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jueves, 10 de noviembre de 2011

Soyuz 18A. El lanzamiento mas accidentado.

Los cosmonautas Vasily Lazarev y Oleg Makarov.

Si vamos a los números, la exploración espacial a los americanos les ha supuesto 14 bajas en vuelo (los dos transbordadores), mientras que a los soviéticos solamente 4 (la Soyuz 1 y la 11). Sin embargo estos últimos siempre estuvieron continuamente al borde del desastre y en casi todas las ocasiones les acompañó la suerte. Este es uno de esos casos, el de la Soyuz 18 A.
Una vez fueron derrotados los soviéticos en la carrera lunar, estos se centraron en la creación de estaciones espaciales, cosa en la que adquirieron una gran experiencia que fue de vital importancia en la construcción de la Estación Espacial Internacional.
Ya habían puesto en órbita cuatro estaciones Salyut, cuando se disponían a enviar el segundo reemplazo a la Salyut 4. Estaba compuesto por los cosmonautas Oleg Makarov y Vasily Lazarev. Este lanzamiento se le denominó en occidente: “18 A”. Debido a que los soviéticos no asignaban un nombre oficial a sus misiones hasta que sus naves no alcanzaban la órbita terrestre. Esta misión fue abortada por lo que nunca llegaría a tener nombre, siendo conocida como “la anomalía del 5 de abril”, dejando el nombre de Soyuz 18 para la siguiente misión.
El 5 de abril de 1975, Lazarev y Makarov fueron los primeros en experimentar un fallo de un cohete lanzador durante una misión tripulada, aunque afortunadamente sin graves consecuencias.
El lanzamiento de la Soyuz se realizó con un cohete del mismo nombre. En un principio todo marchaba correctamente. Una vez agotado el combustible se desprendieron los cuatro cohetes laterales que forman la primera atapa. El núcleo central seguía ahora solo, ejerciendo el empuje necesario para alcanzar la velocidad orbital. A los 2 minutos y 40 segundos la torre de escape fue expulsada. La torre de escape consiste en unos motores colocados en la ojiva del cohete, que en caso de fallo en el lanzamiento, arranca el habitáculo de los astronautas y lo aleja del resto del conjunto. Se encontraban ya a 180 km. de altura y de producirse algún fallo la nave podía abortar el lanzamiento por sí misma. Pero a los cinco minutos del lanzamiento se terminó de consumir el propulsante de la segunda etapa, y aquí comenzaron los problemas. La separación de esta etapa y la tercera falló, entrando en funcionamiento los motores de esta última y llevando colgada consigo la segunda. Algunos de los cierres que debían de soltarse no lo hicieron y la nave volaba ahora de forma incontrolada dando tumbos. La tripulación solicitó al control de tierra que abortasen la misión, pero las señales que recibían los controladores eran tan exageradas que pensaron que se trataba de un falló de sus instrumentos. Entonces se mantuvo una desesperada discusión entre ambos grupos hasta que los equipos de seguridad de la Soyuz detectaron el problema y activaron automáticamente la secuencia dirigida a abortar la misión. A partir de este momento la nave comenzó todo un protocolo de maniobras con el fin de retornar a los cosmonautas sanos y salvos a tierra, los cuales funcionaron a la perfección. Para ello la cápsula se separó del resto del cohete y a continuación el módulo orbital, para de esta forma proceder al descenso controlado. Ya se encontraban a mas de 180 km. de altura y al velocidad era de 17.000 Km/h. Pero la posición en que se encontraba la Soyuz iba a hacer que la reentrada fuera extremadamente brusca, llegando a alcanzar aceleraciones de hasta 20 g. Como diría Makarov: “Más allá de 10 g. no puedes respirar”. Así todo, la nave seguía comportándose de forma precisa, y a los 10 km. de altura, el paracaídas se desplegó correctamente.
El problema ahora sería el lugar de aterrizaje, puesto que no hubo tiempo para realizar ninguna maniobra que llevara la capsula a un lugar idóneo. El lugar elegido por el azar fue la cordillera Altai, en la Siberia Occidental, cerca de la frontera con Mongolia en un territorio controlado por los chinos, con los cuales en aquellos momentos las relaciones eran bastante tensas. Más concretamente la Soyuz fue a caer sobre la ladera de una montaña cubierta de nieve, por la que fue rodando hasta que los cordajes del paracaídas se engancharon entre la arboleda, frenándola de esta manera cuando ya estaban al borde de un precipicio. Ambos cosmonautas sufrieron graves lesiones internas debido a la reentrada y la posterior caída, hasta el punto de que Lazarev no volvería más a volar.
Pocas horas después, los cosmonautas y su nave eran rescatados por helicópteros del ejército soviético en una misión más propia de una situación de guerra. La versión oficial diría que la cápsula había sido recogida en las montañas Altai, pero en territorio soviético. Afortunadamente, los chinos no se enterarían de esta acción.
A pesar de tantas calamidades y debido a que no llegaron a alcanzar la órbita, a los cosmonautas en un principio se les denegó la prima de 3.000 rublos que el estado concedía a todos aquellos que volaban al espacio. Tuvieron que llegar con su súplica hasta el mismísimo Brezhnev para que les fuera concedida.
En occidente se conocería esta misión como la “Soyuz 18A”, quedando el nombre de “Soyuz 18B”, para la que sería oficialmente llamada por los soviéticos como la “Soyuz 18”. Es de destacar en esta misión el perfecto funcionamiento de los componentes de la nave en casos extremos, gracias a los cuales no se produjeron desgracias personales.

