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jueves, 19 de enero de 2012

Neil Armstrong y el Sr. Gorsky

Neil Armstrong en una de tantas conferencias

Fundamentalmente el secretismo conque la Unión Soviética llevó acabo el programa espacial, hizo que en torno a toda esta actividad existiera un cierto morbo, y fundamentalmente fue caldo de cultivo para los conspiranoicos que hicieron aflorar todo tipo de historias. Una de ellas, aunque en esta ocasión perteneciente al bando norteamericano, es la que cuenta en su blog, y aquí os transcribo, el especialista en exploración espacial Javier Casado. Dice así:

Durante años, las últimas palabras que pronunció Armstrong en la Luna resultaron un misterio para todos los que pudieron escucharlas, tanto entre el público en general como dentro de la propia NASA. Mientras se preparaba para subir por última vez la escalerilla del módulo lunar, poco antes de despegar para volver a la Tierra, Neil Armstrong pronunció cuatro enigmáticas palabras: “Good luck, Mr. Gorsky”. Buena suerte, Sr. Gorsky.
Esa frase desconcertó durante años a todos aquellos que habían seguido en detalle la misión del Apollo 11. En principio, casi todos creyeron que se trataba de algún cosmonauta ruso rival, a quien Armstrong deseaba suerte tras haberlo vencido en la carrera por llegar a la Luna. Pero nadie pudo encontrar nunca un nombre parecido entre los involucrados en el programa espacial ruso. Por todos los Estados Unidos surgieron investigadores que buscaron también si alguien entre los técnicos de la NASA se apellidaba Gorsky, o si esta frase podría haber sido parte de algún código secreto acordado entre el Control de la Misión y los astronautas del Apollo para transmitir alguna información codificada. Durante años, multitud de técnicos de la NASA fueron consultados sin éxito: según sus declaraciones, las últimas palabras de Armstrong en la Luna les habían desconcertado tanto como al público en general. El propio astronauta sería preguntado sobre ello en multitud de entrevistas a lo largo de los años, a las que solía responder con una simple sonrisa y el silencio, o, en el mejor de los casos, con evasivas. Pasaban los años y el misterio permanecía sin aclarar.
Finalmente, en 1995, 26 años después de que ocurriera todo, la verdad salió a la luz. El 5 de julio de ese año, Armstrong era entrevistado en la CBS por el famoso presentador Walter Cronkite, quien, íntimo amigo de Armstrong, le preguntaría una vez más por la misteriosa frase. Sólo que esta vez la reacción de Armstrong sorprendió a todos:
“Bien, es cierto que durante años me habéis estado preguntando qué significaban esas enigmáticas palabras, y durante todos estos años me he sentido obligado a no dar la respuesta, al sentir que era algo extremadamente confidencial. Pero hoy la situación ha cambiado. Desde hace unos meses, Mr. Gorsky ha muerto, y creo que ahora ya no importará que revele lo que significó aquella frase”.
Con Cronkite y todos los espectadores pendientes de cada una de sus palabras, Neil Armstrong procedió entonces a contar la historia que había detrás de la última frase que se pronunció sobre la Luna al final de la misión del Apollo 11:
Siendo un niño, Neil Armstrong estaba jugando al béisbol con su hermano en el jardín de su casa en Wapakoneta, Ohio. En una ocasión, tuvo que ir a recoger una pelota que había ido a caer junto a la casa de sus vecinos, bajo la ventana del dormitorio; entonces escuchó los gritos de una discusión dentro de la casa. Era la señora Gorsky, que gritaba a su marido: “¿Que quieres que te chupe qué? ¿Me estás pidiendo que te haga sexo oral? ¡Tendrás sexo oral el día que el chico de los Armstrong ande sobre la Luna!”
Armstrong nunca olvidó aquella frase, de modo que, mientras estaba sobre nuestro satélite, no pudo evitar acordarse del Sr. Gorsky y de si él también se acordaría de recordar a su mujer aquellas proféticas palabras. Por eso, no pudo evitar pronunciar con una sonrisa, poco antes de subir al LEM: “Buena suerte, Sr. Gorsky”.
Para seros sinceros: todo esto no es más que una leyenda urbana, y, como tal, absolutamente falsa. Armstrong nunca pronunció esas palabras. Nunca existió un Sr. Gorsky y una señora Gorsky discutiendo por sus gustos sexuales mientras los escuchaba un futuro astronauta, y nunca ningún presentador preguntó a Armstrong por una frase que nunca pronunció. Pero, reconozcámoslo, es una historia mucho más divertida que las demás historias conspiranoicas que rodean las misiones a la Luna. Y es una historia que aún a día de hoy sigue corriendo por los Estados Unidos, con bastantes personas que aún creen que todo esto sucedió de verdad. Como digo, al menos te hace sonreír.

