Como era habitual en el sistema soviético, las misiones espaciales se programaban de forma ultra secreta, desconociendo la mayoría de las veces hasta sus mismas familias los entresijos de las misiones. Ni siquiera había ocasión para despedirse, puesto que los familiares de los cosmonautas se enteraban de los lanzamientos cuando estos ya estaban en pleno vuelo. Una vez en órbita, las comunicaciones se realizaban a través de grabaciones en cintas magnetofónicas que las esposas e hijos grababan previamente y luego eran enviadas (una vez pasada la censura), uno o dos días después a los cosmonautas. Estos a su vez, grababan sus mensajes mediante una cámara de televisión que eran entregados un tiempo después a sus familiares.
La estancia prolongada en la estación espacial, hizo que comenzaran a producirse los primeros enfrentamientos de convivencia en el espacio, hasta el punto de que el retorno de la misión tuvo que adelantarse unos días. Solo los breves mensajes que recibían de sus familiares servían de relajación a los tres cosmonautas que los últimos días vivían situaciones de una gran tensión.
Es el día de hoy que Marina, la hija mayor de Dobrovolsky, que en aquel entonces contaba con 12 años, aún recuerda lo mucho que echaba de menos a su padre, “Quería que volviera a casa”, aún recuerda con tristeza. Para Patsayev, el deseo de volver a casa era igual de fuerte, en las grabaciones recibidas pudo oir a su hija Svetlana tocarle una canción al piano, luego le describió su trabajo en clase y lo bien que se estaba portando, lo cual le llenó de orgullo. Por su parte Volkov, que había tenido desavenencias con sus compañeros deseaba retornar a tierra cuanto antes. Se llegó a comentar que unos días antes del vuelo de la Soyuz 11, había visitado a un vidente que le predijo que esta sería su última misión espacial. Fuese verdad o mentira lo mejor era volver cuanto antes con su mujer e hijos.
Por fin el 29 de junio de 1971, los tres cosmonautas se acomodaban en la Soyuz para iniciar el viaje de descenso. El primer incidente se produjo cuando al cerrar la escotilla que les separaba de la estación, la luz de seguridad que indicaba el correcto sellado de la capsula no se apagaba, indicando que aún permanecía abierta, lo cual podía producir una descompresión de la Soyuz y una muerte inmediata por asfixia de los tripulantes. Tras varios intentos y pasados más de veinte minutos, por fin consiguieron cerrar la escotilla y que la luz se apagara, añadiendo más tensión a una tripulación con los nervios a flor de piel. Siguiendo los protocolos pertinentes, pasados unos minutos, ambas naves se separaron y la Soyuz encendió los retrocohetes que la harían poco a poco comenzar el descenso de retorno.
Una vez frenada la nave y con el camino de retorno ya trazado, los módulos de servicio y orbital se separaban del de descenso mediante explosiones pirotécnicas que arrancaban los anclajes que las unían. En este momento comenzó a oírse un silbido similar al de una olla a presión, era evidente que la capsula se estaba descomprimiendo. El silbido les entraba por los micrófonos y les salía por los auriculares, dificultando así su localización. Rápidamente Dobrovolsky quitó su cinturón de seguridad y se abalanzó sobre la escotilla, pensando que ésta aún no estaba bien cerrada. Volkov y Patsayev también desabrocharon sus cinturones intentando localizar el lugar por donde se estaba descomprimiendo la capsula. El problema lo encontraron en una válvula alojada bajo el asiento de Dobrovolsky, trataron de cerrarla de forma manual, pero ya era demasiado tarde. Los cosmonautas empezaban a perder el raciocinio, unos segundos después perdían el conocimiento y un par de minutos después habían muerto. La muerte de los tres cosmonautas se había producido no solo por asfixia, sino también por el estallido de los vasos y órganos internos ante la ausencia de presión exterior. Resulta curioso, pero debido al nerviosismo, los cosmonautas no tuvieron la simple ocurrencia de tapar con un dedo la válvula mientras procedían a cerrarla manualmente.
La nave Soyuz continuó su descenso de forma automática, abriendo su paracaídas y encendiéndose los retrocohetes al contacto con el suelo. Durante estos trágicos momentos no se habían mantenido conversaciones con los cosmonautas debido a encontrarse la nave fuera de la cobertura radiofónica que en aquel entonces no alcanzaba la totalidad de la órbita terrestre, mas tarde también se entraba en la zona de pérdida de comunicaciones por la reentrada, con lo que el control de tierra no tuvo constancia de lo que estaba ocurriendo. Una vez la capsula tocó tierra, los controladores empezaron a sentir que algo no iba bien, debido al silencio en las comunicaciones. Poco después llegaban los equipos de rescate, y cuando abrieron la escotilla encontraron a los tres hombres muertos.
La causa oficial del accidente informa sobre la apertura de una válvula en el momento de la separación con el módulo orbital, que produjo la descompresión de la Soyuz. Durante los dos años siguientes, los soviéticos llevaron a cabo un importante rediseño de la nave Soyuz, limitando las tripulaciones a dos hombres y utilizando trajes espaciales en las maniobras de ascenso y descenso.
Muy lentamente el aperturismo estaba llegando a la Unión Soviética y ya resultó muy difícil ocultar el accidente, como lo habían hecho en otras ocasiones, por lo que resultó aún más doloroso debido a la trascendencia pública que tuvo. Los tres cosmonautas recibieron sepultura en la Plaza Roja con todos los honores.
Para las esposas y los hijos de los cosmonautas sus vidas cambiaron por completo. Marina Dobrovolsky recuerda al Historiador Robert Zimmerman: “Toda nuestra vida cambió…, antes mi infancia era luminosa y feliz , después todo fue oscuridad y tragedia…” El fracaso de la misión hizo que muchos de los participantes del programa espacial se sintieran avergonzados, y en consecuencia, las familias de los fallecidos fueron abandonadas por los amigos e ignoradas por la pequeña y cerrada comunidad espacial en la que vivían. Algunas de las esposas no pudieron llegar a superar la pérdida y el abandono. Como diría la hija de Dobrovolsky: “Mi madre murió de tristeza…”.
wow...Que tragedia lamentable...Qué en paz descansen estos 3 hombres que en honor a la ciencia perdierón sus vidas
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