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martes, 30 de agosto de 2011

¿De quién es el cielo?

En verde los paises firmantes del Tratado del Espacio Exterior. En amarillo los paises pendientes de su ratificación.

La evolución de los acontecimientos a principios de los años sesenta hacían prever que las fronteras del mundo se estaban expandiendo. Tanto Soviéticos como Norteamericanos estaban saliendo al espacio exterior con naves que incluso en ocasiones iban tripuladas. Pronto se comprendió que en todo lo relacionado con el espacio había un vacío legal que urgía reglamentar. Cuando el hombre llegara a la Luna a quien iba a pertenecer: ¿Al primero que llegara?, ¿Al primero que se asentara en ella? Y las órbitas de la Tierra, en especial la geoestacionaria que tanta importancia tiene. ¿De quién serían? Era inminente que antes de que la cosa fuera a más, había que dejar claro los derechos y deberes de todos los países en relación al espacio exterior.
Rápidamente la ONU tomó cartas en el asunto y ya en 1963 promulgó el primer tratado relacionado con el espacio, al que se refería someramente prohibiendo todo tipo de pruebas de armas nucleares en la atmósfera, el espacio exterior y bajo los océanos. Este primer tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares no se puede decir que haya sido respetado por los países firmantes, dada su importancia como arma, sin embargo ayudó a que se limitaran tales experimentos.
De cualquier manera, lo que podemos considerar como el primer tratado del espacio no se publicó hasta 1967, y aquí sí que se redactaron los primeros principios que deberían gobernar las actividades de los estados en cuanto a la exploración y uso del espacio exterior, incluyendo la Luna y otros cuerpos celestes. A este tratado se le denominó: “Tratado del Espacio Exterior”, y fue el punto de partida para cuatro tratados mas, que terminarían de cubrir el vacío legal existente.
Básicamente el espacio se presenta como un bien común. Nadie puede apropiarse de él ni de sus recursos, es básicamente un paraje al cual tiene derecho toda la humanidad. Ningún país ni persona física podrá impedir a otro el acceso a un astro por intereses especiales. Ni nadie podrá reclamar soberanía alguna sobre territorios exteriores a la Tierra. Los recursos naturales de la Luna, por ejemplo, podrán ser explotados de forma discreta, pero nadie podrá considerarlos suyos por simple ocupación.
El artículo tres del Tratado dice que tanto la Luna como cualquier otro astro se utilizará exclusivamente con fines pacíficos. De esta manera, ni en la Luna, ni en sus órbitas, ni en las de la Tierra, podrán instalarse todo tipo de armas y fortificaciones militares. Haciendo especial mención a las armas nucleares y de destrucción masiva.
En el artículo cinco, los países firmantes se comprometen a informar al Secretario General de las Naciones Unidas, así como al público en general y a la comunidad científica internacional, de sus actividades relativas a sus exploraciones. Naturalmente, los países no siempre cumplen con esta norma, como ocurre con las misiones militares. De igual manera se comprometen a informar de cualquier fenómeno que descubran en el espacio ultraterrestre que pueda poner en peligro la vida o la salud humanas, así como cualquier indicio de vida orgánica. Quedan por lo tanto descartadas las leyendas urbanas de posibles apariciones de seres extraterrestres, que son ocultadas por los gobiernos para no sembrar el pánico entre la población.
Un aspecto de relevante importancia lo tiene la órbita geoestacionaria, la cual debe de ser regulada para que cualquier país que lo desee pueda tener acceso a ella. De esta manera organismos espaciales deben determinar dónde se pueden colocar satélites. A tal efecto países pobres sin aspiraciones en este sector, acceden a alquilar o ceder sus posiciones geoestacionarias a otros países a cambio de una compensación, hasta tal punto que estas órbitas ya son objeto de especulación por parte de países o empresas interesadas.
En cuanto al factor humano en el espacio, los astronautas son considerados enviados de toda la humanidad. Por eso en caso de accidente o peligro deben de ser asistidos en lo posible, dándoles si fuera preciso refugio en sus instalaciones. Un aterrizaje de emergencia en alta mar o en territorio de otro país no debe ser considerado un acto de agresión, sino todo lo contrario. En el caso de hallarse una nave o un satélite perdido o extraviado, estos deberán retornarse a su propietario.
En el momento en que algunos países comenzaron a hablar sobre la explotación de recursos naturales en la Luna, se tuvo que definir un poco más las vaguedades del tratado de 1967, implantando el 12 de Julio de 1984 un nuevo tratado, que precisara en qué términos se puede explotar nuestro satélite o cualquier otro cuerpo del espacio. Dicho tratado se conoce como “Acuerdo sobre la Luna”, de tal manera que si la humanidad vuelve allí deberá regirse por este acuerdo.
En definitiva, en el momento que el ser humano se adentra en el espacio, el mosaico de fronteras que cubre la Tierra deja de ser tal para convertirse en una sola nación, y afrontar así todas las vicisitudes que plantea la exploración espacial.

