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lunes, 25 de octubre de 2010

¿A donde ir cuando la Tierra se muera?


Está perfectamente claro que si la humanidad quiere perpetuarse en el tiempo, llegará el día en que tendrá que ir haciéndose las maletas y marchar de la Tierra. Si antes no nos autodestruimos nosotros mismos, o si algún suceso cósmico lo impide, el Sol consumirá todo su hidrógeno y comenzará una fase que lo llevará a la muerte y la consiguiente desaparición de vida en la Tierra. Los astrónomos pronostican que esto ocurrirá dentro de 5.000 millones de años, pero no hará falta esperar tanto, ya que dentro de unos 1.000 millones de años la temperatura en la Tierra habrá subido tanto que el agua se habrá evaporado y disipado por el espacio, llevándose así cualquier tipo de vida conocido. El gran problema que nos acuciará entonces será adonde ir.

Por el momento, desde el año 1995 sabemos con toda seguridad que existen infinidad de planetas orbitando otras estrellas, el problema que ahora se nos plantea es como llegar a ellos en un breve plazo de tiempo. La estrella más cercana al Sol está aproximadamente a unos 4,5 años luz, pero que una nave espacial llegue a alcanzar esa velocidad aún es impensable. El artefacto mas alejado de nosotros hecho por el hombre y aún bajo control, es una de las naves Voyageur que después de más de 30 años en vuelo se encuentra prácticamente fuera del Sistema Solar. Si redujéramos el Sol al tamaño de un balón de futbol, y lo pusiéramos en Madrid, siguiendo esa misma escala tendríamos que colocar la estrella más cercana a nosotros (Alfa Centauro) aproximadamente en Buenos Aires, y tendríamos siguiendo la misma comparativa que la nave Voyageur aún no habría salido después de más de treinta años de vuelo del casco urbano de Madrid. Esto nos puede dar una idea de la gran problemática que supondrá la invención de nuevos sistemas de transporte.

Otro problema que debemos de tener claro a la hora de sacar nuestro billete es que el planeta elegido sea rocoso, ya que hasta el momento estos se encuentran en minoría, e instalarnos en un planeta gaseoso sería impensable.

También el tamaño sería de suma importancia, ya que en un planeta muy grande, la gravedad no nos permitiría ponernos en pié. En un planeta como Júpiter una persona de peso medio pesaría más de 200 kilogramos, lo que nos impediría cualquier tipo de movilidad. Y no digamos nada del alto nivel de radiación que nos aniquilaría automáticamente.

Este planeta ideal tendríamos que ir a buscarlo dentro de una franja que tienen todas las estrellas que se llama “zona de habitabilidad”. Esta es una estrecha región alrededor de una estrella en la que un planeta podría mantener agua en estado líquido. De igual manera la órbita de este planeta tendría que ser lo menos elíptica posible, ya que de no ser así, este se saldría de la zona de habitabilidad y su agua podría tanto congelarse como evaporarse.

Otro factor a tener en cuenta sería el tamaño de la estrella. Una estrella muy grande no sería muy interesante porque el ciclo vital de estas estrellas es muy corto, y nos encontraríamos con el problema de tener que irnos de allí en breve. Por otro lado, una estrella muy pequeña haría que la zona de habitabilidad estuviera muy cerca de ella, y esto a su vez produciría el efecto llamado “acoplamiento de marea”, por el que un planeta sincroniza el giro sobre su eje con el giro de traslación alrededor de su estrella, haciendo que siempre muestre la misma cara hacia su sol (este efecto lo tenemos entre la Luna y la Tierra), lo cual hará que una zona tenga temperaturas altísimas y otra bajísimas.

Hasta el momento solamente la enana roja Gliese 581 alberga un planeta dentro de la zona de habitabilidad llamado Gliese 581g, situado a unos 20 años luz, y que aparentemente cumple ciertos requisitos que nos puedan dar ciertas esperanzas de poder ser habitable. Pero aún disponemos de mucho tiempo, y aún tendrán que pasar muchas cosas.

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