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lunes, 24 de mayo de 2010

El crimen de la Soyuz 1


Durante los primeros años de la década de los sesenta, los soviéticos habían adquirido una aparente ventaja sobre los norteamericanos en la llamada “Carrera Espacial”, sin embargo hacia la mitad de la década perderían el entusiasmo por seguir batiendo indiscriminadamente todo tipo de records. En la U.R.S.S. todo lo relacionado con la exploración espacial estaba en manos de los militares, y estos centraban su interés en la fabricación de misiles intercontinentales, dejando en un segundo plano el espacio. Durante los años 64, 65 y 66, los Estados Unidos llevarían a cabo su segundo y exitoso programa espacial, el “Géminis”. En él, se habían batido records de permanencia en el espacio, salidas extravehiculares, acoplamiento de naves en vuelo, y un ingente número de experimentos, adquiriendo los conocimientos básicos para lo que luego sería el viaje a la Luna.

En 1966 fallece el genial ingeniero jefe Serguei Korolev, dejando prácticamente diseñada la nave Soyuz. Al frente del programa espacial quedaría ahora su mano derecha: Vasily Mishin, hombre al que le faltaba la claridad de ideas y el carácter de su mentor. Bajo su dirección, se lanzan a finales del año sesenta y seis y principios del sesenta y siete, cuatro naves Soyuz, terminando todas en fracaso. Pero ahora, cuando los americanos comenzaban con el programa Apolo, vendrían las prisas. Bajo presiones políticas de Leonidas Breznev, se incurriría en una serie de riesgos que nunca habría admitido Korolev. El coronel Kirillov diría que aún había cientos de cuestiones técnicas sin resolver en la Soyuz, y por lo tanto aún no estaba lista. Pero las fuertes presiones políticas y militares, harían que el 23 de Abril de 1967, la Soyuz 1 estuviera en la rampa de lanzamiento. En una entrevista realizada al propio Mishin en 1990 diría: “…los altos cargos pensaban que estaban haciendo bien su trabajo si no paraban de gritar a personas que no tenían ni tiempo para quitarse el sudor de sus frentes…”

El programa de la misión era lanzar la Soyuz 1 con un único tripulante, y al día siguiente la Soyuz 2 con tres, una vez en vuelo se procedería a hacer un acoplamiento de las dos naves en el espacio, y mediante una salida extravehicular transferir a dos de sus ocupantes de una nave a otra, para luego retornar a tierra. De repente se quería recuperar el tiempo perdido, intentando hacer en un solo vuelo lo que los americanos habían hecho con diez Géminis.

La misión había sido encomendada al cosmonauta Vladimir M. Komarov (en la foto), que con este vuelo sería la primera persona que saliera por segunda vez al espacio, y como reserva se encontraba el mítico Gagarin, que parecía rehacer su vida incorporándose de nuevo al trabajo activo de cosmonauta.


Bajo este ambiente de pesimismo por parte de los técnicos, Komarov era puesto en órbita sin antes no haber realizado una prueba sin tripulación con éxito.

Nada mas alcanzar la órbita comenzaron los problemas. En primer lugar, uno de los paneles solares no se desplegó, con lo que el suministro de energía de la nave se vería reducido a la mitad. El segundo problema fue el sistema de actitud (posicionamiento) de la nave que no funcionaba, lo cual significaba que el único panel solar existente no siempre estuviera orientado al Sol. De igual manera, las antenas de envío de telemetría estaban situadas a lo largo de los paneles solares, con lo que los datos recibidos en la base eran escasos. Todos estos fallos iban repercutiendo unos en otros agravando aún más la situación.


