De todos es conocida la opacidad informativa de la U.R.S.S. Las cosas siempre se hacían en el más absoluto secreto, y solamente transcendían a los medios de comunicación sus éxitos y muy pocos fracasos. De tal manera que ni siquiera los mismos cosmonautas, o cualquier persona implicada en el programa espacial eran conocidos por la sociedad soviética. En una entrevista hecha a principios del año 2000 en Estados Unidos a la hija de Serguei Korolev (ingeniero jefe del programa espacial soviético), se lamentaba de que en ocasiones oía por la calle conversaciones sobre quién sería el cerebro que estaba al frente de todo aquello, sin poder decir que era su padre. No solamente porque podía poner en peligro su profesión, sino porque nunca la creerían. Por lo tanto si los cosmonautas no eran conocidos, mucho menos sus esposas. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera se conocían entre ellas.
El sueldo de un cosmonauta no era mucho más que el de un oficial del ejército en zona de riesgo, por lo tanto vivían discretamente sin grandes lujos. No era la misma situación cuando sus nombres se hacían populares como es el caso de Gagarin, que bajo el mandato de Kruschev siempre vivió rodeado de todo tipo de lujos. Casado con Valentina Goricheva (en la foto), esta nunca fue muy amiga de los viajes y actos sociales a los que se veía comprometido su marido por su situación, sin embargo siempre lo acompañaba pacientemente debido a su fama de mujeriego.
Las mujeres de los cosmonautas sufrían en silencio y en soledad las misiones de sus maridos, en pocas ocasiones transcienden a la historia. Quizás uno de los pocos casos en los que un nombre transcendió fue el caso de Valentina Y. Kiselyova, esposa de Vladimir Komarov, que ante la situación tan grave que se había producido en la Soyuz 1, fue invitada a mantener una conversación de despedida con su marido antes de su muerte.
Hay que tener en cuenta también el machismo de la sociedad soviética ,que hacía aún mucho más discreta la posición social de estas mujeres, y que en su sencillez contrastaba con el lujo y el glamour de las norteamericanas. Las esposas de los cosmonautas siempre fueron discretas y abnegadas madres de familia, que cumplieron con lo que la sociedad comunista del momento les demandaba.
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