Armstong el primero, se deben a cuestiones de organización interna, más que a razones de cualificación personal. Pero en realidad Armstrong no dejaba de ser un personaje no solamente con una preparación excepcional, sino con un talante tranquilo y frío, capaz de solucionar las situaciones más peligrosas sin perder los nervios.
Neil Armstrong nació el 5 de Agosto de 1930 en Wapakoneta (Estados Unidos), en el seno de una familia de posición modesta. Mientras que a cualquier otro niño le hubiera gustado volar aviones, a Neil lo que le gustaba era construirlos, hacía maquetas en papel, cartón, madera, etc. Cuando tenía quince años, con los ahorros de pequeños trabajos, obtuvo el título para pilotar aviones, antes que el carnet de conducir. Sabía que para diseñar aviones lo mejor era saber pilotarlos. Sus padres no podían costearle unos estudios universitarios, por lo que firmó un contrato con el gobierno mediante el que se comprometía a servir en las Fuerzas Armadas a cambio de una beca de estudios, así comenzó la carrera de Ingeniería Aeronáutica. Ante la inminente entrada en guerra contra Corea, fue reclamado por el Ejército, sin terminar sus estudios, para someterse a una fase de adiestramiento y su posterior envío al país asiático. Allí viviría los momentos más duros de su vida al ver como desaparecían muchos de sus compañeros y amigos íntimos. En cierta ocasión, en un ataque en vuelo rasante, un cable antiaéreo le arrancó parte de un ala de su avión, en esta situación Neil mantuvo la calma, y poco a poco fue llevando de forma precaria su reactor hasta conseguir llegar a territorio de Corea del Sur, allí se eyectó del aparato y calló sobre un arrozal donde fue rescatado poco después. Una vez finalizada la guerra terminó sus estudios, y trabajó en el Centro de Investigaciones Lewis en Ohio, después trabajaría en la NACA, lo que luego sería la NASA, y a mediados de la década de los cincuenta se incorporaría al Centro de Vuelos Edwards, donde se convirtió en piloto de investigaciones de aeronaves de alta velocidad, donde tripularía el peligroso “X-15” que alcanzaba velocidades superiores a los 6.000 kilómetros por hora y alturas que rondaban los 100 kilómetros. También volaría, como probador de aviones en más de doscientos tipos distintos, incluyendo aviones a reacción, cohetes, helicópteros y planeadores. En 1962, a pesar de presentar la solicitud fuera de plazo (siempre hacía las cosas con mucha calma), obtuvo una plaza de astronauta, por lo que se trasladó a Houston para su instrucción.
A principios de los años sesenta, la NASA ya había determinado que para el vuelo lunar se utilizarían dos vehículos, el primero llevaría a los astronautas hasta la órbita de la Luna, y el segundo se encargaría del descenso. Las condiciones ambientales distintas como falta de atmósfera o una gravedad de un sexto la de la Tierra, harían que los entrenamientos de esta última etapa fueran bastante complicados. Mayoritariamente se realizarían con un simulador, pero las prácticas reales necesitarían de un prototipo bastante difícil de simular las condiciones lunares. Neil Armstrong como ingeniero aeronáutico y probador, ya trabajaría en este proyecto en esos años, abandonándolo después y retomándolo a mediados de los sesenta. El prototipo de módulo de descenso era un artefacto con forma de araña, en su parte central inferior tenía dos motores cohete que harían ascender y descender el aparato, y dieciséis propulsores mas que se encargarían de la estabilización y del empuje. El 6 de Mayo de 1968, Armstrong se subía por segunda vez a esta extraña nave. En un momento determinado esta hizo un movimiento brusco de cabeceo iniciando una caída irremediable, Neil se eyectó en la última fracción de segundo, ya que un poco más tarde la expulsión se habría hecho contra el suelo. Pocos minutos más tarde, Alan Bean (astronauta del Apolo 12) pasaba frente al despacho de Armstrong, el cual trabajaba rutinariamente. Unos metros más adelante unos compañeros le contaban lo sucedido, por lo que éste se volvería al despacho de Neil para confirmar la noticia. Cuando Bean le preguntó qué hacía allí después de lo sucedido, éste le contestó: “¿Y qué quieres que haga? Hoy es uno de esos malos días en que pierdes tu nave… ahora necesito terminar unos papeles y luego me voy a casa…” Con esta frialdad y tranquilidad era como se tomaba todas las cosas Neil Armstrong en la vida.
Y por fin llegó el día del bautizo espacial, el 16 de marzo de 1966, Armstrong como comandante y David Scott eran lanzados a la óbita terrestre en la Géminis 8. Su misión era acoplarse a una nave no tripulada y lanzada unos días antes llamada Agena. Dada la habilidad de Neil, la maniobra se realizó a la perfección, pero unos instantes después los astronautas observaban que el nuevo conjunto giraba cada vez más rápido, siendo imposible su detención. Esta situación se producía en una zona de sombra de comunicaciones con tierra, por lo que Neil decidió soltar el módulo Agena para ver si era este el causante del movimiento incontrolado. Una vez liberados, las cosas parecían ir mejor, pero pronto se darían cuenta que estaban girando de nuevo. De seguir así, esta situación les llevaría a perder la consciencia, ya que los giros iban en aumento. Armstrong decidió controlar la nave utilizando los sistemas de reentrada en la atmósfera, con el consiguiente riesgo de no tener combustible suficiente para las maniobras de descenso. La misión tuvo que ser abortada con rapidez, y la nave cayó sobre el Pacífico en una zona no prevista. La causa del problema fue la avería de uno de los motores de estabilización de la nave que se quedó encendido, produciendo un empuje descontrolado que hacía girar la nave. Pero la misión fue un éxito porque la parte importante de la misma que era el acoplamiento se había realizado perfectamente. Nuevamente la frialdad de Armstrong le haría no perder la cabeza, y tomar las decisiones correctas que le salvarían de una muerte segura.
En cierta ocasión, le preguntaron a un astronauta que qué se llevaría a la Luna, y él respondió que mas combustible. El poner un kilo de cualquier cosa en el espacio es tan caro, que el combustible que llevan las naves siempre está muy ajustado a sus necesidades. El 20 de Julio de 1969, Buzz Aldrin y Neil Armstrong se aproximaban en el módulo de descenso a la superficie lunar. Pocos segundos antes del contacto, el rudimentario ordenador de a bordo se colgaba, y los astronautas pasaban a dirigir la nave de forma manual. A pocos metros de la superficie de la Luna observaron que la zona prevista para el alunizaje estaba llena de grandes rocas. El posarse en esta zona podría ser catastrófico, porque de tumbarse el módulo lunar el posterior despegue se haría imposible, y se verían atrapados sin poder regresar. Nuevamente Armstrong iría buscando con su natural parsimonia un lugar apto para el alunizaje, pero el combustible se le acababa, y desde tierra le comunicaban que solo tenía treinta segundos de combustible, en ese momento se debería abortar la misión o quedarse para siempre en la Luna. Neil aguantó hasta los últimos segundos posando el módulo perfectamente sobre el satélite. Nuevamente demostraría su altísima cualificación para el trabajo al que fue destinado.
Este es Neil Armstrong, un hombre tímido, introvertido, que no pierde los nervios ni siquiera en una acalorada discusión, que vivió situaciones dramáticas en la guerra de Corea, o como cuando perdió a su pequeña hija de diez años víctima de un cáncer, que sorteó la muerte con serenidad y sangre fría, y siempre con una tranquilidad pasmosa.
Los astronautas con los que contaba la Nasa en los años sesenta tenían un nivel de preparación tan alto, que cualquiera de ellos estaba perfectamente capacitado para llevar a cabo la primera misión lunar. Las razones por las que se determinó que fuera Neil Armstong el primero, se deben a cuestiones de organización interna, más que a razones de cualificación personal. Pero en realidad Armstrong no dejaba de ser un personaje no solamente con una preparación excepcional, sino con un talante tranquilo y frío, capaz de solucionar las situaciones más peligrosas sin perder los nervios.
Neil Armstrong nació el 5 de Agosto de 1930 en Wapakoneta (Estados Unidos), en el seno de una familia de posición modesta. Mientras que a cualquier otro niño le hubiera gustado volar aviones, a Neil lo que le gustaba era construirlos, hacía maquetas en papel, cartón, madera, etc. Cuando tenía quince años, con los ahorros de pequeños trabajos, obtuvo el título para pilotar aviones, antes que el carnet de conducir. Sabía que para diseñar aviones lo mejor era saber pilotarlos. Sus padres no podían costearle unos estudios universitarios, por lo que firmó un contrato con el gobierno mediante el que se comprometía a servir en las Fuerzas Armadas a cambio de una beca de estudios, así comenzó la carrera de Ingeniería Aeronáutica. Ante la inminente entrada en guerra contra Corea, fue reclamado por el Ejército, sin terminar sus estudios, para someterse a una fase de adiestramiento y su posterior envío al país asiático. Allí viviría los momentos más duros de su vida al ver como desaparecían muchos de sus compañeros y amigos íntimos. En cierta ocasión, en un ataque en vuelo rasante, un cable antiaéreo le arrancó parte de un ala de su avión, en esta situación Neil mantuvo la calma, y poco a poco fue llevando de forma precaria su reactor hasta conseguir llegar a territorio de Corea del Sur, allí se eyectó del aparato y calló sobre un arrozal donde fue rescatado poco después. Una vez finalizada la guerra terminó sus estudios, y trabajó en el Centro de Investigaciones Lewis en Ohio, después trabajaría en la NACA, lo que luego sería la NASA, y a mediados de la década de los cincuenta se incorporaría al Centro de Vuelos Edwards, donde se convirtió en piloto de investigaciones de aeronaves de alta velocidad, donde tripularía el peligroso “X-15” que alcanzaba velocidades superiores a los 6.000 kilómetros por hora y alturas que rondaban los 100 kilómetros. También volaría, como probador de aviones en más de doscientos tipos distintos, incluyendo aviones a reacción, cohetes, helicópteros y planeadores. En 1962, a pesar de presentar la solicitud fuera de plazo (siempre hacía las cosas con mucha calma), obtuvo una plaza de astronauta, por lo que se trasladó a Houston para su instrucción.