Las baterías de la Soyuz en esta situación no podían ser recargadas, por lo que se estimaba que solamente tendrían energía para unas 17 órbitas. Las soluciones que se barajaban eran suspender la misión, o lanzar la segunda Soyuz y mediante un paseo espacial extender el panel solar. Afortunadamente, como luego se verá, se optó por la primera. Entretanto, los fallos se seguían produciendo en cadena, ahora era el control medioambiental de la nave que hizo descender la temperatura interior. Debido a la escasez de comunicaciones, las órbitas iban pasando sin poder preparar la reentrada. Cuando en la 16, las cosas parecían estar resueltas, los motores de frenado no se encendieron con lo que no hubo más remedio que apurar otra órbita más. Pero al no haber podido dar las instrucciones correctas para solucionar el problema, tampoco en la 17 se pudo efectuar el descenso. Las baterías estaban al borde del agotamiento, y gracias a la pericia y profesionalidad de Komarov, la reentrada se pudo realizar en la órbita 18. Una vez dentro de la atmósfera se abrió el paracaídas de frenado, el cual en breve tendría que extraer al principal, pero debido a un fallo de fabricación éste quedó atascado en su receptáculo. Ante esta situación, la nave de forma automática soltó el paracaídas de emergencia, quedándose enredado en el de frenado y no pudiendo desplegarse adecuadamente. De esta manera, Komarov se estrellaría contra el suelo Siberiano a mas de 150 km./hora.


En la realización del informe sobre las causas del accidente, se estimó un estudio del resto de las Soyuz en fabricación, detectándose en todas ellas el mismo fallo en el sistema de paracaídas. Fue una inspiración divina la decisión de no haber lanzado la Soyuz 2, puesto que sus tripulantes hubieran corrido la misma suerte.

Pero fundamentalmente el accidente de Komarov no se debió a causas técnicas, sino a causas político-militares. Por su parte los ingenieros no aconsejaban el vuelo, aunque debido a las presiones tampoco se atrevían a negarse explícitamente a realizarlo, y por otra parte los militares tiraban la piedra y escondían la mano, ya que si los ingenieros no se negaban, ellos tenían las puertas abiertas para tomar decisiones sin responsabilidades técnicas. Gagarín que en su día mantuvo una íntima amistad personal con Nikita Kruchev, mandó por el conducto reglamentario una carta al nuevo mandatario Leónidas Breznev, explicando los fallos de la nueva Soyuz, y aconsejando encarecidamente la suspensión del lanzamiento, pero dicha carta nunca llegó a su destinatario. A Komarov se le puso entre la espada y la pared, no dándole opciones bajo su condición de militar, a rehusar al viaje.

Las situaciones políticas a veces pesan más que la propia vida de las personas, y el mismo sistema hace que las responsabilidades se repartan para no aparecer nadie como culpable. Pero la muerte de Komarov no fue un accidente como tal, sino un auténtico crimen de estado sin rostro. Desgraciadamente esta situación no sería la primera, ni tampoco la última. Otro día hablaremos de ellas.

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lunes, 17 de mayo de 2010

Ovnis y medios de comunicación


Como todos conocen, la palabra “OVNI" es el acrónimo de Objeto Volante No Identificado, pero cuando hablamos de ovnis, todos queremos entender que se trata de objetos volantes provenientes de otro planeta, sistema solar o galaxia, llevando en su interior seres vivos inteligentes, y presumiblemente mucho más avanzados que nosotros.
Hay que reconocer el gran potencial que hoy en día tienen los medios de comunicación. En menos de media hora podemos conocer cualquier cosa de importancia que ocurra al otro lado del mundo. Cuando ocurre algo importante, cualquier periodista que se precie, lo primero que hace es confirmar la veracidad de la noticia, y después apresurarse a publicarla para gloria suya y de su empresa. A continuación, si la noticia es importante y veraz, todos los demás medios, aunque no les quede más remedio que ir de segundones, confirman la noticia e intentan añadir y completar aún más la información. Y si la noticia es verdaderamente importante
se mantendrá en primera línea los días siguientes, o incluso las semanas. También hay que tener en cuenta que hoy en día todos llevamos en el bolsillo una cámara de fotos o incluso una de vídeo, con una calidad de imagen verdaderamente alta, que puede confirmar o completar visualmente cualquier situación, y que en breves segundos puede dar la vuelta al mundo.
Por otro lado, en un radio de unos veinte o treinta kilómetros alrededor de los aeropuertos, todos los habitantes de esa zona pueden ver continuamente como llegan y como se van los aviones. Por lo tanto, si una nave interestelar cargada hasta las trancas de marcianitos verdes, se aproximara a cualquier punto de nuestro planeta, lo más probable es que fuera observada por multitud de personas que harían cientos de fotografías y vídeos con una excelente calidad de imagen. Pero en breve aparecerían periodistas hasta debajo de las piedras para dar la noticia más importante desde la aparición del hombre sobre la Tierra. ¿Qué periodista o qué medio de comunicación teniendo una noticia como esta la ocultaría? Pero lo más importante es que al día siguiente los medios de comunicación de todo el mundo ratificarían la noticia, aportando más datos al asunto. Y durante un tiempo bastante prolongado sería lo único de lo que se hablaría.
Al día de hoy, cuando se produce un avistamiento ovni, las imágenes que se aportan siempre son confusas y de muy poca calidad. Los medios difunden la noticia de forma individual y escueta, no dando la importancia tan transcendental que tiene, y lo mas importante, al día siguiente nadie se hace eco de la noticia. Solamente algunos conspiranoicos intentan sacarle un mínimo rendimiento aprovechándose del malsano placer que da el morbo.
Sería un descrédito para los medios que los extraterrestres hubieran llegado a la Tierra y nadie se hubiera enterado.