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lunes, 23 de mayo de 2011

El telescopio. La trama de su invención.


Siempre que se habla del telescopio, inconscientemente tendemos a relacionarlo con Galileo, hasta el punto de atribuirle su invención. Nada más lejos de la realidad, puesto que Galileo lo único que hizo fue solamente apuntar el telescopio hacia el cielo consiguiendo así comprender nuestra situación en el Universo. De todas formas resulta triste ver como muchos de los inventos de la humanidad no son atribuidos a sus autores, sino a listillos y aprovechados que supieron gestionar mejor una gran idea.

Tradicionalmente la invención del telescopio es atribuida al óptico holandés Hams Lippershey, el cual el 2 de octubre de 1608 solicita en Holanda la patente de un artilugio óptico que permite ver de cerca lo que está lejos. Pero a raíz de la publicación del historiador Nick Pelling (en la foto) en la revista británica “History Today” basándose en datos perfectamente contrastados, la duda sobre su invención se vuelve a suscitar, atribuyéndola con bastante buen criterio al óptico catalán Juan Roget.

Las investigaciones de Pelling parten del estudio previo e inacabado del doctor J. M. Simón de Guilleuma, el cual afirma que Roget ya había construido un telescopio en la última década del siglo XVI. Para ello se basa en la obra científica del óptico milanés y discípulo de Galileo, Girolamo Sirtori, en la que relata el encuentro que tuvo en Gerona en 1609 con un anciano óptico de origen francés llamado Juan Roget. Quien le mostró un telescopio enmohecido por el tiempo y las fórmulas anotadas en un libro que había escrito, gracias a las cuales Sirtori confiesa que pudo perfeccionar sus experimentos y redactar las tablas que reproduce en dicha obra.

Pero las indagaciones de Guilleuma van mucho más allá, ya que hurgando en los archivos municipales de Gerona y Barcelona, descubre el legado testamentario de fecha 1593 de Pedro de Carolona a su esposa, por el que le cede una “ullera de llauna per mirar de lluny”, teniendo la palabra “ullera” el significado de monóculo y que después fue usada para nombrar al telescopio. O sea, algo así como un catalejo para mirar de lejos. Pero la cita más interesante y que luego va a dar lugar a la trama de Pelling es cuando encuentra la relación de bienes de Jaime Galvany que procedieron a ser subastados el 5 de septiembre de 1608, y entre los que aparece de nuevo una ullera.

Pero lo más curioso del caso es que como dijimos antes, el 2 de octubre Lippershey presenta en secreto el invento en la oficina de patentes, y los días 14 y 17 del mismo mes, dos holandeses: Jacob Metius y Zacharias Janssen, presentan sendas patentes de objetos similares. Lo cual da lugar a pensar que se copiaron, ya que resulta muy raro, y mucho más en aquellos tiempos, que en dos semanas se presenten tres patentes similares.

A esta situación hay que añadir las declaraciones del hijo de Janssen el cual cuenta como su padre copió un diseño de un artilugio que había comprado y datado de 1590.

Con todos estos datos perfectamente contrastados, Pelling desarrolla la siguiente hipótesis: Parece ser que un mercader anónimo se hizo con el telescopio de Galvany en la subasta de bienes, el cual lo presentó días después en la feria de Frankfurt de novedades científicas. Para proceder a su venta se asocia con Janssen, el cual se da cuenta de la importancia del instrumento por lo que le pone un precio desorbitado. Al no ser vendido el telescopio vuelve a España, pero Janssen se queda con la idea y para proceder a su construcción pide ayuda a los ópticos Lippershey y Metius, sin darse cuenta que a la vez está propagando su secreto. Al estudiar el problema cada uno por separado se dan cuenta de que están ante la gallina de los huevos de oro, por lo que deciden patentarlo en secreto cada uno por su cuenta, adelantándose Lippershey por unos días, y privando así de la gloria al óptico gerundense Juan Roget.