A principios de los años sesenta, la NASA ya había determinado que para el vuelo lunar se utilizarían dos vehículos, el primero llevaría a los astronautas hasta la órbita de la Luna, y el segundo se encargaría del descenso. Las condiciones ambientales distintas como falta de atmósfera o una gravedad de un sexto la de la Tierra, harían que los entrenamientos de esta última etapa fueran bastante complicados. Mayoritariamente se realizarían con un simulador, pero las prácticas reales necesitarían de un prototipo bastante difícil de simular las condiciones lunares. Neil Armstrong como ingeniero aeronáutico y probador, ya trabajaría en este proyecto en esos años, abandonándolo después y retomándolo a mediados de los sesenta. El prototipo de módulo de descenso era un artefacto con forma de araña, en su parte central inferior tenía dos motores cohete que harían ascender y descender el aparato, y dieciséis propulsores mas que se encargarían de la estabilización y del empuje. El 6 de Mayo de 1968, Armstrong se subía por segunda vez a esta extraña nave. En un momento determinado esta hizo un movimiento brusco de cabeceo iniciando una caída irremediable, Neil se eyectó en la última fracción de segundo, ya que un poco más tarde la expulsión se habría hecho contra el suelo. Pocos minutos más tarde, Alan Bean (astronauta del Apolo 12) pasaba frente al despacho de Armstrong, el cual trabajaba rutinariamente. Unos metros más adelante unos compañeros le contaban lo sucedido, por lo que éste se volvería al despacho de Neil para confirmar la noticia. Cuando Bean le preguntó qué hacía allí después de lo sucedido, éste le contestó: “¿Y qué quieres que haga? Hoy es uno de esos malos días en que pierdes tu nave… ahora necesito terminar unos papeles y luego me voy a casa…” Con esta frialdad y tranquilidad era como se tomaba todas las cosas Neil Armstrong en la vida.
Y por fin llegó el día del bautizo espacial, el 16 de marzo de 1966, Armstrong como comandante y David Scott eran lanzados a la óbita terrestre en la Géminis 8. Su misión era acoplarse a una nave no tripulada y lanzada unos días antes llamada Agena. Dada la habilidad de Neil, la maniobra se realizó a la perfección, pero unos instantes después los astronautas observaban que el nuevo conjunto giraba cada vez más rápido, siendo imposible su detención. Esta situación se producía en una zona de sombra de comunicaciones con tierra, por lo que Neil decidió soltar el módulo Agena para ver si era este el causante del movimiento incontrolado. Una vez liberados, las cosas parecían ir mejor, pero pronto se darían cuenta que estaban girando de nuevo. De seguir así, esta situación les llevaría a perder la consciencia, ya que los giros iban en aumento. Armstrong decidió controlar la nave utilizando los sistemas de reentrada en la atmósfera, con el consiguiente riesgo de no tener combustible suficiente para las maniobras de descenso. La misión tuvo que ser abortada con rapidez, y la nave cayó sobre el Pacífico en una zona no prevista. La causa del problema fue la avería de uno de los motores de estabilización de la nave que se quedó encendido, produciendo un empuje descontrolado que hacía girar la nave. Pero la misión fue un éxito porque la parte importante de la misma que era el acoplamiento se había realizado perfectamente. Nuevamente la frialdad de Armstrong le haría no perder la cabeza, y tomar las decisiones correctas que le salvarían de una muerte segura.
En cierta ocasión, le preguntaron a un astronauta que qué se llevaría a la Luna, y él respondió que mas combustible. El poner un kilo de cualquier cosa en el espacio es tan caro, que el combustible que llevan las naves siempre está muy ajustado a sus necesidades. El 20 de Julio de 1969, Buzz Aldrin y Neil Armstrong se aproximaban en el módulo de descenso a la superficie lunar. Pocos segundos antes del contacto, el rudimentario ordenador de a bordo se colgaba, y los astronautas pasaban a dirigir la nave de forma manual. A pocos metros de la superficie de la Luna observaron que la zona prevista para el alunizaje estaba llena de grandes rocas. El posarse en esta zona podría ser catastrófico, porque de tumbarse el módulo lunar el posterior despegue se haría imposible, y se verían atrapados sin poder regresar. Nuevamente Armstrong iría buscando con su natural parsimonia un lugar apto para el alunizaje, pero el combustible se le acababa, y desde tierra le comunicaban que solo tenía treinta segundos de combustible, en ese momento se debería abortar la misión o quedarse para siempre en la Luna. Neil aguantó hasta los últimos segundos posando el módulo perfectamente sobre el satélite. Nuevamente demostraría su altísima cualificación para el trabajo al que fue destinado.
Este es Neil Armstrong, un hombre tímido, introvertido, que no pierde los nervios ni siquiera en una acalorada discusión, que vivió situaciones dramáticas en la guerra de Corea, o como cuando perdió a su pequeña hija de diez años víctima de un cáncer, que sorteó la muerte con serenidad y sangre fría, y siempre con una tranquilidad pasmosa.
lunes, 27 de septiembre de 2010
Las esposas de los cosmonautas
Os he contado en otro artículo como era la vida de las esposas de los astronautas, en justicia pienso de también debería hacerlo con las esposas de los cosmonautas, aunque en este caso el papel de estas no tenía ningún tipo de transcendencia.
De todos es conocida la opacidad informativa de la U.R.S.S. Las cosas siempre se hacían en el más absoluto secreto, y solamente transcendían a los medios de comunicación sus éxitos y muy pocos fracasos. De tal manera que ni siquiera los mismos cosmonautas, o cualquier persona implicada en el programa espacial eran conocidos por la sociedad soviética. En una entrevista hecha a principios del año 2000 en Estados Unidos a la hija de Serguei Korolev (ingeniero jefe del programa espacial soviético), se lamentaba de que en ocasiones oía por la calle conversaciones sobre quién sería el cerebro que estaba al frente de todo aquello, sin poder decir que era su padre. No solamente porque podía poner en peligro su profesión, sino porque nunca la creerían. Por lo tanto si los cosmonautas no eran conocidos, mucho menos sus esposas. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera se conocían entre ellas.
El sueldo de un cosmonauta no era mucho más que el de un oficial del ejército en zona de riesgo, por lo tanto vivían discretamente sin grandes lujos. No era la misma situación cuando sus nombres se hacían populares como es el caso de Gagarin, que bajo el mandato de Kruschev siempre vivió rodeado de todo tipo de lujos. Casado con Valentina Goricheva (en la foto), esta nunca fue muy amiga de los viajes y actos sociales a los que se veía comprometido su marido por su situación, sin embargo siempre lo acompañaba pacientemente debido a su fama de mujeriego.
Las mujeres de los cosmonautas sufrían en silencio y en soledad las misiones de sus maridos, en pocas ocasiones transcienden a la historia. Quizás uno de los pocos casos en los que un nombre transcendió fue el caso de Valentina Y. Kiselyova, esposa de Vladimir Komarov, que ante la situación tan grave que se había producido en la Soyuz 1, fue invitada a mantener una conversación de despedida con su marido antes de su muerte.
Hay que tener en cuenta también el machismo de la sociedad soviética ,que hacía aún mucho más discreta la posición social de estas mujeres, y que en su sencillez contrastaba con el lujo y el glamour de las norteamericanas. Las esposas de los cosmonautas siempre fueron discretas y abnegadas madres de familia, que cumplieron con lo que la sociedad comunista del momento les demandaba.
De todos es conocida la opacidad informativa de la U.R.S.S. Las cosas siempre se hacían en el más absoluto secreto, y solamente transcendían a los medios de comunicación sus éxitos y muy pocos fracasos. De tal manera que ni siquiera los mismos cosmonautas, o cualquier persona implicada en el programa espacial eran conocidos por la sociedad soviética. En una entrevista hecha a principios del año 2000 en Estados Unidos a la hija de Serguei Korolev (ingeniero jefe del programa espacial soviético), se lamentaba de que en ocasiones oía por la calle conversaciones sobre quién sería el cerebro que estaba al frente de todo aquello, sin poder decir que era su padre. No solamente porque podía poner en peligro su profesión, sino porque nunca la creerían. Por lo tanto si los cosmonautas no eran conocidos, mucho menos sus esposas. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera se conocían entre ellas.
El sueldo de un cosmonauta no era mucho más que el de un oficial del ejército en zona de riesgo, por lo tanto vivían discretamente sin grandes lujos. No era la misma situación cuando sus nombres se hacían populares como es el caso de Gagarin, que bajo el mandato de Kruschev siempre vivió rodeado de todo tipo de lujos. Casado con Valentina Goricheva (en la foto), esta nunca fue muy amiga de los viajes y actos sociales a los que se veía comprometido su marido por su situación, sin embargo siempre lo acompañaba pacientemente debido a su fama de mujeriego.
Las mujeres de los cosmonautas sufrían en silencio y en soledad las misiones de sus maridos, en pocas ocasiones transcienden a la historia. Quizás uno de los pocos casos en los que un nombre transcendió fue el caso de Valentina Y. Kiselyova, esposa de Vladimir Komarov, que ante la situación tan grave que se había producido en la Soyuz 1, fue invitada a mantener una conversación de despedida con su marido antes de su muerte.
Hay que tener en cuenta también el machismo de la sociedad soviética ,que hacía aún mucho más discreta la posición social de estas mujeres, y que en su sencillez contrastaba con el lujo y el glamour de las norteamericanas. Las esposas de los cosmonautas siempre fueron discretas y abnegadas madres de familia, que cumplieron con lo que la sociedad comunista del momento les demandaba.
lunes, 20 de septiembre de 2010
El primer paseo espacial
A principios de los años sesenta la humanidad emprendía la carrera más larga de la historia. La meta nunca había estado tan lejos, la Luna, y los competidores las dos potencias económicas resultantes de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética. Ambos competidores afrontaban el reto con dos proyectos similares, por el lado soviético el programa Vostok, y por el americano el Mércuri. En ambos casos la tripulación de estas naves constaba de un solo pasajero, y una vez puestas en órbita carecían de capacidad de maniobrabilidad, o sea, solamente podían cambiar de órbita para descender.
