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lunes, 2 de agosto de 2010

Operación Paperclip. Alemanes de usar y tirar.


Una vez hubo acabado la Segunda Guerra Mundial, los aliados se lanzaron al expolio de lo poco que quedaba en Alemania. Uno de los factores de mayor interés para estos, fue lo que se le dio en llamar la caza de “cerebros”. Fundamentalmente Estados Unidos se precipitó a adentrarse en territorio alemán a la búsqueda de científicos, de los cuales obtener información tecnológica con la cual enriquecerse. Uno de los equipos que con mayor facilidad fue capturado fue el capitaneado por Wernher von Braun, el famoso creador de los misiles “V2”, en parte porque se entregaron a los americanos para no ser capturados por soviéticos o ingleses. Una vez en manos americanas, Braun negociaría su deportación y la de su equipo a Norteamérica con el fin de seguir trabajando en la creación de misiles, ahora para el ejército estadounidense. Pero antes, todos estos técnicos e ingenieros deberían de pasar por una serie de intensos interrogatorios con el objeto de no contratar a nadie que hubiera pertenecido a las S.S. o participado en delitos de sangre. Una vez hecha la depuración pertinente, 127 de unos 500 fueron enviados a Estados Unidos para proseguir con sus trabajos. Con el tiempo les acompañarían sus familias, y después se nacionalizarían americanos. Esta operación sería llamada “Overcast”, pero debido al archivo de los informes de estos interrogatorios con un clip, sería conocida popularmente como “Paperclip”. Estos informes serían clasificados, aunque debido a las innumerables denuncias de americanos, principalmente judíos y cazadores de nazis, serían revisados continuamente causando trastornos importantes en sus vidas y trabajo.

Uno de estos casos fue el de Arthur Rudolph (en la foto), que fuera director del programa Saturno V en el Centro Marshall, hasta que por motivos de salud lo dejara en 1968. Arthur se trasladó a California con su mujer y su hija, y allí vivió tranquilamente hasta que en 1984 agentes de la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento de Justicia llamaron a su puerta. El objeto de la visita versaba sobre la búsqueda de antiguos criminales de guerra nazis. Rudolph colaboró con los agentes como antes lo había hecho en la posguerra, pero las interpretaciones que estos harían de sus declaraciones serían muy distintas. Ante la posible inculpación en crímenes de guerra, se le ofreció una salida pactada que consistía en la pérdida de la nacionalidad americana y la expulsión del país. A cambio no sería juzgado, con el consiguiente riesgo de perder su pensión y su prestigio. Alejado del apoyo y desconocimiento de su situación por parte de sus excompañeros, Rudolph se vio obligado a retornar a su país de nacimiento, asqueado por recibir este trato cuando ya no era útil para la nación. Cuando sus antiguos compañeros del Centro Marshall se enteraron de la situación, le animaron para que volviera y se enfrentara al problema, al fin y al cabo no se aportaron más pruebas que las que ya había, y en su momento no habían supuesto ningún inconveniente. Rudolph intentó el regreso a los Estados Unidos, pero a su llegada fue rápidamente detenido por agentes de inmigración. Posteriormente fue juzgado, hallándosele inocente de todos sus cargos. De todas maneras, se le denegó su entrada en el país por problemas burocráticos, volviendo a Alemania donde moriría en 1996 a la edad de 89 años.

Las vidas de los alemanes del Paperclip en Estados Unidos nunca fueron tranquilas, el mismo Wernher von Braun fue interrogado varias veces más, pero siempre fue respetado dada su valía como experto en cohetes. No gozó de la misma suerte Arthur Rudolph, que una vez dejó de ser útil fue despreciado por el sistema americano.

La valoración que se pueda hacer de estos hechos la dejo en sus manos.

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