Siempre imágenes de mala calidad. Nadie mas vió esto.


Nunca quedan restos. A pesar de esto.


Estas imágenes fueron grabadas a la hora de la siesta de los periodistas newyorquinos. Desgraciadamente se perdieron este notición.


Formación de naves extraterrestres sobre una tormenta en la Tierra. Imágenes captadas por el transbordador espacial. Nadie te dice de que misión se trataba, ni que astronauta las tomó. Y por supuesto, las cámaras tanto del transbordador como de la estación espacial, son de una excelente calidad, no esta mi.... de imágenes.

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miércoles, 12 de mayo de 2010

James Lovell, de extra en Apolo 13


En Abril de 1970, la nave Apolo 13 sobrecogía al mundo cuando sufría la explosión de uno de los tanques de oxígeno del módulo de mando, estando a mitad de camino entre la Tierra y la Luna. A bordo se encontraban el comandante James Lovell, el piloto del módulo de mando Jack Swigert, y el piloto del módulo lunar Fred Haise. Dada la política norteamericana de transparencia informativa, la aventura del rescate fue seguida en directo en todo el planeta. Con el tiempo el comandante Lovell escribiría una novela bajo el título “Lost Moon”, que posteriormente sería llevada al cine en la película de Ron Howard: “Apolo 13”. No voy yo a entrar en críticas cinematográficas, pero es de destacar que obtuvo dos oscars y nueve nominaciones, además de otros premios. Pero desde el punto de vista histórico tengo que decir que se atiene perfectamente a la realidad, quizás un poco edulcorado (véase la influencia de la revista Life en “Las esposas de los astronautas”), no en vano su guión está escrito por uno de sus protagonistas.
Pero una curiosidad que pasa inadvertida a todos los críticos, es el detalle de
Howard, de hacer aparecer al auténtico comandante Lovell (en la foto a la izquierda) al final de la película a modo de extra. Cuando los astronautas son recuperados y llegan al portaaviones, uno de los oficiales que felicita a Tom Hanks es el auténtico James Lovell.


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jueves, 6 de mayo de 2010

Las esposas de los astronautas


De todos es conocido el hermetismo informativo soviético en los años sesenta. En plena carrera espacial solamente se sabía en occidente de los éxitos y pocas cosas de sus fracasos. De igual manera, los nombres de los cosmonautas solo se conocían cuando realizaban un logro que precisaba ser divulgado a los cuatro vientos (Gagarin, Tereskova, Leonov…). Esta forma de trabajo era bien distinta en sus homónimos norteamericanos. En un país de estrellas de Hollywood, cantantes de rok y deportistas de élite, los astronautas venderían su imagen como héroes que se enfrentaban a algo tan arraigado en la cultura americana como la aventura y la exploración. En el capitalismo el marketing era algo fundamental, al fin y al cabo Estados Unidos se estaba gastando una auténtica millonada de dólares, que alguna satisfacción tendría que reportar a sus contribuyentes. Salvo en los momentos previos a una misión, los astronautas tenían que viajar continuamente por... todo el mundo dando charlas, asistiendo a comidas, cenas de gala y cualquier evento que pudiera resultar propagandístico. Muchos de ellos se lamentarían después de no haber disfrutado de su familia. La prensa sensacionalista no solo perseguía a los astronautas, sino que prácticamente asaltaba sus casas intentando obtener alguna declaración de sus esposas, incluso de sus hijos. Ante estas situaciones la NASA aleccionó a las mujeres de los astronautas para que siempre supieran dar una imagen de familia feliz prototipo americana. También se preocupó de acomodarlas todas juntas en Clear Lake, una zona residencial en las afueras de Houston. La imagen que las consortes pudieran dar era parte del show americano.