Una vez acabado este programa, los americanos anunciaban el siguiente paso, el proyecto Gémini. Mucho más ambicioso que el anterior, se pretendía realizar cambios de órbita, encuentros y acoplamientos, paseos espaciales, y todo lo necesario para lo que luego sería el viaje a la Luna. Por su parte los soviéticos se dormían en los laureles, y ante la inminente entrada en servicio de las Gémini americanas, Kruchev instaba a su jefe del programa espacial, Korolev, a colocar no solo dos cosmonautas en el espacio sino tres. Korolev y su equipo trabajaban en la nueva Soyuz, pero a esta aún le faltaban dos años de trabajo, por lo que ingeniosamente decidió hacer una serie de modificaciones en la Vostok al objeto de incluir tres pasajeros donde antes solo iba uno. Para ello se asumieron una serie de riesgos como no llevar los cosmonautas traje espacial, o pocas reservas de oxígeno.A la izquierda la nave Vostok con un solo tripulante. En el centro la nave Voskhod 1 con tres tripulantes donde antes había solo uno. Y a la derecha la nave Voskhod 2 con dos tripulantes y la esclusa de salida al espacio.
Apareció así el que sería el proyecto Voskhod. El viaje sería un éxito, y el ambicioso Kruchev ahora aún quería más: una salida extravehicular. Los tanques de oxígeno de las Voskhod no tenían capacidad para una vez despresurizada la cápsula volver a presurizarla, por lo que ideó un sistema consistente en instalar un habitáculo intermedio donde el cosmonauta accedería al exterior, sin tener que despresurizar por completo la nave. Este habitáculo consistía en un tubo hinchable, como pasillo donde se efectuaba la descompresión para la posterior salida al exterior.Recreación de la nave soviética Voskhod 2 con su esclusa.
El 18 de Marzo de 1965 despegaba de Baikonur la Voskhod 2 con los cosmonautas Pavel Belyayev y Alexei Leonov(en la foto). Una vez alcanzada la órbita los cosmonautas se pusieron manos a la obra, Belyayev desplegó la esclusa hinchable y procedió a presurizar el nuevo habitáculo. Cuando se hubieron igualado las presiones abrió la compuerta interior por donde se introdujo Leonov con la cabeza por delante. A continuación se cerraría la compuerta y se procedería a la despresurización de la esclusa, una vez terminada se abriría la compuerta exterior y poco a poco Leonov iría saliendo al espacio. Más tarde recordaría: “Era una sensación extraordinaria. Nunca había sentido nada igual. Flotaba en libertad sobre el planeta Tierra y lo veía… veía como rotaba majestuosamente debajo de mí…” Al principio las cosas iban muy bien y Leonov disfrutaba de la nueva situación, pero pasados 10 minutos sintió que la situación se le escapaba de las manos. Debido a la presión interior del traje, este se fue deformando poco a poco. En una entrevista celebrada en el año 2000, diría: “Aunque en un principio el traje me estaba ajustado, mis pies se salieron de las botas y mis manos escaparon de los guantes. El trabajo se hacía imposible, intentaba coger los asideros y mis dedos no los agarraban…” Leonov intentaba volver al interior de la esclusa porque la situación de hacía insostenible, pero debido a lo hinchado que estaba el traje le resultaba imposible entrar por la compuerta. Entonces decidió despresurizar parcialmente su traje, sin consultar con el control de la misión: “…No pregunté a tierra sobre esto. Pensé que no tenía tiempo para ello. Podía imaginarme la cantidad de discusiones que seguirían y al fin y al cabo era yo quién tenía que hacerlo… Decidí que había estado respirando oxígeno el tiempo suficiente como para prevenir la formación de burbujas de nitrógeno en la sangre. Existía cierto riesgo pero no podía hacer otra cosa, y una vez hecho todo empezó a ir normal…” Comenta Leonov. Poco a poco se fue introduciendo en la esclusa, pero con los nervios lo hizo con la cabeza por delante, y en esta situación no podía cerrar la compuerta exterior. Estaba agotado y ahora se encontraba con el problema de tener que darse la vuelta dentro de la esclusa. La altura de Leonov con el traje puesto era de 1,90 metros, sin embargo el diámetro de la esclusa era de 1 metro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo de contorsión para cambiar la posición, muy poco le faltaría para quedarse atascado en el intento. Su traje no estaba preparado para una actividad tan grande, y su sistema de refrigeración no podía equilibrar el calor producido por tanto esfuerzo, las pulsaciones del cosmonauta se elevaban a 140-160 pulsaciones por minuto, y la temperatura de su cuerpo subiría 2 grados, el traje se inundaba de sudor. Finalmente consiguió darse la vuelta y cerrar la esclusa, a continuación se volvió a presurizar el compartimento y felizmente pudo acceder al interior de la Voskhod.
Pero los problemas no acabarían aquí, la expulsión de la exclusa hinchable causó una avería en el sensor solar encargado de orientar correctamente la nave para la maniobra de reentrada, además un deficiente ajuste de la escotilla de la cápsula dio lugar a que empezase a perderse el aire del interior. Afortunadamente los depósitos de oxígeno de la Voskhod tenían el suficiente aire como para compensar la pérdida, siempre y cuando el descenso no se demorase. Cuando en la órbita 16 se procedió a las maniobras de salida de órbita para iniciar el descenso, los retrocohetes no funcionaron debido a la avería del sensor solar, una mala orientación en la reentrada podría suponer estrellarse contra la atmósfera, o perderse en la inmensidad del espacio. El propio Korolev se haría cargo del problema y ordenaría a la tripulación la realización de una reentrada manual. Debido a que los cosmonautas llevaban el traje espacial puesto, esta maniobra se haría muy dificultosa, pero gracias a la pericia de los mismos la operación terminaría realizándose con éxito. Todas estas maniobras traerían consigo que la nave terminara cayendo a casi 2.000 kilómetros del lugar previsto. Pero los problemas seguirían sucediéndose, puesto que el módulo de servicio que portaba los retrocohetes no se desprendió de la capsula, y ahora la reentrada no se haría con el escudo térmico. Nuevamente la suerte estaba del lado de los cosmonautas, y debido al calor de la reentrada las sujeciones se fundieron, soltando los retrocohetes y orientando el escudo térmico contra la atmósfera. La capsula cayó en medio de los Urales en una zona nevada y de espesa vegetación. Los equipos de rescate no llegarían hasta 8 horas después, y los helicópteros tendrían que aterrizar a 5 kilómetros del lugar donde se encontraban los cosmonautas. Dada la inminente caída de la noche, a los cosmonautas les lanzaron prendas de abrigo desde el aire y pasaron la noche a la intemperie. Cuando llegaron al día siguiente los equipos de rescate, era tan tarde que Leonov y Belyayev se vieron obligados a pasar otra noche en aquel lugar, esta vez acompañados por una veintena de soldados. Al día siguiente se taló una amplia zona del bosque donde pudieron aterrizar los helicópteros, y por fin rescatar a los cosmonautas.
El proyecto Voskhod sería un gran triunfo de cara al exterior, al transportar por primera vez tres cosmonautas y realizar el primer paseo espacial, pero la pérdida de estos dos años de trabajos retrasaría la finalización de la nave Soyuz, y con ello la pérdida de dos años que serían fundamentales en la carrera por llegar a la Luna.
Una vez acabado este programa, los americanos anunciaban el siguiente paso, el proyecto Gémini. Mucho más ambicioso que el anterior, se pretendía realizar cambios de órbita, encuentros y acoplamientos, paseos espaciales, y todo lo necesario para lo que luego sería el viaje a la Luna. Por su parte los soviéticos se dormían en los laureles, y ante la inminente entrada en servicio de las Gémini americanas, Kruchev instaba a su jefe del programa espacial, Korolev, a colocar no solo dos cosmonautas en el espacio sino tres. Korolev y su equipo trabajaban en la nueva Soyuz, pero a esta aún le faltaban dos años de trabajo, por lo que ingeniosamente decidió hacer una serie de modificaciones en la Vostok al objeto de incluir tres pasajeros donde antes solo iba uno. Para ello se asumieron una serie de riesgos como no llevar los cosmonautas traje espacial, o pocas reservas de oxígeno.A la izquierda la nave Vostok con un solo tripulante. En el centro la nave Voskhod 1 con tres tripulantes donde antes había solo uno. Y a la derecha la nave Voskhod 2 con dos tripulantes y la esclusa de salida al espacio.
Apareció así el que sería el proyecto Voskhod. El viaje sería un éxito, y el ambicioso Kruchev ahora aún quería más: una salida extravehicular. Los tanques de oxígeno de las Voskhod no tenían capacidad para una vez despresurizada la cápsula volver a presurizarla, por lo que ideó un sistema consistente en instalar un habitáculo intermedio donde el cosmonauta accedería al exterior, sin tener que despresurizar por completo la nave. Este habitáculo consistía en un tubo hinchable, como pasillo donde se efectuaba la descompresión para la posterior salida al exterior.Recreación de la nave soviética Voskhod 2 con su esclusa.