Es obvio que el telescopio ya existía en España antes de ser patentado en Holanda en 1608, de todas formas también existen datos mucho más antiguos por los que según una leyenda tradicional japonesa describe como unos gigantes de pelo rojo y rubio saquean Japón con la ayuda de un tubo a través del cual se puede ver a miles de kilómetros.

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jueves, 21 de abril de 2011

La decepción de los ovnis sobre Madrid


En los años 50 y 60 los avances científicos en el ámbito de la exploración espacial fueron tan grandes, que la gente se planteó el hecho de que si bien nosotros podíamos viajar al espacio, por qué no podían hacer lo mismo otras hipotéticas civilizaciones extraterrestres. De esta manera la gente de la calle siempre estaba predispuesta a creer todo tipo de elucubraciones referentes a la aparición de naves procedentes del espacio exterior.
A partir de 1957, tras el lanzamiento por Korolev del primer satélite a la órbita espacial, el entorno de la Tierra se vería saturado de todo tipo de artefactos que podían dar lugar a las más inverosímiles confusiones, y no digamos nada si estos estaban envueltos en algún tipo de secretismo especial.
En este ambiente proconspiranoico ocurre esta anécdota que cuenta el doctor en Ciencias Físicas, Sr. Luis Ruiz de Gopegui , cuando en 1973 trabajaba en la estación de seguimiento de Cebreros, muy próxima a la de Robledo de Chavela en Madrid. El trabajo de esta estación consistía en el apoyo a algunas misiones espaciales interplanetarias de la Nasa, como la sonda Mariner 10 dirigida hacia Venus y Mercurio, y la Pioner 10 encaminada a Júpiter. Una vez terminada su misión, la Pioner continuaría un viaje sin retorno adentrándose en las inmensidades del espacio.
Pensando en esta segunda etapa del viaje, los científicos consideraron oportuno enviar mensajes grabados en una placa con el objeto de que algún día pudiera ser interceptada por alguna civilización extraterrestre. En Cebreros se vivía un ambiente que se traducía en constantes discusiones sobre la posibilidad de vida inteligente en nuestra galaxia. En medio de aquel caldo de cultivo, en febrero de aquel mismo año se empezaron a recibir en la estación unas señales extrañas que interferían con las operaciones de seguimiento, deteriorando la telemetría que se recibía de las citadas sondas. Esta situación era bastante habitual, ya que incluso en aquellos años el cielo estaba plagado de todo tipo de satélites, o naves que constantemente interferían en los trabajos en curso. Normalmente no es difícil identificar la procedencia de estas señales, puesto que todos suelen estar perfectamente catalogados. Además, existen una serie de acuerdos amistosos, por los cuales cuando un país interfiere a otro, la agencia espacial que posee la nave o satélite interferido, solicita que se apaguen las transmisiones causantes de la interferencia durante los periodos críticos en los que la sonda debe efectuar maniobras importantes.
Lo primero que se hizo en Cebreros fue intentar identificar la procedencia de las señales, para lo que existen catálogos especiales con las principales características de los artefactos situados en el espacio exterior. Sin embargo la concienzuda búsqueda no dio ningún resultado positivo, por lo cual se recurrió al centro de control de la Nasa en Pasadena. Pero a pesar de las constantes llamadas telefónicas, teletipos y mensajes, los colegas de Pasadena no aportaban ningún tipo de soluciones al problema. Ya habían pasado más de dos meses y aquella situación seguía subsistiendo, con la consiguiente desesperación de los empleados de Cebreros, por lo que se solicitó al Dr. Manuel Bautista, entonces director de los proyectos de la Nasa en España que hiciera las gestiones a mas alto nivel, con el fin de acabar con aquel molesto problema.
Mientras tanto, los empleados de la estación de Cebreros disparaban su imaginación especulando sobre la hipótesis de naves extraterrestres que vigilaban nuestra civilización.
El Sr. Bautista expuso el problema al general Truszynski, entonces Administrador Asociado de la Nasa para Redes de Seguimiento de Vehículos Espaciales, el cual pasadas un par de semanas aún no había dado la mas mínima respuesta. Mientras tanto las especulaciones en Cebreros aumentaban, discutiendo sobre la posibilidad de que aquellas señales pudieran ser de origen extraterrestre.
Pasado un mes, Bautista volvió a llamar a Truszynski, el cual respondió escuetamente a las preguntas de Bautista: “Manuel no me vuelvas a molestar con las malditas señales, en Madrid tenéis que aprender a vivir con ellas… ¿Ok?” Bautista asombrado insistió: “Si…, pero…, es que resulta… que…” A lo que Truszynski respondió con rotundidad: “Manuel, las señales provienen de uno de nuestros satélites de nuestro Ministerio de Defensa, no pienso hacer nada por resolver vuestro problema. ¿Satisfecho?” Bautista comprendió rápidamente lo que estaba ocurriendo, las interferencias provenían de uno de los satélites espía de los Estados Unidos, que no estaban incluidos en los catálogos públicos de objetos espaciales. Los satélites espías tienen una vida muy corta por lo que las señales desaparecieron pocos días después. El morbo desatado en Cebreros dio paso a la decepción de todos aquellos que ya querían ver más allá de la realidad.