El sueldo de un astronauta en los años sesenta giraba en torno a los 20.000 y 30.000 dólares, una cantidad importante para la época, pero esta se vería casi duplicada por un contrato con la revista “Life”, que además incluía un seguro de vida que las aseguradoras se negaban a hacer a los astronautas, en el cual se requería la exclusividad de declaraciones, no solo de los astronautas sino de sus esposas. Esto de alguna manera disculpaba los enfrentamientos con el resto de la prensa. La revista Life, en consonancia con la NASA, edulcoraba todas las situaciones pareciendo vivir en una película rosa con final feliz.

Pero la vida de las esposas de los astronautas no era tan glamurosa como se pretendía aparentar. Las largas separaciones de sus maridos las hizo unirse, llegando a formar una especie de club de amigas que intentaban apoyarse, aunque a veces se produjera el efecto contrario. Las reuniones de té y las meriendas eran habituales, y no digamos durante las misiones, que se reunían en la casa del astronauta que volaba. Allí la NASA instalaba un sistema de megafonía donde podían seguir las conversaciones de los controladores con sus maridos.


(Lanzamiento del Apolo 8 en casa de los Borman)

Los accidentes no sobrevenían en el espacio sino en tierra, y la soledad y la tensión les llevaría en algunos casos a la depresión e incluso al alcoholismo, como fue el caso de Susan Borman (en la foto, con sus hijos detrás observando el lanzamiento del Apolo 8). Joan Aldrin llegaría a decir:”Desearía que fuera un conductor de camión, un carpintero, un científico, lo que fuera menos lo que es. Quiero que haga lo que quiere, pero no quiero que lo haga”. Las constantes ruedas de prensa suponían un estrés para muchas de ellas, ya que sus declaraciones tenían que estar en consonancia con la política de la NASA, sin interferir en el trabajo de sus maridos. En cierta ocasión el jefe de la Oficina de Vuelos Espaciales Tripulados, George Mueller, les aconsejaría que se limitaran a decir que estaban orgullosas, emocionadas y felices, y que cualquier otra cosa que pudieran sentir sería mejor no mostrarla.


Declaraciones de Marilyn Lovell y Susan Borman.

Se las procuraba tener apartadas de la vida social de los astronautas. Como diría la esposa de Deke Slayton: “A la NASA le encanta que salgáis en las fotos, sin embargo siempre quiere que luego os quitéis de en medio”. Para ellas el papel de las esposas estaba claramente definido: “Nuestro trabajo es llevar la casa, cuidar de los niños, y no hacer preguntas”. A parte de sus constantes viajes, los astronautas vivían a caballo entre Houston y Cabo Cañaveral. Mientras en Houston la vida era plenamente familiar, en el Cabo había un mayor grado de libertad. “Había montones de chicas guapas con fantasías de amor con un héroe del espacio”, como diría Gene Cernan. Por eso a las mujeres nunca se las invitaba a ir a Florida, y si lo hacían era con permiso expreso de Deke Slayton, jefe de la Oficina de Astronautas. De alguna manera, el salario lo justificaba todo.


Recreación de una reunión de esposas de astronautas según la serie "De la Tierra a la Luna".

Más difícil aún fue la situación de las viudas. Cuando Chalie Bassett se estrelló con su reactor, su esposa Jannie se sintió tan aislada que no pudo seguir viviendo en Houston. Pat Whait sufría constantes ataques de ansiedad, se sentiría ninguneada por la NASA y poco después también se marcharía de Clear Lake. Los divorcios nunca estuvieron bien vistos, sin embargo la Agencia Espacial tendría que rendirse a la realidad de la vida, esta situación sería tratada de tal manera que algunas esposas llegarían a decir que preferían mas marcharse de Houston como viudas que como divorciadas.

Estas circunstancias fueron observadas por reporteros de Life como Dora Jane Hamblin y algunos otros, que veían lo que pasaba, pero sabían que ni los astronautas ni la NASA les dejarían decir nada, había que salvaguardar la confianza y el contrato que les unía, y que tantos beneficios les estaba dando.

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