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martes, 23 de febrero de 2010

Korolev y el Sputnik



Cuando en 1945 acabó la II Guerra Mundial, la nación soviética se hizo la siguiente reflexión: “En el plazo de dos siglos hemos tenido dos grandes invasiones por naciones rivales: en el siglo XIX Napoleón, y en el XX Hitler. Hemos de tratar de evitar que esto vuelva a suceder”. A partir de este momento los soviéticos iniciaron una política armamentística con el único objetivo de ser la nación más poderosa del mundo. El hipotético y mayor rival a batir eran los Estados Unidos, solo ellos tenían un arma que podría destruirlos de un plumazo, “la bomba atómica”. Por ello, todos sus esfuerzos se encaminarían en conseguir la terrible arma. En 1949 se realizaban las primeras pruebas nucleares con un éxito total.

Pero ahora aparecía un segundo problema: ¿Cómo lanzar esta bomba desde la Unión Soviética y ponerla en cualquier punto del mundo? Por su parte los norteamericanos poseían bases estratégicas repartidas por todo el planeta, desde donde sus potentes bombarderos podrían despegar, y viajando a grandes alturas alcanzar los objetivos más insospechados. Las miradas soviéticas se dirigían ahora hacia la cohetería. Los famosos “V2” alemanes habían demostrado el potencial de esta nueva forma de transporte. Comenzaba entonces
, un nuevo reto de la tecnología armamentística.

Las purgas de Stalin, receloso en especial de todos aquellos científicos que pudieran poner en peligro su situación de poder, llevó al país a prescindir de una buena parte de los mejores cerebros. Pero esta situación no duraría mucho, pronto comprenderían que una nación no podía progresar teniendo a sus científicos encarcelados.

Uno de estos científicos era Serguei Korolev(en la foto), un piloto probador de aviones con unos amplios conocimientos en ingeniería aeronáutica y aficionado en su juventud a la cohetería. Bajo la dirección de Tupolev, el famoso fabricante de aviones, participaría muy directamente en la construcción de los cohetes Katiusha, que tantos estragos harían en el frente alemán de la II Gerra Mundial.

Pronto el ejército soviético vería en Korolev al hombre mas capacitado para emprender la obra de fabricar el que sería el “ICBM” (misil balístico intercontinental). Para ello en 1955 en Tyura Tan actual Republica de Kazajistan, se comenzarían las obras de construcción del que sería, aún hoy en día, el mayor cosmódromo del mundo. Poco después se daría a conocer esta base de lanzamiento con el nombre de “Baikonur”, ciudad situada a cuatrocientos kilómetros al norte, y con el único fin de despistar a los agentes de la inteligencia norteamericana.

En Agosto de 1957, se realizarían las primeras pruebas del lanzador “R-7”, con un formato que aún hoy en día se sigue usando en Rusia como lanzador de las naves Soyuz. El cohete se componía de dos fases, con cuatro propulsores en su base y un total de treinta y dos motores que deberían funcionar con toda precisión al unísono.

En 1954 la recién creada Organización de Naciones Unidas declararía a la segunda mitad del año 1957 y todo 1958 como “Año Geofísico Internacional”. Ante tal evento los norteamericanos anunciarían la puesta en órbita de un satélite artificial para esas fechas, a lo que automáticamente responderían los soviéticos anunciando el mismo proyecto.



En ningún momento el mundo y en especial la nación americana, consideraron la tecnología de la U.R.S.S. capacitada para llevar a cabo tal empresa.


Al atardecer del 4 de Octubre de 1957, Serguei Korolev y su equipo, lanzarían desde la base de Baikonur en la ojiva de un R-7, el primer satélite artificial al que llamarían “Sputnik”, que quiere decir “viajero”. El Sputnik tenía forma esférica, con un diámetro de 58 centímetros, 84 kilogramos de peso, y cuatro antenas de tres metros de longitud. Llevaba en su interior un equipo de radio para su localización, que emitía un: “bip, bip”, que luego se haría famoso a nivel mundial, y cuya frecuencia se encontraba en la mitad de la banda de los radioaficionados norteamericanos, crispando así los ánimos de toda la nación cuando cada hora y media pasaba sobre sus cabezas. Estaría en vuelo tres meses, hasta que debido al roce con la escasa atmósfera existente en su baja órbita (920 km. en su apogeo y 250 km, en su perigeo), perdería velocidad cayendo a tierra y desintegrándose con el fuerte calor de la reentrada.



Curiosamente, los soviéticos no le dieron al evento una gran importancia. Nikita Kruschef comentaría:”Otro cohete mas de Korolev”. Por otro lado el diario Pravda solo publicaría unas líneas en primera página. Sin embargo, en los Estados Unidos la noticia sentaría como un jarro de agua fría, sería un duro golpe a la política de Eisenhower. Al conocerse en Moscú el revuelo creado en todo el mundo, al día siguiente Pravda dedicaría toda la primera página a comentar la gran hazaña.

En 1958 la Fundación de los Premios Nóbel solicitaría al Kremlin la información necesaria sobre la persona artífice del lanzamiento del Sputnik 1, para otorgarle tan preciado galardón. La negativa soviética a prestar cualquier tipo de información considerada de alto secreto militar, privaría a Korolev de obtener tal distinción. Solamente el mundo conocería su nombre cuando en 1966 fallecía victima de una complicación en una operación para extirparle un tumor.



Serguei Korolev era un hombre afable, con un gran poder de persuasión y que destinaba un día a la semana a atender las reclamaciones de sus empleados. Su fallecimiento provocaría el caos en el programa espacial soviético, debido a los diferentes grupos de constructores que rivalizaban por conseguir los mejores presupuestos. En “la carrera espacial”, los soviéticos quedarían en clara desventaja frente a los norteamericanos, viéndose poco después obligados a tirar la toalla en su objetivo lunar. Pero aún tendría tiempo de dejar prácticamente terminado el diseño de la nave Soyuz, que cuarenta años después a pesar de los cambios lógicos de la nueva tecnología, aún sigue manteniendo el mismo formato de tres cuerpos, y sirve de pequeño utilitario de transporte a la Estación Espacial Internacional. Los objetivos de Korolev nunca estuvieron encaminados a conseguir misiles capaces de destruir el mundo, sino que aprovechó los presupuestos militares para lograr la ilusión de su vida, poner un hombre en la Luna, objetivo este que nunca vería cumplido, pero su satélite artificial sería uno de los avances científicos mas importantes del siglo XX.

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