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martes, 3 de enero de 2012

La carrera espacial

Nave Vostok con su esclusa de salida al exterior.

“La carrera espacial” fue una de las controversias más representativas de la Guerra Fría. Las dos superpotencias mundiales nacidas en la Segunda Guerra Mundial, la URSS y los Estados Unidos, buscaban maneras de mostrarse al mundo como dos sistemas económicos perfectos, en este caso el nivel tecnológico parecía ser el termómetro que marcara las diferencias. Sin embargo, solapadamente dejaban entrever el potencial armamentístico de sus misiles. La excusa ahora era ser los primeros en llegar a la Luna. Ambas naciones se embarcarían en una empresa descomunal, con unos presupuestos jamás superados y que hoy en día serían inadmisibles.
Las posiciones eran muy distintas y el aperturismo informativo iba a jugar una baza muy importante, sobre todo para el bando soviético. Mientras estos conocían por la prensa todos los movimientos de sus rivales, los americanos se enteraban a duras penas a través del espionaje de las maniobras previstas en el lado comunista. En esta tesitura el 4 de Octubre de 1957 la URSS pone por sorpresa en el espacio el primer satélite creado por el hombre. De esta manera los soviéticos dan el pistoletazo de salida y se colocan por delante de los americanos, una posición a todas luces ficticia o mejor dicho teórica, que aún hoy en día se da por muchos como buena.
La situación era la siguiente: Por el lado soviético se encontraba al frente del programa espacial Serguei Korolev, un ingeniero que permaneció siempre en el anonimato por cuestiones de seguridad. Por otro lado existían otros pequeños grupos que rivalizaban por conseguir pequeños contratos. Y en el lado americano se encontraba Werner Von Braun con su equipo de científicos alemanes capturados en la II Guerra Mundial, y un inexperto grupo de ingenieros americanos dependiente del ejército estadounidense. A principios de 1957, tanto Korolev como Braun estaban perfectamente capacitados para poner un satélite en el espacio, solo faltaban los trámites burocráticos, el primero que los solucionara pasaría a la historia. Los problemas de Werner Von Braun eran prácticamente insuperables, durante la Gran Guerra había trabajado para los alemanes, y los judíos americanos no iban a dejar que un alemán entrara en la historia con su dinero. Por su parte a Korolev solo le bastó conseguir una entrevista con Nikita Kruchev para convencerle de la gran importancia bélica que podían tener los satélites. En esta situación, la Unión Soviética sería la primera en golpear, pero técnicamente ambas potencias estaban igual de preparadas.
Ahora llegaría el siguiente paso, poner un ser vivo en el espacio. Para ello solo hacía falta un poco mas de potencia capaz de lanzar una capsula presurizada con un animal lo menos pesado posible. Y es aquí cuando hay que reconocer que los soviéticos tomaban una ligera ventaja a los americanos, ya que mientras estos últimos solo conseguían poner pequeñas cargas en órbita, los primeros lanzaban a la perra Laika con un peso total del equipo superior a 500 kgs. Sin embargo, hay que reprochar a los comunistas la poca sensibilidad con el animal, ya que la cápsula no tenía sistema de retorno con lo cual estaba condenada a la muerte, cosa que los americanos nunca hicieron con sus monos.

