Y qué decir tiene la honestidad de la NASA, que a pesar de presumir de transparencia informativa, años después nos vamos enterando de que misiones dadas por exitosas estuvieron al borde de la catástrofe. Entre otras, recordemos la reentrada de... John Glenn, que estuvo a punto de achicharrarse debido a un fallo en el sistema de desprendimiento del módulo de servicio. O del precipitado retorno de Scott Carpenter en la Mercuri 7, que amerizó a quinientos kilómetros del lugar previsto. Y como no, de la misión del transbordador STS-37 que tomó tierra quinientos metros antes de la entrada en pista, a lo cual la agencia norteamericana respondería con un: “todo dentro de la normalidad”.
Pero a pesar de todos estos inconvenientes, hasta cierto punto comprensibles, el fraude de la llegada del hombre a la Luna, sería rizar el rizo. Una prestigiosa nación como Estados Unidos, no podía verse inmersa en semejante mentira. El problema es que nosotros no estábamos allí para verlo, y esto es aprovechado por los conspiranóicos para buscarle cinco pies al gato, y pretender hacernos ver lo que no se ve por ninguna parte. Pero si había alguien interesado en el fracaso Norteamericano, estos eran los soviéticos, que se estaban jugando su reputación como nación y sistema político, y sin embargo, nunca negaron la llegada de los americanos a la Luna. Y es que ellos sí lo pudieron ver en vivo y en directo, puesto que mientras Armstrong y Aldrin descendían al suelo lunar, una sonda soviética controlaba todos sus pasos, al igual que todas sus conversaciones radiofónicas con la base de control. Hablar de fraude sería tomar por estúpidos a los más de doscientos millones de soviéticos de la época. Sería tomar por tontos a los millones de científicos de todo el mundo. En definitiva, sería reírse de toda la humanidad.
Y, ¿Por qué repetir el fraude cinco veces mas? Es absurdo seguir jugando con fuego si todo fuera una mentira. Hubieran quedado muy bien yendo una vez y diciendo allí no hay nada interesante, no nos interesa arriesgar vidas humanas y gastar tanto dinero, así que no volvemos mas. Y, ¿Por qué editar más de veinte mil fotografías, o cientos de horas de vídeo y películas? Con bastantes menos hubiera sido suficiente, y no se daría pié a posibles errores. Habría que tener una absoluta seguridad y arrogancia para no cometer ningún error evidente.
No digamos nada de la cantidad de gente que colaboraría en toda esta jugarreta: cámaras, directores, vestuario, técnicos de iluminación, obreros de todo tipo, etc. etc. Que siempre se podían ir de la lengua, y aportar pruebas intachables. O los mismos astronautas, que dieron infinidad de conferencias, entrevistas, debates, y nunca se ha encontrado algo definitivo que diera al traste con todo.
(Parodia de la grabación de la llegada del hombre a la Luna)
Por último, si examinamos a los partidarios de la conspiración, veremos que son gente sin ninguna cualificación científica que de alguna manera avale sus teorías, gente de profesiones y especialidades diversas que un día encontraron un buen filón para salir en televisión, publicar libros, o escribir artículos. Frente a científicos reconocidos, ingenieros, o afamados profesores de universidad.
Verdaderamente es más fácil ir a la Luna que realizar un montaje sin precedentes como el que algunos proponen. En los años sesenta en Estados Unidos, coincidieron una serie de factores que facilitaron que los presupuestos para la exploración espacial llegaran a cifras que nunca mas se volverían a alcanzar. Y como dije al principio, no podemos ni imaginarnos hasta donde pueden llegar los científicos cuando disponen de dinero.
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