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miércoles, 30 de marzo de 2011

Isaac Newton y la desmitificación de una leyenda.


Es inevitable cuando se habla de Isaac Newton, acordarse de la famosa anécdota del árbol y la manzana que se desprende de él arrastrada por una fuerza oculta hacia el centro de la Tierra. Tal anécdota es comentada por Votaire en su obra: “Philisophie de Newton” de 1738, en el que dice: “Cuando Isaac Newton vio caer la manzana del árbol, entró en una profunda meditación acerca de la causa que arrastra todos los cuerpos siguiendo una línea, que si se prolongara pasaría cerca del centro de la Tierra".
En ninguna de las obras de Newton se hace referencia a que esa experiencia le hiciera meditar sobre la Ley de la Gravedad, por lo que es más que probable que esa anécdota jamás existiera y fuera simplemente una leyenda.

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viernes, 25 de febrero de 2011

Wernher von Braun: Un pasado oscuro


Por si alguien no conoce la figura de Wernher von Braun les diré que fue el auténtico motor del programa espacial norteamericano. Fue una persona con un gran carisma, y fundamentalmente con unas dotes de liderazgo que entusiasmaría a militares, y arrastraría a políticos y científicos en pos de sus sueños de juventud. Pero no solo esto, sino que en los años sesenta embarcaría a toda la nación norteamericana en una aventura vivida en directo a través de la televisión. Un programa espacial requiere de la participación de miles de personas, de no haber existido von Braun, el programa estadounidense se hubiera llevado a cabo igualmente, pero posiblemente con un retraso de más de diez años.

Wernher von Braun nació en Wirsitz, entonces Alemania, hoy Polonia, el 23 de Marzo de 1912, en el seno de una familia de la nobleza alemana. Desde muy joven sintió un gran interés por la astronomía que derivaría después, a raíz de las lecturas de Julio Verne, en lo que sería su afición a la cohetería y al espacio. Para lograrlo se haría un experto en matemáticas y física, doctorándose en la Universidad de Berlín. Dado que su sueño era viajar a la Luna, pronto comprendió que tal empresa requería de una fuerte financiación con la que no contaba, por ello se alió con el floreciente régimen nazi que le daría todo tipo de facilidades a cambio de la creación de potentes misiles capaces de alcanzar cualquier punto del mundo. De esta manera se crearían los primeros misiles balísticos (“V2”) con los que Alemania bombardearía ciudades como Londres, París o Amberes durante la II Guerra Mundial.

Al finalizar la contienda, Braun junto con otros 116 ingenieros y científicos alemanes, fueron reclutados por el ejército norteamericano, dándoles así un impulso vital al programa militar de misiles y espacial. Como cualquiera que viva media vida en un sitio y la otra en otro, nunca termina encajando plenamente en ninguno de los dos, Wernher von Braun terminó sintiéndose norteamericano, pero este sentir no fue correspondido por todos los ciudadanos, que lo repudiaron constantemente. Su participación directa en la fabricación de V2, y la constancia de que conoció el campo de concentración de Buchenwald y la factoría de Mittelwerk sin mover un solo dedo por evitar las atrocidades que allí se estaban cometiendo, fue algo que no solo le acarreó los odios de un sector de los estadounidenses, sino que le dejó una secuela sicológica que le atormentaría toda la vida.

Recreación cinematográfica de conferencia de Wernher von Braun el el Club Rotario de El Paso, donde es recriminado por sus actuaciones en la II Gerra Mundial.

El pasado de Wernher von Braun fue ampliamente investigado por el FBI sin que nunca pudieran acusarlo formalmente de nada. Pero es cierto que a los Estados Unidos les interesaba enormemente cerrar los ojos y contar con sus conocimientos. También hay que tener en cuenta que fue investigado por el gobierno británico y alemán, los cuales no tenían estos condicionantes, siendo declarado inocente en todos los casos. De igual manera asociaciones de cazadores de nazis como la de Simón Wiesenthal obviaron la figura de Wernher von Braun.