Después de muchas prácticas de seguridad con perros y monos, llegaba el momento de ser un hombre el que alcanzara el espacio. Ambas potencias iban a la par, pero las medidas de seguridad de los americanos primaban por encima de todo, un error con víctimas humanas podía provocar en el Congreso la retirada de los presupuestos para el resto de la exploración espacial tripulada. Sin embargo en la Unión Soviética esto se veía como un acto más de patriotismo, todo estaba dirigido por militares y el cosmonauta era un héroe al frente de una misión por la patria. Con la información privilegiada que tenían los comunistas sobre los pasos que seguían los americanos, solo tuvieron que esperar lo más posible y adelantarse por pocos días. Así el 12 de abril de 1961, Gagarin orbitaba la Tierra por primera vez. De todas formas, también ahora la tecnología soviética adelantaba a la americana, puesto que mientras los soviéticos orbitaban la Tierra, los americanos solo salían al espacio cinco minutos y se dejaban caer.

Fue en este momento cuando la Unión Soviética se aficionó más a batir records y a asombrar al mundo, que a perfeccionar su tecnología espacial. Habían sido los primeros en poner un satélite en el espacio, los primeros en lanzar un ser vivo, y ahora los primeros en poner un hombre en órbita. Había que seguir buscando hazañas que realizar. A partir de este momento las misiones espaciales buscaban superar el tiempo de permanencia en el espacio, y es así como ese mismo año Titov superaba las veinticuatro horas de vuelo espacial.
Las naves Vostok soviéticas y las Mercuri americanas, eran naves que no tenían maniobrabilidad en el espacio, o sea, una vez situadas en órbita se quedaban a la deriva hasta que se las frenara para dejarse caer a tierra. En este contexto, los soviéticos asombrarían al mundo con otra hazaña, la de un encuentro de dos naves en el espacio. Para ello lanzaron el 11 de Agosto de 1962 la Vostok 3, y un día después la Vostok 4, para haciendo coincidir el paso y la órbita hacer que se juntaran lo más posible. Ambas naves se situaron a unos 5 kilómetros la una de la otra, se vieron a duras penas con prismáticos, pero a los ojos del mundo se marcaron otro tanto. Esta maniobra la realizarían los americanos en 1965 con sus naves Géminis, con un control perfecto de la situación y viajando durante un tiempo una al lado de la otra con unos 5 metros de separación.
La Unión Soviética de los años sesenta era una nación claramente machista, sin embargo de cara al mundo occidental sabían que había que dar otra imagen que encandilara al público, por eso de forma apresurada prepararon un pequeño grupo de mujeres, de las cuales saldría elegida Valentina Tereskova, la cual viajaría a bordo de la Vostok 6, pero su trabajo se limitó a ser meramente una pasajera, ya que se le prohibió tocar cualquier mando de la nave, todo se hacía automáticamente desde tierra. Este hito no fue ni más ni menos que una parodia propagandística de un régimen que no admitía mujeres en su gobierno. Una vez lograda la hazaña, las mujeres serían apartadas del programa espacial hasta veinte años después. Hay que reconocer que también la sociedad americana en aquellos tiempos era machista, pero al menos no pretendían engañar a nadie.
En 1964 Nikita Kuschev es informado del inminente proyecto Géminis americano, el cual constaba de una nave tripulada por dos astronautas. Ante semejante reto y para no quedarse atrás exigía a Korolev que rápidamente preparase una nave no con dos cosmonautas, sino con tres. Quería volver a asombrar al mundo y cuando los americanos ponían a dos hombres en órbita, ellos ya estaban con tres. En aquellos tiempos Korolev estaba con los planos de la que sería la nave más rentable y segura de la era espacial, la Soyuz. Le dijo a Kruschev que era imposible y que aún le faltaba mucho por hacer. Ante la desesperada insistencia de este, ideó un plan por el que recolocaría a los pasajeros en una nave Vostok, prescindiendo del traje espacial para ahorrar espacio, y en unas condiciones realmente incómodas, sobre todo porque los pocos mandos de que disponía la Vostok ahora quedaban en zonas de difícil acceso. Así nació en un tiempo record el proyecto Voskod. De esta manera nuevamente los soviéticos el 12 de octubre de 1964 sorprendían al mundo colocando a tres hombres en el espacio.
Nave Vostok con un tripulante. Nave Voskod 1 con tres tripulantes, y nave Voskod 2 con dos tripulantes y esclusa de salida.