El 18 de Marzo de 1965 despegaba de Baikonur la Voskhod 2 con los cosmonautas Pavel Belyayev y Alexei Leonov(en la foto). Una vez alcanzada la órbita los cosmonautas se pusieron manos a la obra, Belyayev desplegó la esclusa hinchable y procedió a presurizar el nuevo habitáculo. Cuando se hubieron igualado las presiones abrió la compuerta interior por donde se introdujo Leonov con la cabeza por delante. A continuación se cerraría la compuerta y se procedería a la despresurización de la esclusa, una vez terminada se abriría la compuerta exterior y poco a poco Leonov iría saliendo al espacio. Más tarde recordaría: “Era una sensación extraordinaria. Nunca había sentido nada igual. Flotaba en libertad sobre el planeta Tierra y lo veía… veía como rotaba majestuosamente debajo de mí…” Al principio las cosas iban muy bien y Leonov disfrutaba de la nueva situación, pero pasados 10 minutos sintió que la situación se le escapaba de las manos. Debido a la presión interior del traje, este se fue deformando poco a poco. En una entrevista celebrada en el año 2000, diría: “Aunque en un principio el traje me estaba ajustado, mis pies se salieron de las botas y mis manos escaparon de los guantes. El trabajo se hacía imposible, intentaba coger los asideros y mis dedos no los agarraban…” Leonov intentaba volver al interior de la esclusa porque la situación de hacía insostenible, pero debido a lo hinchado que estaba el traje le resultaba imposible entrar por la compuerta. Entonces decidió despresurizar parcialmente su traje, sin consultar con el control de la misión: “…No pregunté a tierra sobre esto. Pensé que no tenía tiempo para ello. Podía imaginarme la cantidad de discusiones que seguirían y al fin y al cabo era yo quién tenía que hacerlo… Decidí que había estado respirando oxígeno el tiempo suficiente como para prevenir la formación de burbujas de nitrógeno en la sangre. Existía cierto riesgo pero no podía hacer otra cosa, y una vez hecho todo empezó a ir normal…” Comenta Leonov. Poco a poco se fue introduciendo en la esclusa, pero con los nervios lo hizo con la cabeza por delante, y en esta situación no podía cerrar la compuerta exterior. Estaba agotado y ahora se encontraba con el problema de tener que darse la vuelta dentro de la esclusa. La altura de Leonov con el traje puesto era de 1,90 metros, sin embargo el diámetro de la esclusa era de 1 metro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo de contorsión para cambiar la posición, muy poco le faltaría para quedarse atascado en el intento. Su traje no estaba preparado para una actividad tan grande, y su sistema de refrigeración no podía equilibrar el calor producido por tanto esfuerzo, las pulsaciones del cosmonauta se elevaban a 140-160 pulsaciones por minuto, y la temperatura de su cuerpo subiría 2 grados, el traje se inundaba de sudor. Finalmente consiguió darse la vuelta y cerrar la esclusa, a continuación se volvió a presurizar el compartimento y felizmente pudo acceder al interior de la Voskhod.
Pero los problemas no acabarían aquí, la expulsión de la exclusa hinchable causó una avería en el sensor solar encargado de orientar correctamente la nave para la maniobra de reentrada, además un deficiente ajuste de la escotilla de la cápsula dio lugar a que empezase a perderse el aire del interior. Afortunadamente los depósitos de oxígeno de la Voskhod tenían el suficiente aire como para compensar la pérdida, siempre y cuando el descenso no se demorase. Cuando en la órbita 16 se procedió a las maniobras de salida de órbita para iniciar el descenso, los retrocohetes no funcionaron debido a la avería del sensor solar, una mala orientación en la reentrada podría suponer estrellarse contra la atmósfera, o perderse en la inmensidad del espacio. El propio Korolev se haría cargo del problema y ordenaría a la tripulación la realización de una reentrada manual. Debido a que los cosmonautas llevaban el traje espacial puesto, esta maniobra se haría muy dificultosa, pero gracias a la pericia de los mismos la operación terminaría realizándose con éxito. Todas estas maniobras traerían consigo que la nave terminara cayendo a casi 2.000 kilómetros del lugar previsto. Pero los problemas seguirían sucediéndose, puesto que el módulo de servicio que portaba los retrocohetes no se desprendió de la capsula, y ahora la reentrada no se haría con el escudo térmico. Nuevamente la suerte estaba del lado de los cosmonautas, y debido al calor de la reentrada las sujeciones se fundieron, soltando los retrocohetes y orientando el escudo térmico contra la atmósfera. La capsula cayó en medio de los Urales en una zona nevada y de espesa vegetación. Los equipos de rescate no llegarían hasta 8 horas después, y los helicópteros tendrían que aterrizar a 5 kilómetros del lugar donde se encontraban los cosmonautas. Dada la inminente caída de la noche, a los cosmonautas les lanzaron prendas de abrigo desde el aire y pasaron la noche a la intemperie. Cuando llegaron al día siguiente los equipos de rescate, era tan tarde que Leonov y Belyayev se vieron obligados a pasar otra noche en aquel lugar, esta vez acompañados por una veintena de soldados. Al día siguiente se taló una amplia zona del bosque donde pudieron aterrizar los helicópteros, y por fin rescatar a los cosmonautas.
El proyecto Voskhod sería un gran triunfo de cara al exterior, al transportar por primera vez tres cosmonautas y realizar el primer paseo espacial, pero la pérdida de estos dos años de trabajos retrasaría la finalización de la nave Soyuz, y con ello la pérdida de dos años que serían fundamentales en la carrera por llegar a la Luna.
lunes, 6 de septiembre de 2010
¿Qué dejó el hombre en la Luna?
En estos últimos cincuenta años de exploración espacial, la Tierra y la Luna han hecho un intercambio de materiales de los cuales la peor parada sería esta última.
Por un lado, de la Luna se han traído cerca de 400 kilos de rocas y polvo lunar, bien mediante las seis expediciones Apolo de la NASA, además de las tres misiones Luna soviéticas que trajeron unos trescientos gramos de polvo lunar en total. Las piedras traídas por los americanos se encuentran repartidas por museos y laboratorios de todo el mundo, en condiciones de esterilidad para preservar su pureza, pero la mayor parte de las mismas se encuentran en el Centro Espacial Johnson de Houston.
Por el contrario, en la Luna el hombre ha dejado más de 170.000 kilos de chatarra, aparatos de medición, y basura. Hasta el momento, sobre la Luna han caído por diferentes motivos más de cuarenta satélites, tanto americanos como soviéticos, aparte de dos japoneses, uno europeo y otro más indio. También se han dejado caer las terceras fases de cohetes Saturno de todas las naves Apolo que viajaron a la Luna. Así como seis fases de descenso del módulo lunar, seis de ascenso y una más de descenso del Apolo 10, que realizó un ensayo de aproximación a la superficie lunar sin llegar a alunizar. Se encuentran sobre la superficie lunar tres vehículos espaciales Rover, con los que las misiones Apolo 15, 16 y 17 inspeccionaron los alrededores de su asentamiento. Los Apolo 15 y 16 dejaron dos subsatélites con la misión de medir los campos magnéticos de la Luna, que poco después también terminarían cayendo.
A parte de estos objetos mayores, en la Luna también podemos encontrar materiales diversos como: herramientas, cámaras de televisión, cables, antenas, banderas con sus respectivos mástiles, etc. De igual manera se encuentran varios aparatos encargados de registrar movimientos sísmicos, o tres retro-reflactores, con los cuales lanzando un rayo láser desde la Tierra y midiendo el tiempo que tarda en volver, se puede medir la distancia exacta en todo momento al satélite, este experimento nos ha llevado a determinar que la Luna se aleja de la Tierra a razón de 3,5 centímetros por año.
También encontramos objetos personales como: cubrebotas, equipos de supervivencia, contendores vacíos, bolsas de comida vacías, bandejas de comida, y excrementos. Al igual que dos pelotas de golf lanzadas por el astronauta Alan Shepard en la misión Apolo 14. Y otros objetos variados como una estatuilla con la figura de un astronauta, y una bandeja en la que están grabados los nombres de catorce astronautas y cosmonautas fallecidos en trabajos relacionados con la Carrera Espacial(en la foto). De forma extraoficial, se encuentran fotografías y otros objetos personales.
Debido a la falta de atmósfera en la Luna, y la consiguiente falta de erosión, todos estos objetos se encuentran completamente intactos desde el día en que allí fueron abandonados. Aproximadamente un 90% de todos estos objetos se encuentran perfectamente localizados, el otro 10% restante cayó sobre la Luna de forma descontrolada no pudiendo ser especificado su lugar de alunizaje.
Por un lado, de la Luna se han traído cerca de 400 kilos de rocas y polvo lunar, bien mediante las seis expediciones Apolo de la NASA, además de las tres misiones Luna soviéticas que trajeron unos trescientos gramos de polvo lunar en total. Las piedras traídas por los americanos se encuentran repartidas por museos y laboratorios de todo el mundo, en condiciones de esterilidad para preservar su pureza, pero la mayor parte de las mismas se encuentran en el Centro Espacial Johnson de Houston.
Por el contrario, en la Luna el hombre ha dejado más de 170.000 kilos de chatarra, aparatos de medición, y basura. Hasta el momento, sobre la Luna han caído por diferentes motivos más de cuarenta satélites, tanto americanos como soviéticos, aparte de dos japoneses, uno europeo y otro más indio. También se han dejado caer las terceras fases de cohetes Saturno de todas las naves Apolo que viajaron a la Luna. Así como seis fases de descenso del módulo lunar, seis de ascenso y una más de descenso del Apolo 10, que realizó un ensayo de aproximación a la superficie lunar sin llegar a alunizar. Se encuentran sobre la superficie lunar tres vehículos espaciales Rover, con los que las misiones Apolo 15, 16 y 17 inspeccionaron los alrededores de su asentamiento. Los Apolo 15 y 16 dejaron dos subsatélites con la misión de medir los campos magnéticos de la Luna, que poco después también terminarían cayendo.
A parte de estos objetos mayores, en la Luna también podemos encontrar materiales diversos como: herramientas, cámaras de televisión, cables, antenas, banderas con sus respectivos mástiles, etc. De igual manera se encuentran varios aparatos encargados de registrar movimientos sísmicos, o tres retro-reflactores, con los cuales lanzando un rayo láser desde la Tierra y midiendo el tiempo que tarda en volver, se puede medir la distancia exacta en todo momento al satélite, este experimento nos ha llevado a determinar que la Luna se aleja de la Tierra a razón de 3,5 centímetros por año.
También encontramos objetos personales como: cubrebotas, equipos de supervivencia, contendores vacíos, bolsas de comida vacías, bandejas de comida, y excrementos. Al igual que dos pelotas de golf lanzadas por el astronauta Alan Shepard en la misión Apolo 14. Y otros objetos variados como una estatuilla con la figura de un astronauta, y una bandeja en la que están grabados los nombres de catorce astronautas y cosmonautas fallecidos en trabajos relacionados con la Carrera Espacial(en la foto). De forma extraoficial, se encuentran fotografías y otros objetos personales.