Es el día de hoy que la vida de este personaje, considerado como uno de los más importantes de la historia del siglo XX, sigue teniendo una gran controversia en los Estados Unidos. Pero habría que analizar su situación bajo la perspectiva de los acontecimientos que se sucedieron aquellos años. Hay que tener en cuenta que su nación estaba en guerra y que la misión que esta le encomendó fue la creación de misiles. Por otro lado, no cabe la menor duda que si hubiera salido en defensa de los prisioneros de los campos de concentración habría salido muy mal parado. De cualquier manera, de no haber colaborado con los nazis otro sería el que lo hubiera hecho, y la historia hubiera sido prácticamente la misma.
Entre Estados Unidos y Wernher von Braun existió siempre una simbiosis de la que ambos se beneficiaron. Siempre estaría muy agradecido a las facilidades que esta nación le dio profesionalmente. Debilitado por un cáncer le fue concedida por el presidente Gerald Ford la Medalla Nacional de la Ciencia, máxima condecoración del gobierno estadounidense a un científico, la cual le hizo llegar su amigo y jefe el teniente coronel Edward Uhl. Emocionado y dirigiéndose a su mujer María le dijo: “¿Verdad que este es un gran país? Vine aquí con todo lo que tenía metido en una caja de cartón, en una situación intermedia entre antiguo enemigo y futuro ciudadano, y me dieron todas las oportunidades de la ciudadanía. Este país me ha tratado tan bien…Y ahora el presidente me concede este alto honor…”
Pero a pesar de su fuerte carácter, aquellos horrorosos años de la Segunda Guerra Mundial le marcaron profundamente, mostrándose siempre en defensa de los derechos humanos, no solo los de sus empleados y amigos, sino apoyando los movimientos en defensa de los derechos civiles de los negros. Su gran amigo Ernest Stühlinger, recordaría como en alguna de sus visitas le preguntaría si creía que había hecho lo correcto al desarrollar armas de guerra con el objetivo de llevar adelante su sueño espacial. Parece ser que esta misma pregunta se la haría a otros de sus muchos amigos en los momentos cercanos a su muerte. Esto nos lleva a pensar que aquellos remordimientos le acompañaron toda la vida.
Pero no solo la creación de armas de muerte le traumatizaría, sino que se sintió profundamente afectado por las atrocidades contempladas en los campos de concentración. En cierta ocasión llegaría a decir: “Años de exposición directa al régimen de Hitler y sus excesos me han enseñado algunas lecciones inolvidables y me han convertido en un sólido opositor a cualquier forma de gobierno que pueda privar a un hombre de su dignidad humana”. Lógicamente cabe pensar que estas palabras pudieran haber sido dichas para lavar su imagen en aquel momento.
Resulta muy complicado valorar la actuación de Wernher von Braun en aquellos difíciles años de guerra. Lo que está muy claro es que su comportamiento fue similar al de miles y tal vez millones de personas, que trataban de salvar sus vidas en aquellos convulsos años de guerra, lo que pasa es que sus vidas no tuvieron la trascendencia que tuvo la suya. Solo el tiempo y la historia pondrán a Wernher von Braun en el sitio que le corresponde.

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viernes, 11 de febrero de 2011

Soyuz 11. El retorno mas triste.


