El primer problema en este sentido se produjo en el primer lanzamiento de una nave americana tripulada al espacio. Se trataba de la misión Mercuri “MR3”, con el astronauta Alan Shepard en su interior. La misión consistía en alcanzar el espacio y sin más dejarse caer de nuevo, lo que algunos dieron en llamar un “salto de pulga”. El viaje duraría unos quince minutos, los cuales serían cinco de ascenso, cinco en estado de ingravidez, y otros cinco de descenso. Dado lo corto de la misión en ningún momento se planteó la posibilidad de necesidades fisiológicas del astronauta. Sin embargo, debido a pequeñas incidencias, la cuenta atrás se fue deteniendo en sucesivas ocasiones, causando un retraso en el lanzamiento de más de cuatro horas. Cuando ya todo estaba solucionado y el lanzamiento era inminente Alan dijo: “Detener la cuenta atrás y bajadme de aquí que no aguanto más las ganas de mear”. El jefe de comunicaciones con la nave le dijo que eso era imposible, y ante un tira y afloja se llegó a la conclusión de que se lo hiciera en el traje espacial. Dada su posición inclinada en la nave, el templado elemento le subió hasta el cuello, llegando a introducírsele en el mismo casco. A partir de aquel momento los astronautas de las Mercuri siempre utilizarían pañales, lo cual impulsaría la mejora en la calidad de los pañales de los niños.
Según fueron aumentando la duración de los viajes espaciales, los sistemas de recogida de deshechos fueron evolucionando. En las naves Géminis y Apolo el sistema de recogida de orina era mediante bolsas, que se insertaban en el pene mediante una especie de preservativo y una válvula de no retorno para evitar posibles derrames. El contenido de estas bolsas era expulsado al espacio, lo cual formaba una espacie de nube que acompañaba durante un buen rato a la nave, impidiéndole la visión del espacio exterior. Por otro lado, la recogida de heces era más complicado, para ello existían unas bolsas con una abertura que contenía un adhesivo para pegarlas a las nalgas, los problemas venían cuando se soltaban o había que ayudar con las manos a la circulación del preciado elemento a través de la bolsa. Después las deposiciones eran almacenadas en cajas usadas de comida, y traídas de vuelta a la Tierra para proceder a su análisis. Pero el problema que persistía eran los olores, que convertían a aquellas naves en auténticas pocilgas. James Lowel (comandante del famoso Apolo 13), llegó a decir que era como vivir diez días en los servicios de un bar de carretera.
Los que evolucionaron con rapidez en este sentido fueron los soviéticos, los cuales centraron la actividad espacial en la construcción de estaciones, aportando muchas mejoras en este aspecto. Comenzaron instalando un pequeño inodoro en el módulo de servicio de las naves Soyuz, que perfeccionaron hasta tal punto que hoy en día los dos váteres que hay en la estación espacial internacional(en la foto) son de fabricación rusa.
Aunque no tan buenos como los rusos, los americanos también instalaron los primeros servicios en el transbordador espacial. Esencialmente consisten en lo siguiente: Por un lado tenemos el recogedor de orina, el cual es un tubo con una ligera succión de aire que la absorbe hasta un depósito. Al extremo del tubo se le añade una boquilla personal diferenciadas por colores, y con distinta forma si es para hombre o mujer. Luego el líquido del depósito sufre un proceso de reciclaje que lo convierte en agua potable listo para ser bebido nuevamente.
El inodoro propiamente dicho, funciona también por una succión de aire que lleva las heces hasta un depósito donde se compactan y hacen paquetes, en un principio eran expulsados al exterior, y luego serían introducidos en naves de transporte sin sistemas de retorno (Progress), desintegrándose al entrar en la atmósfera. Pero el problema del inodoro es que requiere de un aprendizaje, que como todo, se realiza en tierra. Debido a que la boca de succión del inodoro no puede ser muy grande, ya que requeriría de unos potentes motores, la conexión trasero desagüe tiene que ser perfecta, para ello se practica en tierra con un falso inodoro que tiene una cámara de vídeo incorporada en el agujero de salida, y frente al practicante un monitor de televisión el cual le permite mediante una cruz central apuntar con precisión al desagüe. Esta posición ha de memorizarse para que una vez en vuelo no sucedan situaciones desagradables que puedan alterar la convivencia en el espacio. Por otro lado, el inodoro está provisto de dos asideros para los pies, y dos brazos giratorios que pasan por encima de los muslos sujetando al astronauta. Hoy en día las naves y la estación espacial cuentan con un sistema de ventilación y de filtros antiolor que hacen de la estancia un lugar agradable.
Otro problema importante son las salidas al espacio, para ello en la actualidad se utilizan pañales y en el caso de los hombres pueden elegir también bolsas. En el caso de las deposiciones se procuran organizar para contenerse hasta que estén de nuevo en la estación.
El servicio tanto en el transbordador espacial como en la estación es un habitáculo similar al de los aviones, que cuenta también con un lavabo consistente en un espacio cerrado donde se introducen por unas ventanas las manos, por un lado sale el agua y por otro es succionada mediante una corriente de aire.
Entre los conocimientos y preparación que tiene que tener un astronauta se encuentra la fontanería, puesto que una avería del váter espacial es considerada como una reparación de primera necesidad.
Los costes de lanzamiento son tan elevados, que antes de enviar cualquier artilugio al espacio este ha de ser perfectamente estudiado y comprobado su funcionamiento en tierra. Todos estos sistemas de saneamiento fueron experimentados en el famoso avión de gravedad cero, que se deja caer desde más de diez mil metros de altura logrando una situación de compensación de la gravedad similar a la espacial. Los sistemas de succión de orina no tenían mayor inconveniente, puesto que a los voluntarios se les hacía beber una gran cantidad de agua para hacer coincidir sus necesidades fisiológicas con la duración del vuelo. El problema surgía con las deposiciones, para lo cual el avión con su tripulación al completo permanecía en situación de guardia a la espera de que a algún voluntario le sobrevinieran sus necesidades. En este momento, como si de una situación de guerra se tratase, el avión despegaba con su tripulación al completo para proceder a realizar el experimento.
Uno de los sistemas que resultó más complicado de solucionar fue el de recolección de orina para las mujeres. Quizás uno de los más curiosos fue una especie de consolador que se introducía por la vagina y de esta forma sujetaba el receptáculo para la orina, por supuesto no tuvo buena aceptación entre las féminas. Esta y otras perrerías similares fueron llevadas a cabo por una voluntaria anónima, de la cual sus compañeros decían que había que hacerle un monumento. Al final, para salidas extravehiculares se siguió utilizando el pañal.
Agradecimiento.- Quiero aprovechar la ocasión para agradecer a mi amigo Javier Casado la valiosa información prestada para realizar este y otros artículos.