Debido a la falta de atmósfera en la Luna, y la consiguiente falta de erosión, todos estos objetos se encuentran completamente intactos desde el día en que allí fueron abandonados. Aproximadamente un 90% de todos estos objetos se encuentran perfectamente localizados, el otro 10% restante cayó sobre la Luna de forma descontrolada no pudiendo ser especificado su lugar de alunizaje.
lunes, 30 de agosto de 2010
Los "V2". La ruina de Hitler
Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, mediante el Tratado de Versalles, a Alemania se le prohibiría la fabricación de todo tipo de armamento pesado. En aquel momento los cohetes no eran considerados como un arma altamente destructiva, por lo que serían omitidos en sus clausulas. En aquellos momentos un físico alemán y visionario de la astronáutica, Hermann Oberth, encandilaba a los alemanes con sus teorías sobre la construcción de cohetes de combustible líquido. Poco a poco proliferarían por toda Alemania los clubes de amigos de los cohetes, siendo su máximo exponente “La Sociedad para el vuelo espacial” o “VfR”( Verein für Raumschiffahrt). Pero en cierto momento los militares verían los cohetes como un arma de gran potencial, prohibiendo estos clubes y reclutando a jóvenes aficionados a los que becaban sus estudios, con la condición de posteriormente trabajar en la fabricación de prototipos cada vez más potentes en una base secreta en Peenemünde. Ni que decir tiene que esto era un flagrante incumplimiento de los acuerdos de Versalles.
Con la llegada al gobierno de Hitler, este no era muy optimista con el poder que podían llegar a desplegar los cohetes, por lo que redujo los presupuestos de la investigación al mínimo. Una vez alcanzada la primera mitad de la Segunda Guerra Mundial, y viendo que los aliados ganaban posiciones, no le quedó más remedio que confiar en la cohetería como el arma que podría marcar las diferencias en la contienda. Pero ya era demasiado tarde, se había perdido un tiempo precioso y la producción de cohetes aún necesitaba perfeccionarse, pero había que intentarlo. El 8 de Septiembre de 1944 caía sobre Londres el primer cohete V2 (en la foto), marcando así el comienzo de una nueva era histórica que cambiaría la vida del ser humano en el siglo XX.
Los V1 eran una especie de aviones programados, que una vez sobre el enemigo apagaban su motor y se dejaban caer sobre el objetivo, pero pronto fueron interceptados por los radares aliados, y llegó un momento que eran derribados por los antiaéreos antes de que llegaran a su destino Sin embargo los V2 alcanzaban altitudes de más de 80 kilómetros, y después caían sobre el enemigo a velocidades supersónicas, no dando tiempo a realizar ningún tipo de defensa. De hecho los primeros V2 caídos sobre Londres se pensó que habían sido explosiones de gas debido a cañerías defectuosas. El terror que sembraron los V2 se debió principalmente a la total indefensión que tenía la población civil En un plazo de unos cinco minutos caían a trescientos kilómetros del lugar de lanzamiento. La gente se enteraba de la llegada de un cohete cuando éste ya había explotado.
Pero no es oro todo lo que reluce, y una vez terminada la contienda y analizada a fondo, podemos llegar a decir que los cohetes V2 llevaron a la ruina al Tercer Reich. A pesar de la utilización de mano de obra esclava, la fabricación de un V2 era carísima, tanto, más o menos, como un bombardero convencional, sin embargo mientras los bombarderos tenían múltiples usos, los cohetes solamente tenían un solo uso. El propio ministro de Hitler, Albert Speer, llegaría a decir que mientras los aliados lanzaban una media de tres mil toneladas de bombas diarias sobre Alemania, Hitler contraatacaba con unos treinta cohetes, llevando unas veinticuatro toneladas diarias de explosivos sobre Inglaterra. Pero otro de los graves inconvenientes de los cohetes fue que solamente un 30 % daban en el blanco. Y siguiendo con las cifras, diremos que mientras los bombardeos aliados causaban cerca de 600.000 víctimas civiles en toda la contienda, las víctimas causadas por los V2 andaban alrededor de 5.400. Pero donde los V2 causaron la mayor cantidad de víctimas fue en la fábrica de producción de Mittelwerk, donde más de 10.000 prisioneros murieron víctimas de las atrocidades nazis. Lo más probable es que si Hitler hubiera destinado sus esfuerzos a la fabricación de bombarderos y cazas, el desarrollo de la guerra hubiera tomado un camino bien distinto. El mismo Eisenhower escribiría: “…si las V2 hubiesen entrado en servicio seis meses antes, nuestra invasión de Europa habría resultado extremadamente difícil, quizás imposible.” De todas formas, fuera como fuese, los V2 lo único que habrían hecho sería alargar la contienda, ya que tarde o temprano llevaría a Estados Unidos a platearse lanzar una bomba atómica sobre Alemania. En definitiva, puede que la escasa operatividad bélica de los nuevos misiles evitara al pueblo alemán males mayores.
Con la llegada al gobierno de Hitler, este no era muy optimista con el poder que podían llegar a desplegar los cohetes, por lo que redujo los presupuestos de la investigación al mínimo. Una vez alcanzada la primera mitad de la Segunda Guerra Mundial, y viendo que los aliados ganaban posiciones, no le quedó más remedio que confiar en la cohetería como el arma que podría marcar las diferencias en la contienda. Pero ya era demasiado tarde, se había perdido un tiempo precioso y la producción de cohetes aún necesitaba perfeccionarse, pero había que intentarlo. El 8 de Septiembre de 1944 caía sobre Londres el primer cohete V2 (en la foto), marcando así el comienzo de una nueva era histórica que cambiaría la vida del ser humano en el siglo XX.
Los V1 eran una especie de aviones programados, que una vez sobre el enemigo apagaban su motor y se dejaban caer sobre el objetivo, pero pronto fueron interceptados por los radares aliados, y llegó un momento que eran derribados por los antiaéreos antes de que llegaran a su destino Sin embargo los V2 alcanzaban altitudes de más de 80 kilómetros, y después caían sobre el enemigo a velocidades supersónicas, no dando tiempo a realizar ningún tipo de defensa. De hecho los primeros V2 caídos sobre Londres se pensó que habían sido explosiones de gas debido a cañerías defectuosas. El terror que sembraron los V2 se debió principalmente a la total indefensión que tenía la población civil En un plazo de unos cinco minutos caían a trescientos kilómetros del lugar de lanzamiento. La gente se enteraba de la llegada de un cohete cuando éste ya había explotado.
Pero no es oro todo lo que reluce, y una vez terminada la contienda y analizada a fondo, podemos llegar a decir que los cohetes V2 llevaron a la ruina al Tercer Reich. A pesar de la utilización de mano de obra esclava, la fabricación de un V2 era carísima, tanto, más o menos, como un bombardero convencional, sin embargo mientras los bombarderos tenían múltiples usos, los cohetes solamente tenían un solo uso. El propio ministro de Hitler, Albert Speer, llegaría a decir que mientras los aliados lanzaban una media de tres mil toneladas de bombas diarias sobre Alemania, Hitler contraatacaba con unos treinta cohetes, llevando unas veinticuatro toneladas diarias de explosivos sobre Inglaterra. Pero otro de los graves inconvenientes de los cohetes fue que solamente un 30 % daban en el blanco. Y siguiendo con las cifras, diremos que mientras los bombardeos aliados causaban cerca de 600.000 víctimas civiles en toda la contienda, las víctimas causadas por los V2 andaban alrededor de 5.400. Pero donde los V2 causaron la mayor cantidad de víctimas fue en la fábrica de producción de Mittelwerk, donde más de 10.000 prisioneros murieron víctimas de las atrocidades nazis. Lo más probable es que si Hitler hubiera destinado sus esfuerzos a la fabricación de bombarderos y cazas, el desarrollo de la guerra hubiera tomado un camino bien distinto. El mismo Eisenhower escribiría: “…si las V2 hubiesen entrado en servicio seis meses antes, nuestra invasión de Europa habría resultado extremadamente difícil, quizás imposible.” De todas formas, fuera como fuese, los V2 lo único que habrían hecho sería alargar la contienda, ya que tarde o temprano llevaría a Estados Unidos a platearse lanzar una bomba atómica sobre Alemania. En definitiva, puede que la escasa operatividad bélica de los nuevos misiles evitara al pueblo alemán males mayores.
lunes, 23 de agosto de 2010
Belka y Strelka: Las primeras cosmonautas
El pasado 19 de Agosto se cumplió el 50 aniversario del lanzamiento al espacio, por parte de la Unión Soviética, de las perras Belka y Strelka, retornando a la Tierra sanas y salvas, de esta manera serían los primeros seres vivos que saldrían al espacio y volverían en plenas condiciones de salud. Recordemos que el primer ser vivo que saldría al espacio sería la perra Laika, pero desgraciadamente su nave no tenía sistema de retorno por lo que murió. Un año antes, ya los americanos habían lanzado al espacio dos monas Rhesus (Baker y Able), pero estas volverían a la Tierra sin orbitarla.
Las perras volarían en un compartimento especial, alojado en la capsula “Sputnik 5”, e irían acompañadas de 40 ratones, dos ratas, plantas, semillas, frutas, insectos y otros seres vivos. Las perras (la carga más importante) eran observadas desde tierra con dos cámaras de televisión. Poco después del lanzamiento, parecían no manifestar señales de vida, aunque la telemetría decía lo contrario, la razón fue debida a lo que después se conocería como el mareo espacial. Unas órbitas más tarde Belka acabaría vomitando. Esta fue la razón por la que los médicos recomendarían que el primer viaje tripulado por un hombre (Gagarin) fuera solamente de una órbita. El segundo viaje tripulado de un hombre fue el de Titov, el cual daría 17 vueltas a la Tierra, padeciendo los mismos síntomas de mareo que las perras, situación esta que preocuparía mucho a los médicos del programa espacial soviético.