A principios de los años setenta, los soviéticos orientaban la exploración espacial hacia la instalación de estaciones en la órbita terrestre que les permitieran adquirir la experiencia suficiente de cara a misiones futuras de alta envergadura. Para ello el 19 de abril de 1971 lanzaban al espacio la primera estación espacial denominada Salyut 1. En un primer intento por parte de la Soyuz 10 de intentar ocuparla, se tuvo que desistir debido a fallos técnicos en el sistema de acoplamiento. En un nuevo intento con la Soyuz 11, los cosmonautas: Giorgi Dovrovolsky, Viktor Patsayev y Vladislav Volkov, consiguieron entrar en la estación y permanecer en ella un espacio record de 24 días.
Como era habitual en el sistema soviético, las misiones espaciales se programaban de forma ultra secreta, desconociendo la mayoría de las veces hasta sus mismas familias los entresijos de las misiones. Ni siquiera había ocasión para despedirse, puesto que los familiares de los cosmonautas se enteraban de los lanzamientos cuando estos ya estaban en pleno vuelo. Una vez en órbita, las comunicaciones se realizaban a través de grabaciones en cintas magnetofónicas que las esposas e hijos grababan previamente y luego eran enviadas (una vez pasada la censura), uno o dos días después a los cosmonautas. Estos a su vez, grababan sus mensajes mediante una cámara de televisión que eran entregados un tiempo después a sus familiares.
La estancia prolongada en la estación espacial, hizo que comenzaran a producirse los primeros enfrentamientos de convivencia en el espacio, hasta el punto de que el retorno de la misión tuvo que adelantarse unos días. Solo los breves mensajes que recibían de sus familiares servían de relajación a los tres cosmonautas que los últimos días vivían situaciones de una gran tensión.
Es el día de hoy que Marina, la hija mayor de Dobrovolsky, que en aquel entonces contaba con 12 años, aún recuerda lo mucho que echaba de menos a su padre, “Quería que volviera a casa”, aún recuerda con tristeza. Para Patsayev, el deseo de volver a casa era igual de fuerte, en las grabaciones recibidas pudo oir a su hija Svetlana tocarle una canción al piano, luego le describió su trabajo en clase y lo bien que se estaba portando, lo cual le llenó de orgullo. Por su parte Volkov, que había tenido desavenencias con sus compañeros deseaba retornar a tierra cuanto antes. Se llegó a comentar que unos días antes del vuelo de la Soyuz 11, había visitado a un vidente que le predijo que esta sería su última misión espacial. Fuese verdad o mentira lo mejor era volver cuanto antes con su mujer e hijos.
Por fin el 29 de junio de 1971, los tres cosmonautas se acomodaban en la Soyuz para iniciar el viaje de descenso. El primer incidente se produjo cuando al cerrar la escotilla que les separaba de la estación, la luz de seguridad que indicaba el correcto sellado de la capsula no se apagaba, indicando que aún permanecía abierta, lo cual podía producir una descompresión de la Soyuz y una muerte inmediata por asfixia de los tripulantes. Tras varios intentos y pasados más de veinte minutos, por fin consiguieron cerrar la escotilla y que la luz se apagara, añadiendo más tensión a una tripulación con los nervios a flor de piel. Siguiendo los protocolos pertinentes, pasados unos minutos, ambas naves se separaron y la Soyuz encendió los retrocohetes que la harían poco a poco comenzar el descenso de retorno.
Una vez frenada la nave y con el camino de retorno ya trazado, los módulos de servicio y orbital se separaban del de descenso mediante explosiones pirotécnicas que arrancaban los anclajes que las unían. En este momento comenzó a oírse un silbido similar al de una olla a presión, era evidente que la capsula se estaba descomprimiendo. El silbido les entraba por los micrófonos y les salía por los auriculares, dificultando así su localización. Rápidamente Dobrovolsky quitó su cinturón de seguridad y se abalanzó sobre la escotilla, pensando que ésta aún no estaba bien cerrada. Volkov y Patsayev también desabrocharon sus cinturones intentando localizar el lugar por donde se estaba descomprimiendo la capsula. El problema lo encontraron en una válvula alojada bajo el asiento de Dobrovolsky, trataron de cerrarla de forma manual, pero ya era demasiado tarde. Los cosmonautas empezaban a perder el raciocinio, unos segundos después perdían el conocimiento y un par de minutos después habían muerto. La muerte de los tres cosmonautas se había producido no solo por asfixia, sino también por el estallido de los vasos y órganos internos ante la ausencia de presión exterior. Resulta curioso, pero debido al nerviosismo, los cosmonautas no tuvieron la simple ocurrencia de tapar con un dedo la válvula mientras procedían a cerrarla manualmente.
La nave Soyuz continuó su descenso de forma automática, abriendo su paracaídas y encendiéndose los retrocohetes al contacto con el suelo. Durante estos trágicos momentos no se habían mantenido conversaciones con los cosmonautas debido a encontrarse la nave fuera de la cobertura radiofónica que en aquel entonces no alcanzaba la totalidad de la órbita terrestre, mas tarde también se entraba en la zona de pérdida de comunicaciones por la reentrada, con lo que el control de tierra no tuvo constancia de lo que estaba ocurriendo. Una vez la capsula tocó tierra, los controladores empezaron a sentir que algo no iba bien, debido al silencio en las comunicaciones. Poco después llegaban los equipos de rescate, y cuando abrieron la escotilla encontraron a los tres hombres muertos.
La causa oficial del accidente informa sobre la apertura de una válvula en el momento de la separación con el módulo orbital, que produjo la descompresión de la Soyuz. Durante los dos años siguientes, los soviéticos llevaron a cabo un importante rediseño de la nave Soyuz, limitando las tripulaciones a dos hombres y utilizando trajes espaciales en las maniobras de ascenso y descenso.
Muy lentamente el aperturismo estaba llegando a la Unión Soviética y ya resultó muy difícil ocultar el accidente, como lo habían hecho en otras ocasiones, por lo que resultó aún más doloroso debido a la trascendencia pública que tuvo. Los tres cosmonautas recibieron sepultura en la Plaza Roja con todos los honores.
Para las esposas y los hijos de los cosmonautas sus vidas cambiaron por completo. Marina Dobrovolsky recuerda al Historiador Robert Zimmerman: “Toda nuestra vida cambió…, antes mi infancia era luminosa y feliz , después todo fue oscuridad y tragedia…” El fracaso de la misión hizo que muchos de los participantes del programa espacial se sintieran avergonzados, y en consecuencia, las familias de los fallecidos fueron abandonadas por los amigos e ignoradas por la pequeña y cerrada comunidad espacial en la que vivían. Algunas de las esposas no pudieron llegar a superar la pérdida y el abandono. Como diría la hija de Dobrovolsky: “Mi madre murió de tristeza…”.