No era suficiente para Kuschev y nuevamente exigiría más a su ingeniero jefe. Ahora quería un paseo espacial, quería que el primer hombre en salir al espacio fuera un ciudadano soviético. Para ello el ingenioso Korolev prescinde de uno de los asientos de la Voskod, y en su lugar coloca un artilugio hinchable en forma de cilindro, el cual serviría de esclusa de presurización para la salida al exterior del cosmonauta. Hay que tener en cuenta que las capsulas soviéticas no tenían capacidad para recuperar la presión perdida. De esta manera Leonov, el 18 de Marzo de 1965 se convirtió en el primer hombre que volara libremente por el espacio. Semejante chapuza trajo como añadidura que el traje espacial de Leonov se hinchara en exceso, y a punto estuvo de no poder entrar de nuevo en la esclusa. Esta es una de tantas acciones soviéticas que por muy poco no se transformaron en tragedias.

Esta operación la realizarían los americanos el 3 de Junio de 1965 con la Géminis 4, para lo que descomprimieron la cápsula, la volvieron a comprimir y realizaron un paseo espacial sin ningún incidente.

A partir de este momento los soviéticos se dormirían en los laureles, mientras tanto los americanos avanzaban con paso firme y seguro ahora con el programa Géminis. Con las naves Géminis, los americanos realizarían con gran éxito todas las maniobras que luego serían necesarias para el viaje lunar. La muerte en 1966 de Korolev daría al traste con las aspiraciones soviéticas de llegar los primeros a la Luna.

Pero estos no tiraron la toalla y pretendían recuperar el tiempo perdido con la Soyuz. Ahora vendrían las prisas y sin haber completado una serie de lanzamientos exitosos de prueba, el 23 de abril de 1967 lanzaban la Soyuz 1, para al día siguiente lanzar la 2, realizar un encuentro espacial y en vuelo hacer un cambio de tripulación de una nave a otra. Todos sabían que la Soyuz 1 aún no se encontraba en condiciones de volar, y Vladimir Komarov se encontraba en una situación comprometida según su condición de militar. El vuelo fue un auténtico desastre, nada funcionaba bien en aquella nave, rápidamente se anuló el despegue de la Soyuz 2, y se procedió a retornar la 1. Cuando ya se habían superado todos los problemas los paracaídas no se abrieron, estrellándose contra el suelo y pasando a la historia como el primer accidente en vuelo de la exploración espacial. Realmente esto no fue un accidente, más bien deberíamos de denominarlo como un crimen, un empecinamiento de los militares soviéticos que no tenían el mismo respeto por la vida que los americanos.

Este varapalo no amedrentó a los soviéticos y siguieron trabajando a marchas forzadas por retomar la primera posición. Mientras las Soyuz perfeccionaban su tecnología, los trabajos ahora se centraban en el cohete lanzador capaz de superar la gravedad terrestre y lanzar una nave a nuestro satélite. El prototipo era al N1, un auténtico monstruo similar al Saturno V de Von Braun. Pero mientras el Saturno V no tendría ningún tipo de fallo en ninguna de las pruebas, el N1 nunca conseguiría alcanzar la estratosfera con éxito. Aquí se acabarían todas las esperanzas de los soviéticos por ganar la carrera espacial.
El trabajo de los americanos fue un trabajo serio, profesional y muy bien planificado, mientras los soviéticos se limitaban simplemente a florituras impactantes que no les llevaba a ningún lado.
En los años 60 la información sobre la situación de la carrera espacial era muy controvertida, por un lado prácticamente se sabía casi todo de la situación americana y solo se sabía de los soviéticos por sus éxitos. Con la desaparición de la URSS infinidad de historiadores y periodistas, entrevistaron a cosmonautas, ingenieros, preparadores, técnicos y todo tipo de personal relacionado con la exploración espacial soviética, estando prácticamente todos estos datos contrastados y dándose por buenos, de tal manera que al día de hoy se conoce tanto por el lado americano como por el soviético todo lo que acaeció en aquellos años.

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