A parte de este inconveniente, el viaje de Belka y Strelka transcurrió sin incidentes, realizando 18 órbitas y haciendo una reentrada en la atmósfera perfecta, cayendo a una distancia de 10 kilómetros del lugar programado. A una determinada altura la pequeña capsula donde viajaban los animales fue eyectada, y caería aparte con paracaídas, como luego se haría con los primeros vuelos tripulados por personas. Finalmente se comprobó que las perras estaban en perfectas condiciones y que los efectos del mareo eran una cuestión transitoria
Las perras volarían en un compartimento especial, alojado en la capsula “Sputnik 5”, e irían acompañadas de 40 ratones, dos ratas, plantas, semillas, frutas, insectos y otros seres vivos. Las perras (la carga más importante) eran observadas desde tierra con dos cámaras de televisión. Poco después del lanzamiento, parecían no manifestar señales de vida, aunque la telemetría decía lo contrario, la razón fue debida a lo que después se conocería como el mareo espacial. Unas órbitas más tarde Belka acabaría vomitando. Esta fue la razón por la que los médicos recomendarían que el primer viaje tripulado por un hombre (Gagarin) fuera solamente de una órbita. El segundo viaje tripulado de un hombre fue el de Titov, el cual daría 17 vueltas a la Tierra, padeciendo los mismos síntomas de mareo que las perras, situación esta que preocuparía mucho a los médicos del programa espacial soviético.
A parte de este inconveniente, el viaje de Belka y Strelka transcurrió sin incidentes, realizando 18 órbitas y haciendo una reentrada en la atmósfera perfecta, cayendo a una distancia de 10 kilómetros del lugar programado. A una determinada altura la pequeña capsula donde viajaban los animales fue eyectada, y caería aparte con paracaídas, como luego se haría con los primeros vuelos tripulados por personas. Finalmente se comprobó que las perras estaban en perfectas condiciones y que los efectos del mareo eran una cuestión transitoria
lunes, 16 de agosto de 2010
La manipulación de las masas
En la mañana del 16 de Julio de 1969, alrededor de millón y medio de personas se arremolinaban fuera de los márgenes de seguridad de la plataforma de lanzamiento 39A de Cabo Kennedy. Muchos ya llevaban días ocupando con sus caravanas y tiendas de campaña los aledaños de la zona, otros llegaban a última hora colapsando carreteras y autopistas. El espectáculo, además de impresionante, era algo histórico que la gente no quería perderse. El enorme cohete de 110 metros de altura y casi tres millones de kilogramos de peso estaba a punto de ser lanzado al espacio con la finalidad de poner un hombre en la Luna. Miles de periodistas con sus cámaras fotográficas, y las cámaras de televisión cubrían la noticia para el resto del mundo. El lugar era el ideal para hacerse notar, y allí llegaron el pastor Ralph Albernathy (en la foto) (sucesor del malogrado Martin Luther King y presidente de “La Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano) y más de un centenar de sus seguidores, con el fin de manifestarse en contra del despilfarro económico que se estaba haciendo con la exploración espacial. La idea consistía en que ese dinero era mejor gastarlo en paliar el hambre en el mundo. Los manifestantes ocuparon la entrada principal al Centro Espacial Johnson, y ante la mala imagen que pudiera empañar tan trascendental momento, el administrador de la Nasa señor Thomas Paine, se apresuró a citar a una delegación de los manifestantes en una de las salas del Centro. Allí dialogaron cordialmente, y el señor Paine explicó a los delegados las ventajas científicas que se desprendían de la exploración del espacio. Una vez Albernathy y sus delegados aclararon sus dudas, fueron invitados por Paine a pasar a la zona “vip” para presenciar el lanzamiento. Mientras, los manifestantes aguardaban pacientemente las órdenes de sus líderes. Acabado el espectáculo, Albernathy y sus seguidores se retiraron tranquilamente con la conciencia de haber cumplido con su deber.
lunes, 9 de agosto de 2010
Hermann Oberth. Padre de la astronautica alemana.
Herman Oberth nació el 25 de Junio de 1894 en Sibiu (Transilvania-Rumanía), aunque viviría una gran parte de su vida en Alemania. Junto con Konstantin Tsiolkovski (Unión Soviética) y Robert Goddard (Estados Unidos), se les puede considerar como los padres de la astronáutica, debido a que a pesar de no haber tenido conexión entre ellos, sentaron las bases de la cohetería y del vuelo espacial.
Curiosamente como también pasara con casi la totalidad de los grandes personajes de la historia de la exploración espacial, Oberth en su juventud se vio cautivado con la lectura de las obras de Julio Verne, en especial la novela: “De la Tierra a la Luna”. A pesar de su afición a los cohetes, comenzó estudios de medicina en la universidad de Munich, sirviendo en el ejército como auxiliar en la Primera Guerra Mundial. De esta forma concluiría que esta no era su vocación, y al término de la contienda continuó estudios universitarios, pero en este caso de física en la Universidad de Heidelberg. Una vez terminada su carrera, presentó una tesis doctoral que estaba tan por encima de los conocimientos de los catedráticos del tribunal, que estos no se atrevieron a valorarla. Se encontraron tan desconcertados que el departamento de astronomía decía que eso no era astronomía, y el de física que eso no era física. Para quitarse la responsabilidad de encima le sugirieron que realizara otra tesis, calificando esta como demasiado utópica, por lo que no podían darle el doctorado. A lo que Oberth se negó rotundamente, respondiendo a los catedráticos que para ser un gran científico no le hacía falta doctorarse. En 1923 con dinero prestado por sus amigos, publicaría su tesis en un pequeño libro de noventa y dos páginas, titulado:”El cohete hacia el espacio interplanetario”, el cual rápidamente se convertiría en un superventas no solo en Alemania sino en toda Europa. Más tarde en 1929, editó una nueva versión, ahora de cuatrocientas veintinueve páginas, consiguiendo un éxito internacional y siendo considerada como una importante aportación a la ciencia.
En 1928 el director de cine Fritz Lang, después de leer el libro de Oberth, decidió filmar una historia de aventuras sobre viajes espaciales: “La mujer en la Luna”. Lang quería que su película fuera técnicamente correcta, por lo que exhortó a Oberth para ser su asesor técnico. Para ello se construyeron maquetas con un gran realismo para la época, y los datos técnicos eran de tal precisión, que los nazis retiraron la película de las pantallas, destruyendo a la vez las maquetas, puesto que pensaban que podían revelar aspectos de sus planes secretos para desarrollar un cohete auténtico.
La vida de Oberth transcurriría entre Alemania y diversos países de Europa. Trabajaría para la Escuela Técnica Superior Technische Hochschule de Viena, y luego en Alemania. Después en Peenemunde (Alemania) para el proyecto V2. En 1948 se fue a Suiza donde trabajaría como consultor. En 1950 se trasladaría a Italia para trabajar para la marina de este país. Después volvería a Alemania, y a continuación a Alabama (Estados Unidos), bajo las órdenes del que fuera su antiguo alumno Wernher von Braun. Finalmente en 1960 trabajaría en Convair, como consultor técnico del cohete Atlas.
Oberth fallecería el 28 de Diciembre de 1989 en Feucht (Nuremberg-Alemania), ciudad donde fue creado el museo del espacio “Hermann Oberth”, y la “Sociedad Hermann Oberth” que reúne a científicos, investigadores y astronautas para continuar su trabajo en la astronáutica y la exploración espacial.
Hermann Oberth fue fundamentalmente un teórico. Sus estudios se basaron principalmente en las ecuaciones que regirán el viaje espacial, proponiendo la idea de un cohete de dos etapas, impulsado por medio de hidrógeno y oxígeno líquidos. Pero su mayor contribución a la astronáutica fue el hecho de atraer a cientos de personas hacia este campo. Ello daría como consecuencia la aparición de numerosos clubes de aficionados a los cohetes. A raíz de sus primeras publicaciones, en Alemania se desataría un movimiento que llegó a denominarse la “cohetemanía”. El mismo magnate del automóvil Fritz von Opel llegaría a poner cohetes a sus prototipos, alcanzando velocidades cercanas a los doscientos kilómetros por hora. Oberth sabría llegar al gran público haciendo ediciones mucho más accesibles al hombre de la calle. De estos clubes surgirían los ingenieros que llevarían a cabo la construcción de los misiles alemanes de la Segunda Guerra Mundial, los “V-2”, que luego trabajarían en Estados Unidos en el programa espacial norteamericano, liderado por el que fuera su antiguo alumno Wernher von Braun.
Curiosamente como también pasara con casi la totalidad de los grandes personajes de la historia de la exploración espacial, Oberth en su juventud se vio cautivado con la lectura de las obras de Julio Verne, en especial la novela: “De la Tierra a la Luna”. A pesar de su afición a los cohetes, comenzó estudios de medicina en la universidad de Munich, sirviendo en el ejército como auxiliar en la Primera Guerra Mundial. De esta forma concluiría que esta no era su vocación, y al término de la contienda continuó estudios universitarios, pero en este caso de física en la Universidad de Heidelberg. Una vez terminada su carrera, presentó una tesis doctoral que estaba tan por encima de los conocimientos de los catedráticos del tribunal, que estos no se atrevieron a valorarla. Se encontraron tan desconcertados que el departamento de astronomía decía que eso no era astronomía, y el de física que eso no era física. Para quitarse la responsabilidad de encima le sugirieron que realizara otra tesis, calificando esta como demasiado utópica, por lo que no podían darle el doctorado. A lo que Oberth se negó rotundamente, respondiendo a los catedráticos que para ser un gran científico no le hacía falta doctorarse. En 1923 con dinero prestado por sus amigos, publicaría su tesis en un pequeño libro de noventa y dos páginas, titulado:”El cohete hacia el espacio interplanetario”, el cual rápidamente se convertiría en un superventas no solo en Alemania sino en toda Europa. Más tarde en 1929, editó una nueva versión, ahora de cuatrocientas veintinueve páginas, consiguiendo un éxito internacional y siendo considerada como una importante aportación a la ciencia.