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viernes, 21 de enero de 2011

El carguero Progress


Cuando la Carrera Espacial llegó a su fin, los soviéticos miraron hacia otro lado como si aquella pugna tácita no hubiera ido con ellos. En octubre de 1969, Brezhnev manifestaría abiertamente en el Kremlin que los objetivos de la exploración espacial soviética nunca se habían dirigido a poner un hombre sobre la superficie lunar, sino a la creación de estaciones espaciales, con las que adquirirían la experiencia suficiente que los llevara a metas mayores. Hoy en día con la desaparición de la U.R.S.S. sabemos perfectamente que los soviéticos contaban con un gran programa lunar, que los llevara al satélite antes que los americanos para seguir mostrando al mundo su potencial tecnológico.
Heridos en su amor propio centraron su actividad en la creación de estaciones espaciales, lo cual les llevó a ser unos expertos en el tema, lo que serviría de referente en la construcción de la Estación Espacial Internacional.
Los soviéticos pondrían en órbita siete estaciones Salyut, para terminar con la exitosa estación MIR. Las estancias de los astronautas en el espacio se iban prolongando cada vez más, hasta que llegó el momento con la Salyut 6 en que se vio la necesidad de crear un vehículo automático que sirviera de reabastecimiento de víveres y combustible a las estaciones.
Siguiendo con la política conservadora soviética, estos se limitaron a adaptar la nave Soyuz a las nuevas necesidades. La nave Soyuz está formada por tres módulos; el de servicio, el de descenso y el orbital (véase: Soyuz 5). El módulo de servicio está formado por toda la parte mecánica de la nave, la cual no regresa a la Tierra ya que se desprende del resto de la nave y se desintegra con la entrada en la atmósfera. El segundo módulo es el de descenso, que es el compartimento donde viajan los astronautas. Y por último el módulo orbital que sirve a modo de estancia a los cosmonautas para realizar experimentos, o de almacén, este módulo tampoco retorna a tierra.

La nueva nave de reabastecimiento soviética, denominada Progress, tiene un aspecto exterior similar a la Soyuz. El módulo de servicio sigue siendo igual al de la Soyuz, en un principio la única excepción era la ausencia de los dos paneles solares, que debido al menor consumo de energía fueron sustituidos por baterías, las cuales podían ser recargadas con los sistemas de la estación espacial a la que era atracada. Hoy en día se ha vuelto al uso de paneles solares para el abastecimiento de energía propio. El módulo de descenso en este caso se convierte en un gran depósito de combustible, que servirá de abastecimiento de propulsante a la estación espacial, con una capacidad de casi mil kilos. Y por último el módulo orbital es una zona presurizada donde acceden los cosmonautas de la estación para proceder a la extracción de aproximadamente 1.400 kilos de comida, aire, agua, y demás objetos que puedan ser necesarios en la estación. Una vez vaciado este compartimento, se comunica mediante unas mangueras el módulo de descenso con los depósitos generales para proceder a la extracción del combustible. Terminada toda la operación, el módulo orbital es llenado con todos los materiales de desecho: basura, excrementos, etc. Desintegrándose la nave al completo contra la atmósfera terrestre, ya que no dispone de sistema de retorno. Hasta la llegada de la Progress, todos los desechos se tiraban al espacio, quedando estos alrededor de la nave largo tiempo, hasta que se disipaban, creando así un entorno de basura espacial muy peligroso. Con esta nueva filosofía de reabastecimiento se crearían a partir de este momento todas las estaciones espaciales, disponiendo todas ellas de más de un puerto de atraque.
A la izquierda nave Soyuz atracada en la Estación Espacial Internacional, a la derecha carguero Progress. Quizás la diferencia mas visible de estas dos naves son las vantanas de la Soyuz en el módulo de descenso.

En este momento, además de la función de reabastecimiento, la Progress también cumple con la misión de elevar periódicamente a una órbita superior la Estación Espacial Internacional. Debido al rozamiento con las capas altas de la atmósfera, esta pierde velocidad con la consiguiente caída de órbita, la cual es recuperada o bien con la ayuda del Transbordador Espacial norteamericano, o mediante los motores del módulo Zvezda, o mediante la misma Progress.
Con más de treinta años, la nave Progress sigue estando activa, ya que en la actualidad sube unas cuatro o cinco veces al año a llevar víveres a la Estación Espacial Internacional, siendo su operatividad todo un éxito de la astronáutica.
Introducción de una nave Progress en el carenado aerodinámico que la acompañará hasta salir de la atmósfera. Posteriormente su montaje sobre el cohete y traslado a la plataforma de lanzamiento.

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