En 1928 el director de cine Fritz Lang, después de leer el libro de Oberth, decidió filmar una historia de aventuras sobre viajes espaciales: “La mujer en la Luna”. Lang quería que su película fuera técnicamente correcta, por lo que exhortó a Oberth para ser su asesor técnico. Para ello se construyeron maquetas con un gran realismo para la época, y los datos técnicos eran de tal precisión, que los nazis retiraron la película de las pantallas, destruyendo a la vez las maquetas, puesto que pensaban que podían revelar aspectos de sus planes secretos para desarrollar un cohete auténtico.
La vida de Oberth transcurriría entre Alemania y diversos países de Europa. Trabajaría para la Escuela Técnica Superior Technische Hochschule de Viena, y luego en Alemania. Después en Peenemunde (Alemania) para el proyecto V2. En 1948 se fue a Suiza donde trabajaría como consultor. En 1950 se trasladaría a Italia para trabajar para la marina de este país. Después volvería a Alemania, y a continuación a Alabama (Estados Unidos), bajo las órdenes del que fuera su antiguo alumno Wernher von Braun. Finalmente en 1960 trabajaría en Convair, como consultor técnico del cohete Atlas.
Oberth fallecería el 28 de Diciembre de 1989 en Feucht (Nuremberg-Alemania), ciudad donde fue creado el museo del espacio “Hermann Oberth”, y la “Sociedad Hermann Oberth” que reúne a científicos, investigadores y astronautas para continuar su trabajo en la astronáutica y la exploración espacial.
Hermann Oberth fue fundamentalmente un teórico. Sus estudios se basaron principalmente en las ecuaciones que regirán el viaje espacial, proponiendo la idea de un cohete de dos etapas, impulsado por medio de hidrógeno y oxígeno líquidos. Pero su mayor contribución a la astronáutica fue el hecho de atraer a cientos de personas hacia este campo. Ello daría como consecuencia la aparición de numerosos clubes de aficionados a los cohetes. A raíz de sus primeras publicaciones, en Alemania se desataría un movimiento que llegó a denominarse la “cohetemanía”. El mismo magnate del automóvil Fritz von Opel llegaría a poner cohetes a sus prototipos, alcanzando velocidades cercanas a los doscientos kilómetros por hora. Oberth sabría llegar al gran público haciendo ediciones mucho más accesibles al hombre de la calle. De estos clubes surgirían los ingenieros que llevarían a cabo la construcción de los misiles alemanes de la Segunda Guerra Mundial, los “V-2”, que luego trabajarían en Estados Unidos en el programa espacial norteamericano, liderado por el que fuera su antiguo alumno Wernher von Braun.
lunes, 2 de agosto de 2010
Operación Paperclip. Alemanes de usar y tirar.
Una vez hubo acabado la Segunda Guerra Mundial, los aliados se lanzaron al expolio de lo poco que quedaba en Alemania. Uno de los factores de mayor interés para estos, fue lo que se le dio en llamar la caza de “cerebros”. Fundamentalmente Estados Unidos se precipitó a adentrarse en territorio alemán a la búsqueda de científicos, de los cuales obtener información tecnológica con la cual enriquecerse. Uno de los equipos que con mayor facilidad fue capturado fue el capitaneado por Wernher von Braun, el famoso creador de los misiles “V2”, en parte porque se entregaron a los americanos para no ser capturados por soviéticos o ingleses. Una vez en manos americanas, Braun negociaría su deportación y la de su equipo a Norteamérica con el fin de seguir trabajando en la creación de misiles, ahora para el ejército estadounidense. Pero antes, todos estos técnicos e ingenieros deberían de pasar por una serie de intensos interrogatorios con el objeto de no contratar a nadie que hubiera pertenecido a las S.S. o participado en delitos de sangre. Una vez hecha la depuración pertinente, 127 de unos 500 fueron enviados a Estados Unidos para proseguir con sus trabajos. Con el tiempo les acompañarían sus familias, y después se nacionalizarían americanos. Esta operación sería llamada “Overcast”, pero debido al archivo de los informes de estos interrogatorios con un clip, sería conocida popularmente como “Paperclip”. Estos informes serían clasificados, aunque debido a las innumerables denuncias de americanos, principalmente judíos y cazadores de nazis, serían revisados continuamente causando trastornos importantes en sus vidas y trabajo.
Uno de estos casos fue el de Arthur Rudolph (en la foto), que fuera director del programa Saturno V en el Centro Marshall, hasta que por motivos de salud lo dejara en 1968. Arthur se trasladó a California con su mujer y su hija, y allí vivió tranquilamente hasta que en 1984 agentes de la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento de Justicia llamaron a su puerta. El objeto de la visita versaba sobre la búsqueda de antiguos criminales de guerra nazis. Rudolph colaboró con los agentes como antes lo había hecho en la posguerra, pero las interpretaciones que estos harían de sus declaraciones serían muy distintas. Ante la posible inculpación en crímenes de guerra, se le ofreció una salida pactada que consistía en la pérdida de la nacionalidad americana y la expulsión del país. A cambio no sería juzgado, con el consiguiente riesgo de perder su pensión y su prestigio. Alejado del apoyo y desconocimiento de su situación por parte de sus excompañeros, Rudolph se vio obligado a retornar a su país de nacimiento, asqueado por recibir este trato cuando ya no era útil para la nación. Cuando sus antiguos compañeros del Centro Marshall se enteraron de la situación, le animaron para que volviera y se enfrentara al problema, al fin y al cabo no se aportaron más pruebas que las que ya había, y en su momento no habían supuesto ningún inconveniente. Rudolph intentó el regreso a los Estados Unidos, pero a su llegada fue rápidamente detenido por agentes de inmigración. Posteriormente fue juzgado, hallándosele inocente de todos sus cargos. De todas maneras, se le denegó su entrada en el país por problemas burocráticos, volviendo a Alemania donde moriría en 1996 a la edad de 89 años.
Las vidas de los alemanes del Paperclip en Estados Unidos nunca fueron tranquilas, el mismo Wernher von Braun fue interrogado varias veces más, pero siempre fue respetado dada su valía como experto en cohetes. No gozó de la misma suerte Arthur Rudolph, que una vez dejó de ser útil fue despreciado por el sistema americano.
La valoración que se pueda hacer de estos hechos la dejo en sus manos.
Uno de estos casos fue el de Arthur Rudolph (en la foto), que fuera director del programa Saturno V en el Centro Marshall, hasta que por motivos de salud lo dejara en 1968. Arthur se trasladó a California con su mujer y su hija, y allí vivió tranquilamente hasta que en 1984 agentes de la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento de Justicia llamaron a su puerta. El objeto de la visita versaba sobre la búsqueda de antiguos criminales de guerra nazis. Rudolph colaboró con los agentes como antes lo había hecho en la posguerra, pero las interpretaciones que estos harían de sus declaraciones serían muy distintas. Ante la posible inculpación en crímenes de guerra, se le ofreció una salida pactada que consistía en la pérdida de la nacionalidad americana y la expulsión del país. A cambio no sería juzgado, con el consiguiente riesgo de perder su pensión y su prestigio. Alejado del apoyo y desconocimiento de su situación por parte de sus excompañeros, Rudolph se vio obligado a retornar a su país de nacimiento, asqueado por recibir este trato cuando ya no era útil para la nación. Cuando sus antiguos compañeros del Centro Marshall se enteraron de la situación, le animaron para que volviera y se enfrentara al problema, al fin y al cabo no se aportaron más pruebas que las que ya había, y en su momento no habían supuesto ningún inconveniente. Rudolph intentó el regreso a los Estados Unidos, pero a su llegada fue rápidamente detenido por agentes de inmigración. Posteriormente fue juzgado, hallándosele inocente de todos sus cargos. De todas maneras, se le denegó su entrada en el país por problemas burocráticos, volviendo a Alemania donde moriría en 1996 a la edad de 89 años.
Las vidas de los alemanes del Paperclip en Estados Unidos nunca fueron tranquilas, el mismo Wernher von Braun fue interrogado varias veces más, pero siempre fue respetado dada su valía como experto en cohetes. No gozó de la misma suerte Arthur Rudolph, que una vez dejó de ser útil fue despreciado por el sistema americano.
La valoración que se pueda hacer de estos hechos la dejo en sus manos.
lunes, 26 de julio de 2010
¿Por qué flotan los astronautas?
Cuando preguntas a la gente por qué flotan los astronautas, siempre te responden que porque no hay gravedad, debido a que se encuentran muy alejados del centro de la Tierra y su poder de atracción disminuye. En realidad la gravedad depende de dos factores, por un lado la masa y por otro la distancia. En este caso, la masa siempre es la misma, o sea la masa del astronauta mas la de la Tierra, sin embargo en este caso lo que varía es la distancia que hay desde el centro de gravedad de la Tierra hasta su superficie, o hasta el astronauta, que por lo general suelen estar unos cuatrocientos kilómetros más lejos. Pero esta distancia no es óbice para que desaparezca por completo la gravedad a esa altura, en realidad podemos considerar que disminuye aproximadamente un diez por ciento, o sea, que en la estación espacial, por ejemplo, hay más o menos la misma gravedad que en la Tierra. Entonces… ¿Por qué flotan los astronautas?
Para explicar esto lo mejor será partir del mismo ejemplo que en su día expuso Newton. Imaginémonos un cañón en lo alto de una montaña que lanza una bala, e imaginémonos también que la Tierra fuera plana. La bala al ser lanzada con mucha fuerza alcanzará una gran distancia, que a su vez se verá interrumpida por la gravedad de la Tierra, haciéndola trazar una parábola hasta caer sobre el suelo. Pero al ser la Tierra redonda, si aumentamos la potencia del cañón, la bala saldrá con tanta fuerza que su trayectoria sería muy tensa, con lo que se saldría por la tangente, perdiéndose en las profundidades del espacio. El truco aquí está en calcular la potencia que le debemos de imprimir al proyectil, para que ni caiga a la Tierra ni se salga por la tangente. En este punto de equilibrio vamos a conseguir que la parábola de caída que trace la bala sea un poco más amplia que la curvatura de la Tierra. Al ser esta redonda, cuando caiga, resulta que debido a la velocidad que lleva, ya la habrá rebasado, por lo que nunca caerá sobre el suelo, sino un poco más adelante. De esta manera siempre estará cayendo y avanzando, de tal forma que terminará dando vueltas al planeta sin llegar nunca a encontrarlo en su caída. Es como si estuviera siempre cayendo hacia el borde de la Tierra. Esto es lo que se llama entrar en órbita, y la velocidad necesaria para esta maniobra anda por los 28.000 Km/h.
Esta situación de caída libre es la misma que se produce en el famoso avión de gravedad cero, que se deja caer desde una altura de unos diez mil metros, haciendo que todo lo que haya en su interior caiga a la misma velocidad, provocando la sensación de flotar. Esta constante caída hace que muchos astronautas, los primeros días en el espacio, sientan náuseas. Es como estar cayendo constantemente en una montaña rusa.
Para explicar esto lo mejor será partir del mismo ejemplo que en su día expuso Newton. Imaginémonos un cañón en lo alto de una montaña que lanza una bala, e imaginémonos también que la Tierra fuera plana. La bala al ser lanzada con mucha fuerza alcanzará una gran distancia, que a su vez se verá interrumpida por la gravedad de la Tierra, haciéndola trazar una parábola hasta caer sobre el suelo. Pero al ser la Tierra redonda, si aumentamos la potencia del cañón, la bala saldrá con tanta fuerza que su trayectoria sería muy tensa, con lo que se saldría por la tangente, perdiéndose en las profundidades del espacio. El truco aquí está en calcular la potencia que le debemos de imprimir al proyectil, para que ni caiga a la Tierra ni se salga por la tangente. En este punto de equilibrio vamos a conseguir que la parábola de caída que trace la bala sea un poco más amplia que la curvatura de la Tierra. Al ser esta redonda, cuando caiga, resulta que debido a la velocidad que lleva, ya la habrá rebasado, por lo que nunca caerá sobre el suelo, sino un poco más adelante. De esta manera siempre estará cayendo y avanzando, de tal forma que terminará dando vueltas al planeta sin llegar nunca a encontrarlo en su caída. Es como si estuviera siempre cayendo hacia el borde de la Tierra. Esto es lo que se llama entrar en órbita, y la velocidad necesaria para esta maniobra anda por los 28.000 Km/h.
Esta situación de caída libre es la misma que se produce en el famoso avión de gravedad cero, que se deja caer desde una altura de unos diez mil metros, haciendo que todo lo que haya en su interior caiga a la misma velocidad, provocando la sensación de flotar. Esta constante caída hace que muchos astronautas, los primeros días en el espacio, sientan náuseas. Es como estar cayendo constantemente en una montaña rusa.
lunes, 19 de julio de 2010
Brezhnev, una salida airosa
La década de los sesenta fueron los años más apasionantes de la exploración espacial. Las dos superpotencias mundiales (Estados Unidos y Unión Soviética) llevaban su particular guerra fría al espacio, y se marcaban una meta tácita de ser los primeros en poner un hombre sobre la superficie lunar. Cuando Neil Armstong puso su pié sobre la superficie lunar el 21 de Julio de 1969, a los soviéticos no les quedó más remedio que reconocer silenciosamente su derrota. Pero no estaban dispuestos a quedarse impasivos ante tan grande humillación, para ello en octubre de ese mismo año, lanzarían de forma sucesiva tres naves Soyuz al espacio, haciendo un alarde de profesionalidad y dominio del medio. El objeto de la misión era que dos naves realizaran una serie de maniobras de acoplamiento, mientras la tercera fotografiaba el espectáculo. Nuevamente la improvisación y las prisas jugaban una mala pasada a los soviéticos. Debido a problemas técnicos, las naves no pudieron acoplarse, y el espectáculo más bien circense tenía que ser suspendido. De todas formas, no dejaba de ser un hito mundial el hecho de poner al unísono tres naves en el espacio y siete hombres.
A pesar del fracaso había que sacarle el máximo partido al evento, y diez días después se celebraba en el Kremlin un acto para honrar a los cosmonautas. Fue entonces cuando tomando la palabra Brezhnev, y tratando de darle un giro positivo a tantos fracasos manifestó:”…la ciencia soviética contempla la instalación de estaciones orbitales con tripulaciones que se releven sucesivamente, como el camino principal del hombre hacia el espacio exterior… la construcción de estaciones y laboratorios orbitales de larga duración había sido desde el principio el objetivo soviético, y formaba parte de un extenso programa espacial en el que se venía trabajando desde hacía años…” De esta manera, Brezhnev pretendía decir al mundo que ellos nunca estuvieron interesados en llegar directamente a la Luna, y que nunca estuvieron inmersos en lo que se dio por llamar la “Carrera Espacial”. Hoy en día sabemos que todo esto es falso, puesto que los soviéticos tenían en marcha un gran programa espacial lunar que no pudo superar al americano.
De todas formas, este discurso marcaría un antes y un después en la exploración espacial soviética, ya que a partir de este momento centraron su actividad en las estaciones espaciales donde se hicieron unos auténticos expertos, y sus conocimientos serían de enorme transcendencia en la construcción de la Estación Espacial Internacional.
A pesar del fracaso había que sacarle el máximo partido al evento, y diez días después se celebraba en el Kremlin un acto para honrar a los cosmonautas. Fue entonces cuando tomando la palabra Brezhnev, y tratando de darle un giro positivo a tantos fracasos manifestó:”…la ciencia soviética contempla la instalación de estaciones orbitales con tripulaciones que se releven sucesivamente, como el camino principal del hombre hacia el espacio exterior… la construcción de estaciones y laboratorios orbitales de larga duración había sido desde el principio el objetivo soviético, y formaba parte de un extenso programa espacial en el que se venía trabajando desde hacía años…” De esta manera, Brezhnev pretendía decir al mundo que ellos nunca estuvieron interesados en llegar directamente a la Luna, y que nunca estuvieron inmersos en lo que se dio por llamar la “Carrera Espacial”. Hoy en día sabemos que todo esto es falso, puesto que los soviéticos tenían en marcha un gran programa espacial lunar que no pudo superar al americano.
De todas formas, este discurso marcaría un antes y un después en la exploración espacial soviética, ya que a partir de este momento centraron su actividad en las estaciones espaciales donde se hicieron unos auténticos expertos, y sus conocimientos serían de enorme transcendencia en la construcción de la Estación Espacial Internacional.
lunes, 12 de julio de 2010
El mejor gol del Mundial
Esta es la jugada mas comentada por la prensa española en la noche de ayer.
lunes, 28 de junio de 2010
El senador Proxmire y los presupuestos del SETI
Con la llegada del hombre a la Luna los presupuestos de la NASA se fueron paulatinamente recortando, hasta el punto de que tuvieron que ser suspendidas las tres últimas misiones del programa Apolo, pero no solo eso, sino que nunca hubo más dinero para volver a la Luna. Esta política de austeridad perjudicaría además de los programas lunares, a otros como el SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre). A este respecto “The Washington Post”, se haría eco de la siguiente anécdota:
En Octubre de 1981, representantes de la NASA se reunían con miembros del Senado para discutir los presupuestos para el año fiscal 1982. Poco a poco se fueron explicando los proyectos y las necesidades de la agencia espacial, y atendiendo a las preguntas de los senadores. Cuando se llegó al capítulo del SETI, el senador demócrata por el estado de Wisconsi, William Proxmire(en la foto), preguntó: “¿En qué consiste eso del SETI?” A lo que se le explicó que consistía en mandar señales al espacio, al objeto de recibir alguna posible respuesta que evidenciara la existencia de vida inteligente extraterrestre. Dicha investigación no convenció al senador, por lo que se denegaron los fondos presupuestados. Posteriormente, Proxmire informó al presidente Ronald Reagan, diciéndole textualmente: “Señor Presidente, hace tres años la NASA pidió tres millones de dólares para financiar un programa llamado “Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre”. La idea fundamental de este programa consiste en buscar inteligencia más allá de nuestro sistema solar. Nuestros mejores sabios de la NASA dicen que es probable que haya vida inteligente en algún punto de la galaxia. Yo he pensado siempre, que si se quieren buscar inteligencias habría que empezar precisamente aquí, en Washington, en donde ya es difícil encontrarlas; quizás sea incluso más difícil que encontrarlas en otros sistemas solares”.
En fin, si los políticos tuvieran el mismo grado de inteligencia que de ingenio, otro gallo nos cantaría. Por supuesto, aquel año se cancelarían los presupuestos del SETI. Los años posteriores se retomarían, pero en menor cuantía.
En Octubre de 1981, representantes de la NASA se reunían con miembros del Senado para discutir los presupuestos para el año fiscal 1982. Poco a poco se fueron explicando los proyectos y las necesidades de la agencia espacial, y atendiendo a las preguntas de los senadores. Cuando se llegó al capítulo del SETI, el senador demócrata por el estado de Wisconsi, William Proxmire(en la foto), preguntó: “¿En qué consiste eso del SETI?” A lo que se le explicó que consistía en mandar señales al espacio, al objeto de recibir alguna posible respuesta que evidenciara la existencia de vida inteligente extraterrestre. Dicha investigación no convenció al senador, por lo que se denegaron los fondos presupuestados. Posteriormente, Proxmire informó al presidente Ronald Reagan, diciéndole textualmente: “Señor Presidente, hace tres años la NASA pidió tres millones de dólares para financiar un programa llamado “Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre”. La idea fundamental de este programa consiste en buscar inteligencia más allá de nuestro sistema solar. Nuestros mejores sabios de la NASA dicen que es probable que haya vida inteligente en algún punto de la galaxia. Yo he pensado siempre, que si se quieren buscar inteligencias habría que empezar precisamente aquí, en Washington, en donde ya es difícil encontrarlas; quizás sea incluso más difícil que encontrarlas en otros sistemas solares”.
En fin, si los políticos tuvieran el mismo grado de inteligencia que de ingenio, otro gallo nos cantaría. Por supuesto, aquel año se cancelarían los presupuestos del SETI. Los años posteriores se retomarían, pero en menor cuantía.
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